Todos los capítulos de No sabía que tuvimos dos hijos. Saga familia Duque. : Capítulo 161 - Capítulo 170
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Amarte es mi condena. Cap. 39: Ahora la jefa soy yo.
María Joaquina Duque se ganó el respeto de todos esos hombres que antes trabajaban para Salvador, y aunque intentaba mostrarse fuerte, por dentro se estaba muriendo lentamente, sin Arismendi nada era lo mismo. Así pasó una semana más, ella trabajando hasta tarde armando el expediente para hundir a esos criminales, en el día se quedaba dormida, Malú le hizo llegar las pruebas que requería, pero ahora los necesitaba con las defensas bajas a esos corruptos. Además, que con los documentos que le dejó Malú a Molina, Sebas confirmó que ella supuestamente estaba de su lado, al no entregar la tarjeta, ni la clave, ni nada que pudiera hundirlo, no sabía que todo era un complot de las hermanas Duque. Claro que muy contento no estaba, ya sabía que estaba fuera del país con su esposo e hijos, y eso le tenía de mal humor, además que no lo descartaban como sospechoso de la muerte de Salvador Arismendi. Majo se comunicaba con sus padres, para no angustiarlos más, les decía que estaba bien en
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Amarte es mi condena. Cap. 40: Si no lo hacemos, voy a enloquecer.
—¡Lo que escuchas! —exclamó ella con la naturalidad que la caracterizaba. —¿Pensaste que haría un duelo eterno? ¿Qué escaparía como una damisela en peligro? ¿Qué me refugiaría en casa de mis padres? —rebatió con seguridad—. Pues no. —Miró a Salvador con seriedad—, esos infelices no me iban a ver derrotada, juré hacer justicia y empecé a mover mis piezas. Salvador la contempló con seriedad por segundos, mantenía sus labios separados, impresionado. —¿Qué hiciste? —preguntó, sintiendo un escalofrío—, dime que no cometiste algún delito. —Tú me enseñaste que a veces se debe hacer cosas malas, actuar de la misma forma que esos delincuentes —expresó, lo miró a los ojos—, pero no vamos a hablar toda la noche de las cosas que hice o ¿sí? —cuestionó, irguió la barbilla—, solo quiero que te quede claro que aquí, quien da las órdenes desde ahora en adelante soy yo, y eso te incluye. Salvador soltó un resoplido, negó con la cabeza. —Sabes que jamás me someto ante la voluntad de nadie. Majo l
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Amarte es mi condena. Cap. 41: Los resultados.
Salvador sintió un pinchazo en el corazón al escucharla, y de pronto el médico apareció, ya tenía los resultados de los análisis. —Buenos días, perdón por interrumpir —avisó—, solo vine a informar que ya tengo los resultados de sus estudios señorita. —Bien, venga a mi alcoba, y me dice lo que tengo —ordenó María Joaquina, ignoró por completo a Salvador. —No se mueva, lo que le tenga que decir a ella, lo dice en mi delante —ordenó. —Tú no eres nadie para meterte en mi vida —gritó Majo—. Me estás haciendo a un lado, no tienes derecho, ya no somos nada, hemos terminado. El médico inhaló profundamente. —Bueno, deberían reconsiderar la separación. —No se meta —gritó Majo—, hable, qué tengo —ordenó frunciendo el ceño. El médico iba a dar la noticia con una felicitación, pero dada las circunstancias, soltó el resultado de un solo golpe. —Usted está embarazada, señorita Duque. —Ah bueno, eso no es grave —contestó ella, sin todavía reaccionar, hasta que entendió. —¿Qué? ¿Est
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Amarte es mi condena. Capítulo 42: Queremos una vida juntos.
Sebastián se encontraba en su oficina, revisaba las estadísticas de las últimas encuestas de la campaña, resopló al ver que la curva marcaba hacia abajo. —¡No puede ser! —gruñó, y resopló con molestia, entonces pensó en Malú, y lo lejos que estaban—, creo que te haré una visita. Terminó de decir esa frase cuando escuchó gritos afuera, se habían confiado demasiado y Majo desde la clandestinidad había movido las piezas a su favor, y las pruebas que le envió su hermana fueron contundentes. Y de pronto la puerta de la oficina del importante político se fue al piso, y varios policías ingresaron. —Doctor Sebastián Sáenz queda detenido por peculado y enriquecimiento ilícito. —Lo esposaron sin que él pusiera resistencia—, tiene derecho a guardar silencio y todo lo que diga será usado en su contra. —Soy inocente —gritó—, esto es una arbitrariedad, llama a mis abogados —solicitó a su asistente antes que lo metieran al elevador, entonces recordó que su defensora era Majo, y el bufete para el
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Amarte es mi condena. Cap. 43: ¡Juntos hacemos cosas bonitas!
El pecho de Salvador empezó a subir y bajar agitado: “Una familia” aquellas dos palabras calaron en el fondo de su alma, y fue en ese momento que su mente se aclaró, todo había sido tan precipitado a su regreso, que ni tiempo tuvo de procesar todo lo ocurrido y en especial que sería papá, entonces entendió que, ya no podía pensar solo en él, en su deseo de justicia, sino en ese pequeño ser que se anidaba en el vientre de la mujer que le robó el corazón, y que desde que la conoció algo en él cambió, la mirada se le suavizó. Majo lo observó con atención, él siempre se mostró como un hombre que tenía el poder de controlarlo todo, su mirada era en ocasiones pétrea, diabólica, siniestra, sin embargo, ella pudo traspasar esas barreras, y no lo hizo precisamente siendo la damisela en peligro, al contrario, lo hizo enfrentar a su pasado, a sus temores, a sus enemigos, sin embargo, la bomba estaba por estallar. —Una vida juntos es lo que más anhelo a tu lado —confesó Salvador—, jamás pensé e
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Amarte es mi condena. Cap. 44: Las cosas en su sitio.
María Joaquina abrió la puerta de aquella habitación de la clínica, asomó su cabeza, miró que no hubiera nadie, se acomodó la ropa. —Ya podemos salir —avisó a Salvador, luego de haber tenido un encuentro apasionado en aquella alcoba. Ella salió primero, y luego él lo hizo después. —¡Estás loca! —susurró él. Majo soltó una carcajada. —Acostúmbrate cariño, a todos los Duque nos falta un tornillo, es una falla de nacimiento —bromeó—, además no pusiste objeción, y lo disfrutaste. —Sonrió y le guiñó un ojo. Salvador no pudo evitar mostrar esa sonrisa llena de satisfacción en sus labios, no refutó, claro que había disfrutado de ese encuentro tan apasionado. Y así camuflados como si fueran dos fugitivos subieron a la camioneta blindada, compraron las medicinas, y luego fueron llevados a donde los esperaba la avioneta. **** En una de las salas de la fiscalía, se leían los cargos en contra de Sebastián Sáenz, sus padres le habían conseguido un buen equipo de abogados, el fisca
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Amarte es mi condena. Cap. 45: ¡La justicia llega!
Salvador soltó un resoplido, entonces miraron las noticias, querían saber que había ocurrido con Sebastián. —Qué tipo tan cobarde —gruñó Salvador cuando escuchó que se declaraba inocente—, actuó por amenazas, y por qué no renunció, no, se dejó comprar —musitó apretando los puños—, pero falta la estocada final, él sabía lo de mi hermana, fue cómplice y lo pagará caro. Majo se quedó mirando a la pantalla, no dijo nada, aún era duro para ella darse cuenta de la clase de hombre con el cual iba a compartir su vida, aquel que creyó honorable, intachable, estaba enlodado, con mentiras y engaños. —Es increíble como la vida te cambia de un momento a otro y en ocasiones se te cae la venda de los ojos —musitó y soltó un suspiro. Salvador se aproximó a ella, la llevó a sentarse en un cómodo sofá. —A veces toca caer para aprender, lamento tanto que perdieras diez años de tu vida al lado de un hombre que no te valoró. —Besó el dorso de su mano. Majo lo miró con ternura. —Sí habría enco
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Amarte es mi condena. Cap. 45: Quiero ese caso.
Salvador se comunicó con su equipo de abogados, solicitó que no permitieran por nada del mundo que Araujo, y Sáenz salieran con fianza, los delitos que tenían encima no daban derecho a eso, pero en ocasiones la justicia era ciega. Así que los abogados de inmediato empezaron a trabajar en eso. Era tarde y Majo, se sentía cansada, así que Salvador insistió en que fuera a dormir, ella no puso objeción, sin embargo antes de irse a descansar requería hacer dos cosas importantes, la una era hablar con sus padres, y la otra con él. —Necesito hablar contigo, es algo importante. —Se aclaró la garganta, lo miró a los ojos. —¿Qué sucede? —preguntó Salvador, se sentó junto a ella. —¿Recuerdas que me pediste no hacerme cargo del caso de Sebastian? Salvador asintió, su mirada se volvió oscura y sus ojos se centraron en Majo. —Así es. —Lo estuve pensando mejor, y en verdad quiero ser yo la que lo envíe a prisión, por favor —suplicó—, él sabía que ese infeliz de Araujo trabajaba con el h
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Amarte es mi condena. Cap. 46: Yo te hundiré en prisión.
—¡Me encanta! —exclamó Majo y lo abrazó. Entonces la llevó de la mano a la segunda planta a conocer las habitaciones. —Puedes hacer los cambios que desees, no hay problema —dijo Salvador. Majo miró la cómoda terraza, ahí había una silla colgante de las que a ella le fascinaba para sentarse a leer, además había una mesa para contemplar el atardecer con una buena taza de café. —Está perfecta —dijo Majo, sonrió, y luego recordó que debían hacer importante, sintió un estremecimiento en todo el cuerpo, de inmediato entró a ducharse en la enorme cabina del baño, y cuando salió se colocó su mejor vestido, sus altos tacones, se vistió como cuando tenía un juicio importante, agarró su cabello en un moño, se maquilló cubriendo su palidez y las ojeras, aunque iba recuperando ya el apetito. —¿Lista? —preguntó Salvador, la miró de pies a cabeza estaba preciosa, muy elegante, distinguida, como cuando la conoció y lo dejó sin aliento, ella tenía esa capacidad sobre él. —Solo agarro mi po
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Amarte es mi condena. Cap. 47: Verdad al descubierto.
Más tarde en casa de Majo y Salvador ambos esperaban la llegada de los padres de ella, a más de sus hermanos, claro Malú y su esposo no se encontraban en el país por obvias razones. Majo entrelazaba sus manos con impaciencia, además no dejaba de sentir ese sabor amargo que las palabras de Sebastián dejaron en su corazón, y no porque aún lo amara, sino que era duro para ella conocer la verdadera identidad del hombre con el cual tuvo una relación de diez años, y estuvo a un paso de cometer el peor error de su vida, y que era casarse con él. —¿Qué te ocurre? —preguntó Salvador, la conocía bien, podría estar embarazada, sentirse cansada, sin embargo, era imparable a pesar de los malestares, pero esa tarde estaba quieta, sentada en un mueble contemplando el paisaje exterior.Majo soltó un suspiro. —Cuando empecé esta carrera, y tuve casos de maltrato familiar, me sorprendía que en ocasiones tenía como víctimas a mujeres profesionales, claro no pienses que creo que porque una mujer es pr
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