Las olas del mar bañaban su cuerpo, pero ni siquiera el agua fría pudo aplacar la furia que sentía, así que se lanzó más adentro, a lo profundo del mar, donde sus pies ya no tocaban el fondo. Andrew era un descarado, la evidencia de un sujeto desalmado y cruel, quien no solo lograba adueñarse de sus sentidos, si no que también la había humillado primero con esa mujer y luego con su mejor amigo. Bajo el agua, cerró los ojos y contuvo la respiración, tratando de aplacar su mente, sin éxito. Solo cuando empezó a sentirse algo mareada, y las burbujas del resto del aire que quedaba en su cuerpo empezaron a salir, sintió que su mente se apagaba. —¿Qué demonios crees que estás haciendo? —un par de manos fuertes la habían arrastrado a la superficie, y ahora respiraba agitadamente, recuperando el aliento y tosiendo a la misma vez. Seguramente parecía un pez desbocado frente a él, que estaba más sereno que una noche de verano. Estaban nadando en mitad de la playa, algo lejos de la orilla.
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