—Creo que estás muy confundido —le dijo Diana apenas cerraron la puerta y se quedaron a solas—. ¿Qué pretendes diciéndole eso a los niños? Mira, señor guapo, ya sé que te crees la última Coca-Cola del desierto porque eres un hombre grande, fuerte, poderoso. Pero nadie, escúchame, nadie, va a romperle el corazón a mi hija haciéndole creer cosas que no van a ocurrir.¡¿Qué se creía ese hombre?! Ahora le tocaría a ella hacerle entender a Victoria que no podía volver a ver a esos niños y que no viviría en esa casa de ensueño que le estaban describiendo.Había visto la mirada ilusionada de su hija cuando ese hombre prepotente había soltado que tenía que hablar con su nueva mamá.—Lo primero, siéntate, me gusta hablar con la gente viéndola a los ojos para que sepan que hablo con la verdad. Y segundo, puedes dejar de llamarme señor guapo, mi nombre es Alexander Turner.Diana hizo memoria al escuchar ese nombre.Nunca había estado muy pendiente de los negocios de su exmarido y de su padre, la
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