Todos los capítulos de La inocente esposa del despiadado Brasileño: Capítulo 1 - Capítulo 10
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1. La novia acusada
— ¿Cómo puedes estar haciéndome esto? ¿En serio crees que nuestros padres estarían de acuerdo? — preguntó Calioppe a su hermano mayor. Tenía el corazón apabullado — ¿Qué papá me arrojaría a los brazos de cualquier hombre? ¡¿Qué mamá lo consentiría?! — ¡Basta, Calioppe! ¡No toleraré más esta clase de comportamiento infantil a una hora de tu boda! — exclamó Thiago Da Silva a su hermana de veintitrés, que lo veía como si él fuese su peor enemigo — ¡Esta es una decisión irrefutable, así que sal allí y contrae matrimonio con tu prometido! — ¡Thiago, por favor, no puedes hacerme esto! — sollozó, desconsolada. — ¡Eso lo hubieses pensado antes de hacer de tu vida todo este desastre! — ¡Yo no hice nada! — ¡Te encontraron con estupefacientes en tus pertenencias y tienes una orden de arresto que tuve que resolver para que no fueses a dar a la cárcel! — bramó — ¡¿Significa eso nada para ti?! Era imposible hacerlo entrar en razón, sobre todo porque ella no tenía como defenderse… no cuando la
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2. Nick, deberás casarte con mi hermana
Un horrible silencio se hizo en la habitación por lo que fueron largos segundos. Calioppe tenía el vestido desgarrado. Nick estaba medio desnudo de la parte de arriba y a ambos los habían encontrado en una posición bastante cuestionable de la que no cualquiera podría librarse tan fácil. — Nick, Calioppe… ¿Qué diablos significa esto? — preguntó Thiago a su hermana y a amigo… aunque todo le resultaba bastante esclarecedor, pues ella se había convertido en una jovencita rebelde después de la muerte de sus padres y la creía capaz de cualquier cosa con tal de librarse de su prometido. Lo que no entraba en su cabeza era como su viejo amigo había caído en las tretas de una jovencita que era casi diez años menor que él. — Estoy esperando una respuesta — continuó, y entrelazó sus dedos a los de su mujer y madre del hijo que venía en camino. Junto a ellos, aguardaban también dos camareras. — Thiago, no es lo que parece — Calioppe intentó explicarse. ¡Por supuesto que no es lo que parece!
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3. ¡Calioppe no te muevas!
Calioppe sabía que no había forma de convencer a su hermano de toda aquella locura, ni antes, ni ahora, pues ya era un hecho… ¡le había conseguido en menos de nada un nuevo marido! Se encerró en la habitación que estaba predestinada para ella ese día y se dejó caer hecha un ovillo en la cama, sollozando en completo silencio. De pronto, la puerta se abrió, revelando la sonrisa de triunfo de su cuñada. — ¿Qué haces aquí? Eres la última persona a la que quiero ver en este momento, así que lárgate. Tiara ignoró lo que su “adorada” cuñada quería y se sentó cruzada de piernas en el filo de la cama. — Vaya humillación para la familia el día de hoy, eh Lilo. ¿Hacer travesuras una hora antes de tu boda? Eres toda una chica mala. — ¡No me llames Lilo! — Calioppe se incorporó muy dispuesta a salir de allí. No quería escucharla, mucho menos compartir el mismo espacio con ella. La detestaba por todo lo que le había hecho el último año. — No te atrevas a hacer otra tontería — le advirtió la
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4. ¡¿Tu esposa?!
Calioppe estaba temblando y su mirada de horror hizo que Nick se sintiera mísero y culpable. ¿Cómo había podido ser capaz de dejarla sola en su primera noche en la hacienda? ¿Es que acaso era un insensato? ¡Deus, claro que lo era! «Um muito grande» pensó en portugués. — Calioppe, mírame, soy yo — le pidió con gesto verdaderamente angustiado, intentando acercarse y primeramente tranquilizar al animal. Heros; un mastodonte de pelaje negro que no solo era muy inquieto en los días de tormenta, sino que relinchaba ante el miedo de las personas a su alrededor y en ese instante la joven esposa de Nicholas parecía haber sido azotada por un pánico desmedido. En eso, entraron los dos peones a quienes se les había escapado el cabello, y al presenciar la escena, se quedaron completamente lívidos por un par de segundos. Esa joven parecía realmente a punto de desfallecer por la impresión. La dulce Calioppe alzó la vista, encontrándose con el poderosísimo verde de los ojos de su esposo. — Eso
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5. Nick humilla a Calioppe
Aunque Calioppe abrió la boca para defenderse, no pudo, pues algo dentro de ella no tardó en deducir que su hermano había puesto a su nuevo marido al tanto de sus “antecedentes”, así que solo se limitó a hacer acopio de todo su enojo para tomar el equipaje y sacar cada una de sus pertenencias con gesto contenido. — ¿Qué tienes allí? — preguntó Nick, fijándose en una pequeña maleta de mano que había dejado intacta. — Es… es mi ropa interior. — Revísala — ordenó al muchacho. Los ojos de Calioppe se abrieron de puro terror… y vergüenza. — ¡¿Qué?! ¡No! ¡No puedes hacer esto! — se defendió. No iba a consentir que la siguiera humillando de esa forma. — Paulo, haz lo que te ordeno. — ¡Que no! ¡Esto es…bochornoso! — intentó interferir, pero la fuerte mano de su esposo la tomó del codo. Alzó la vista; él tenía expresión fría en el rostro. Se zafó de mala gana y se limpió con rabia las lágrimas. — Está limpia, patrón. — Bien, retírate. Tu igual Francisca. — Sí, patrón — musitó la much
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6. ¡¿Eres alérgica al cerdo?!
Entró a la habitación sin tocar. Calioppe alzó la vista y se incorporó cuando lo vio allí, con la mirada más verde que vería jamás puesta en ella. — Me han dicho que no quisiste bajar al comedor. ¿Se puede saber el motivo? — preguntó con firmeza. Ella pasó un trago y jugó nerviosa con sus dedos. La presencia de su esposo la ponía demasiado inquieta, sobre todo por el aura de seguridad y hermetismo que lo rodeaba. — Lo siento… es que no tengo apetito. Nicholas negó y torció una amarga sonrisa. Tenía los brazos en jarra y lucía exasperado ante la dulce y cauta joven. — ¡Esto no es ningún restaurante! — le dijo — ¡Y nadie te servirá cuando decidas que quieres tener apetito, así que bajarás al comedor, te sentarás en la mesa como todo el mundo y agradecerás por lo que se te fue servido! — Pero… yo podría prepararme otra cosa cuando tenga hambre. No voy a molestar a nadie. — No lo entiendes, ¿verdad? — dio un paso al frente. El corazón de ella latió fuerte —. ¡Tú no estás aquí de va
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7. ¿Nicholas estaba preocupado por mí?
— ¡Ve por el botiquín de emergencia! — ordenó a la joven sirvienta que parecía pasmada a los pies de la cama — ¡Ahora, Francisca! — Sí… sí, patrón — tartamudeó y salió de allí rápidamente. Nick volvió la vista a su esposa, ansioso, y apartó un par de mechones dorados del rostro para evaluarla mejor. Lucía mal, terriblemente mal. ¡M4ldita sea! — ¿Puedes respirar? — le preguntó con voz queda, preocupado. ¡Jodidamente preocupado! Calioppe asintió, pero le costaba. Tan rápido como Francisca pudo, volvió a la habitación. Todo el mundo en la casa grande ya estaba al tanto del revuelo y se asomaron curiosos. Romina y su madre se miraron la una a la otra con una sonrisa torcida. Si ella moría, sería lo mejor. Pensaron como víboras venenosas. Nicholas se hizo rápidamente del botiquín y sacó todo lo necesario para suministrarle un fuerte antihistamínico en la vía. Ella se quejó débilmente por el pinchazo. — Tranquila — le susurró con voz dulce —, pronto estarás bien. El antialérgico no
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8. ¿No esperabas que tu esposo fuese un...?
Nick sintió esos ojos azules clavados sobre sí al tiempo que Romina intentaba besarlo, pero, cuando le dijo que muchas cosas cambiarían con la presencia de Calioppe en la hacienda, se refería exactamente a eso. — Romina, déjame a solas con mi esposa. — No hace falta, yo no quería interrumpir, con permiso — dicho eso, salió de allí. Romina sonrió triunfal y Nick se mesó el cabello antes de ir tras ella. — Calioppe — la llamó, pero ella no se detuvo hasta subir las escaleras. Fue allí donde él la alcanzó y la tomó firmemente del brazo — ¡No me ignores cuando te hablo! Ella pasó el amargo trago de lo que había visto en el despacho e intentó zafarse del agarre, pero su fuerza la doblaba. — Quiero… quiero ir a mi recámara. — Habías ido a verme, ¿qué querías? — Nada. Nick sonrió sin alegría. — No mientas. No fuiste solo por nada. ¿Qué querías? — Te dije qué… — Si no me dices que querías, no voy a soltarte; tengo toda la paciencia del mundo para estar así — habló firme y la pegó m
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9. ¡No necesito tu lástima!
— ¿Qué pasa, Calioppe? ¿Es que te ha mordido la lengua el ratón? — preguntó Nick a su joven esposa. Calioppe seguía pasmada bajo el umbral de la puerta, aferrada al silencio. Su lengua no respondía. ¡Nada de ella lo hacía! — No, yo… — ¿Tú qué? Mírate, pareces aterrada. La todavía horrorizada joven negó apresurada con la cabeza. — ¡No! ¡No es eso! ¡Es que…! — ¡No me dirás que excita la idea de un hombre amputado!— dijo sardónico. Calioppe abrió los ojos de par en par. — ¿Qué…? ¡Claro que no! «¡Era un cretino!» Pensó enojada. ¿Cómo se atrevía? — ¿Entonces que es, eh, Calioppe? — preguntó con mordacidad a medida que se acercaba hasta ella. Estaba rabioso, no, estaba furioso. ¡Cabreado hasta la médula ósea! — ¿No piensas hablar? ¡Vamos, dilo! ¡Admite que te asusto! ¡Admite que te doy miedo así! Calioppe se pegó a la pared contigua a la puerta. No le asustaba su condición, ni siquiera un poco, pero, la forma en la que sus ojos verdes se habían oscurecido dos tonos si la aterrab
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10. ¡Nadie aquí se duerme hasta que aparezca mi esposa!
Despertó a todo el mundo en la hacienda. — ¡Patrón, en las caballerizas no está! — le informó Francisca, que salió despavorida a buscarla cuando se enteró. Nick sabía que desde el primer momento ella y su esposa habían congeniado muy bien, por eso notaba ese semblante preocupado en la muchacha. — ¡En los cafetales tampoco! — secundó Paulo. Los rostros en el salón de la casa grande eran los mismos: expectantes y angustiados. Nicholas, ya rebasado, se pasó las manos por el cabello. — Nada, patrón, nadie da razón de ella — apareció Lisandro, el capaz de la hacienda, y para ese punto, uno de los muy pocos hombres que Nicholas podía considerar su amigo. Él ya estaba al tanto de todo y de cómo terminó casado con Calioppe. Ya rebasado, Nick se mesó el cabello. Esa angustia en el pecho era ya demasiado grande. ¡Iba a estallar en cualquier momento! ¡En ese momento! — ¿Cómo es posible que nadie la haya visto salir? ¿Qué se haya esfumado como una aparición? ¡Carajo! ¿Es que aquí las per
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