Andrew

Valery no podía creerle, su mente no podía entender cómo había sido capaz de caer en semejante trampa tan vil, tan baja. Junto a la puerta, se quedó petrificada como una estatua, mientras Andrew la miraba con maldad y regocijo a la misma vez.

—¿Qué? ¿Ya no eres tan osada? ¡O es que el gato te ha comido la lengua! —rio con maldad al verla sufrir.

—¡Por lo visto no conoces tan bien a mi hermano! Que te has casado con su gemelo y no te diste cuenta.

Andrew estaba disfrutando de lo máximo su sufrimiento y sintió que finalmente la idea que en un principio parecía descabellada, estaba resultando satisfactoria.

No solo recuperaría lo que por ley le pertenecía, si no que, de paso, pondría a la mujercita de su hermano, ahora suya, a sufrir un poco para su deleite y sufrimiento de su hermano.

—Tú… ¿Por qué hiciste esto? ¿Qué le hiciste a Nick? ¿QUÉ LE HICISTE A NICK? —gritó como loca, al darse cuenta de la realidad.

Poco sabía del hermano gemelo de Nicolas, salvo una que otra historia en las cenas familiares. Era el miembro non grato de la familia, la oveja negra de la que nadie se atrevía a hablar. Lo había visto en unos cuantos retratos con Nick de cuando eran jóvenes, pero nada más.

No tenía ni idea de qué especie de monstruo era él, y mucho menos, de cómo llegó a hacerse pasar por él, pero al ver que ahora la amenazaba y sugestionaba de esta forma, se temió lo peor.

—No le he hecho nada a mi hermanito, es más si estoy aquí, ha sido por su idea.

—¡No te creo! ¡Eres un mentiroso! ¿Qué le hiciste a Nicolas? ¡Monstruo bastardo! —rugió furiosa, mientras se lanzaba a los puños con Andrew.

Sin embargo, sus golpes no eran nada para el tipo fuerte y musculoso que era él. Quería que la tierra se la tragara y que toda esta pesadilla terminara. Era imposible diferenciarlo de Nicolas, de no ser por su tan distinta personalidad. No obstante, nunca se perdonaría no haberse dado cuenta.

—¡Me importa un comino que me creas o no! ¡Ahora eres mía y harás lo que yo diga y cuando yo lo diga!

—¡Antes muerta que sucumbir a ti! Eres un mal nacido, y nuestro matrimonio acaba aquí y ahora. ¡Yo no te amo a ti! Y voy a descubrir qué le hiciste a mi novio y pagarás por tu engaño.

Andrew se acercó a ella, ahora furioso por su amenaza. Sabía que la señorita Johns tenía carácter, pero no creyó que tanto y eso le gustaba. Nada mejor que un desafío para animar la situación, ya que no había algo que le desagradara más, que una mujer insípida.

—Te equivocas, mi amor. Nuestro matrimonio tiene un acuerdo pre-nupcial de por lo menos un año, que vamos a cumplir quieras o no.

Valery lo miró, nerviosa, y todos sus miedos subieron a flor de piel. Su corazón se aceleró aún más en su pecho, y con voz temblorosa, negó, repetidamente. Ella sabía exactamente de qué hablaban, era algo que solo Nick y ella conocían, y el hecho de que Andrew estuviera al tanto, le heló la sangre.

—No puedes estar hablando en serio, tú no puedes hablar en serio —repitió, muerta de miedo.

—Para que veas que no te he mentido. Mi querido hermano me informó del acuerdo que han firmado ustedes dos, por lo visto, ni tan enamorado estaba de ti, que tuvo que asegurarse de que no lo dejarías —se rio con maldad.

—Nick me ama, nunca me dejaría y menos con un tipo como tú y de esta manera, esto debe ser un error, esto es un error —comenzó a pasearse por la habitación, sin entender nada.

Ella y Nicolas habían firmado un acuerdo de que su matrimonio duraría un mínimo de un año antes de terminar, pero eso era porque el señor Albert, padre de ambos, no iba a cederle su imperio sin asegurarse que su tan importante linaje continuara.

Además, era un boleto de seguridad para ella, ya que si no cumplía, no tendría derecho a cobrar la mitad de los bienes de su marido, en caso de divorcio.

Prácticamente el señor Albert había coaccionado a Nick a firmar y ella siempre estuvo de acuerdo, pero una cosa era estar unida a su mejor amigo, por quien sentía afecto, aunque no pasión, y otra muy diferente era haberse casado con el monstruo de cara bonita que tenía frente a ella.

—Si te ama o no, no es asunto mío —mintió Andrew descaradamente. —Solo sé que estás a mi merced ahora, y harás lo que yo diga, quieras no. Si rompes el acuerdo, demandaré a tu padre y quedarán en banca rota y sin un solo centavo.

—¡No te atrevas a hablar de mi familia! —rugió ella, cada vez más furiosa.

—¿O qué? ¿Me golpearás otra vez? —se burló cruelmente. —Me gustaría saber qué diría tu madre enferma al saber que por culpa tuya se quedará sin sus tan costosos tratamientos. Porque si no cumples, me encargaré de acabar con todas las posesiones que tienen.

Él la vio a los ojos, decidido más que nunca. Su maldad no tenía límites y todos los años de frustración y amargura iban a ser saldados ahora. Ella iba a ser su muñeca de entretenimiento y le informaría a su hermano incapacitado, todas y cada una de sus fechorías.

Valery tembló frente a él, incrédula. Nunca creyó que la persona que era idéntica a Nicolas podría ser tan cruel y despiada.

—¿Por qué haces esto? —dijo con un hilo de voz, y una lágrima rodando por su mejilla.

Claramente no tenía escapatoria porque su verdugo había jugado todas sus cartas en su contra.

—Te recuerdo que no tengo que darte explicaciones, bonita, solo puedo decirte: bienvenida al juego.

Con maldad, volvió a la mesa a comer como si nada hubiera pasado, y con un gesto de la mano, invitó a Valery a sentarse. Al ver su indecisión, su sonrisa se transformó en un gesto duro.

—Siéntate o yo mismo me encargaré de hacerlo —ante esa amenaza a ella no le quedó más que obedecer.

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