Sofía. Sentí unas manos que sacudieron mis hombros con suavidad, y traté de abrir mis ojos. Lo primero que sentí fue un dolor de cabeza, y luego, de forma borrosa, vi la cara de ese hombre. “Gael”, recordé cuando me dijo su nombre, y luego me senté de golpe. —Me quedé dormida… —dije mientras mi corazón volvió a latir fuertemente, mientras él profundizó su ceño. —No es un delito dormir… Asentí, pero mi mente solo repetía su última frase. “La mujer que será mi esposa” Tuve que unir mis manos. —Yo… —Debes prepararte… tenemos que irnos… —había perdido la noción del tiempo, porque ayer por noche, incluso no me quedaron lágrimas para seguir. —¿Dónde iremos? —Sofía… tu padre… —y lo sabía, solo esperaba que me encontrara en una pesadilla—. He hecho los arreglos, enterrarás a tu padre en unas horas… —él se levantó de estar agachado y luego tomó unas bolsas—. Usa esta ropa… luego iremos al entierro… Mi boca se apretó, y pasé un trago. —Muchas gracias… me gustaría, hablar con usted,
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