La puerta se cerró suavemente a sus espaldas y Valery cerró los ojos con pesar. Sentía el corazón latirle desbocado en su pecho junto a unas terribles ganas de llorar. ¿Cómo era posible que hubiera sido tan tonta? Nunca creyó que estaría viviendo una pesadilla como esta, y para colmo, tras haberse entregado como lo hizo la noche anterior. Sus deseos carnales habían sido más fuertes que su mente, pero él le pagó con muy mala moneda. Corrió al baño cuando las lágrimas bañaron sus mejillas, y desde el espejo, vio su reflejo. Andrew era un hombre despiadado que había logrado engañarla y engañar a todos para salirse con la suya y ahora su objetivo era destruirla a ella también. —¿Qué harás, Valery? —se dijo a sí misma. —No puedes dejarte destruir por ese bastardo. Enojada y dolida en partes iguales, se metió a la ducha intentado borrar el olor de su piel que había quedado impregnado, se vistió con un sexy bikini negro que encontró en su maleta junto a un vestido playero celeste, y salió
Las olas del mar bañaban su cuerpo, pero ni siquiera el agua fría pudo aplacar la furia que sentía, así que se lanzó más adentro, a lo profundo del mar, donde sus pies ya no tocaban el fondo. Andrew era un descarado, la evidencia de un sujeto desalmado y cruel, quien no solo lograba adueñarse de sus sentidos, si no que también la había humillado primero con esa mujer y luego con su mejor amigo. Bajo el agua, cerró los ojos y contuvo la respiración, tratando de aplacar su mente, sin éxito. Solo cuando empezó a sentirse algo mareada, y las burbujas del resto del aire que quedaba en su cuerpo empezaron a salir, sintió que su mente se apagaba. —¿Qué demonios crees que estás haciendo? —un par de manos fuertes la habían arrastrado a la superficie, y ahora respiraba agitadamente, recuperando el aliento y tosiendo a la misma vez. Seguramente parecía un pez desbocado frente a él, que estaba más sereno que una noche de verano. Estaban nadando en mitad de la playa, algo lejos de la orilla.
Unas manos cálidas le acariciaron el cuello mientras él volvía del sueño profundo en que estaba sumergido y le costó unos segundos recuperar la conciencia y abrir los ojos por completo. Cuando lo hubo logrado, se dio cuenta que las caricias provenían de la enfermera Rosemary, y que más que acariciarle, estaba aseándole el cuello con una toalla húmeda, contrario a los perversos pensamientos que le provocó la inconsciencia. Al darse cuenta de que estaba despierto, ella sonrío con dulzura. —¡Buenos días, señor Nicolas! ¿Cómo se siente el día de hoy? A pesar de su trágico estado, ella seguía tratándole con naturalidad y eso a él le gustó. —Un poco de agua, por favor —logró articular con un graznido y ella, solícita, se acercó a la mesa para extenderle un vaso de agua fresca con un sorbete, que bebió a sorbos enormes. —Tranquilo, despacio, no hay prisa —susurró Rosemary. Nicolas aprovechó la cercanía para contemplarla, parecía un ángel del cielo que había caído en su momento más oscu
Tras el altercado en la playa, Valery y Andrew mantuvo las barreras en alto con Andrew dispuesta a no dejar que le afectara lo que él decía, ni mucho menos sus acciones. Sin embargo, debía admitir que estaba viviendo con él experiencias únicas, como el viaje en catamarán que él planeó o bucear en los arrecifes. Eran cosas que siempre había soñado hacer con Nick, pero que este se negaba todo el tiempo, culpando al trabajo de su falta de aventura. Por el contrario, Andrew era intrépido y pronto descubrió que tenían un mundo de cosas en común, salvo las ganas horribles de humillarla y hacerla sentir mal, que salían a relucir cada vez que podía. —¿Estás lista ya? —preguntó en la puerta del baño, con una mirada brillante y un bronceado encantador. Se habían pasado el día con las actividades, que Valery casi olvidaba la misteriosa nota que recibió en la mañana. Se moría de ganas de saber quién era, pero estaba casi cien por ciento segura de que se trataba de Jason. Por lo que, a pesar d
Andrew corrió tras Sophia, preocupado por su amiga. En realidad, ella era amiga de Nicolas más que de él y tuvieron un amorío cuando estaban en la flor de la juventud.Andrew sabía que su hermano estaba loco por ella, pero nunca pudieron hacerlo público porque su padre reprobaba esa relación. Decía que Sophia Jenkins no era mujer para sus hijos y quizás tenía razón, no era la más lista, pese a su belleza.Era la esposa florero que cualquier hombre desearía, pero Albert Davis nunca la vio con buenos ojos.El habérsela encontrado aquí fue todo un plus. Por supuesto que ni siquiera ella fue capaz de distinguirlo de su hermano, por lo que le siguió el juego tan pronto la vio.Lo único que su plan no salió como pensaba, porque si bien quería usarla para darle celos a Valery, no creyó que su esposa fuera tan osada como para atreverse a desafiarla en público.—¡Mi vestido! —sollozaba Sophia, viéndose en el espejo de su habitación.Parecía una chiquilla y eso a Andrew le irritaba sobre manera
En su mesa, Valery cenaba sola sin importarle un rábano las miradas curiosas que habían caído sobre ella desde la escena en la pista. Lo que le faltaba a su vida era el drama de ser la comidilla de uno de los complejos más lujosos de todo Manhattan, pero de ser así, al menos pudo darse el lujo de poner a esa barbie en su puesto, y estaba más que ansiosa de volver a tener la oportunidad de hacerlo. Con Nick estaba acostumbrada a vivir en la palestra pública, pero siempre con una imagen impecable en obras de caridad y eventos importantes. No en un escándalo en un bar. Ya se las vería con su flamante esposo, porque si él tenía cosas que reclamar, más tenía ella, por haberla dejado sola en plena cena para ir a socorrer a esa atrevida, quien quiera que fuera. Con un gesto, le hizo una seña al camarero para rellenar su copa y le dio una buena propina para que mantuviera la copa llena. —Buenas noches, señorita. ¿Puedo preguntar qué hace una mujer tan bella sola en un lugar como este? —un
Andrew la dejó en el piso, ignorando sus insultos y vanos intentos por zafarse de él, todavía sin soltarla.—Cálmate, Val, no te dejaré hasta que no estés tranquila.—Tú no tienes derecho a reclamarme nada y menos después de lo que acabo de presencias. Eres un sínico —dijo ella llena de desprecio, hoy más que nunca atizada por el alcohol. —Depende de ti, pero no te soltaré hasta que te calmes, y créeme que no me importará estar así hasta que raye el alba.Ante ese pensamiento y segura de que lo cumpliría, ella empezó a ceder. Además, él la vio con la mirada más amenazante que encontró por lo que no le quedó de otra más que dejar de zapatear, quedándose tranquila, a pesar de tener la respiración agitada.Lentamente, Andrew fue soltando su agarre, hasta que la vio tranquila.—¡Eres un animal! ¿Cómo se te ocurre golpear a mi amigo de esa forma? ¡Eres un canalla!Esta vez, Valery se lanzó sobre él, golpeándole con todas sus fuerzas en el pecho. Para el mastodonte de su marido, esos golp
El sol de la mañana entró por la ventana por fuerza y Valery despertó algo turbada. La cabeza le dolía horrores por su exceso de alcohol la noche anterior. Había bebido demasiados Martinis y eso ahora le estaba costando. Intentó ponerse de pie para cerrar las ventanas, pero se tambaleó un poco. Entrecerró los ojos para mitigar la jaqueca sin éxito.A su lado, la cama estaba vacía y los recuerdos de la noche anterior la bombardearon haciéndole sentir peor. Ya era parte de su rutina que después de haber pasado la noche con Andrew, al día siguiente despertara sola.¿Qué podría haberle pasado para que se comportara de esa manera? Nunca lo sabría. Solo sabía que su marido parecía tener prohibido brindarle su compañía por las noches. Pensó que se habría ido con la Sophia y el estómago se le revolvió.Como pudo, y sintiéndose fatal consigo misma, corrió al baño con unas terribles ganas de vomitar. Era una de las pocas veces que experimentaba la reseca, y sabía que si Nick estuviera aquí le h