En cuestión de horas, Alexander había organizado el viaje y no le había preguntado siquiera si ella deseaba ir, pero era su jefe y tenía que cuidar a los niños sin importar el lugar en el que estuvieran.¿Deseaba ir? Se preguntó, Diana.Tal vez sí, su padre nunca tuvo tiempo para pasar tiempo con ella.Y su madre al único lugar que le gustaba llevarla era al internado para que aprendiera todo lo necesario para ser, según sus palabras textuales: «Inteligente, pero sin demostrarlo demasiado. Así su esposo no creería que se había casado con una sabelotodo. Elegante, bien educada y siempre sabiendo cuál era su lugar en el mundo, ser una linda esposa florero».Para su madre darle los buenos días a su padre y que ambos se ignoraran el resto del día era normal en un matrimonio. Después debía salir a beber Martini con sus amigas mientras se dedicaban a quejarse de lo complicado que era ser la esposa de un magnate.Diana llegó al mundo por obligación y cuando su padre vio que no era el desead
—¿Yo? —balbuceó muy nerviosa—. ¿Qué tiene que ver la edad de mi hija con lo que estábamos hablando?Diana no sabía qué hacer, podía contarle la verdad en ese momento, pero estaba segura de que la obligaría a casarse con él.Y ella no estaba dispuesta.Menos después de lo que habían hablado.No podía estar viviendo con el fantasma de su difunta esposa para siempre.—Sí, tú. Acabas de decir que no hubo más nadie después de mí… Y si es así, Victoria es, hum, es mi…—¿De qué estás hablando? —dijo y se rio de forma frenética—. Victoria es hija de mi exesposo, yo ya estaba embarazada cuando aquello ocurrió.Diana se frotó el lóbulo de la oreja sin parar.Si él la conociera un poco más se habría dado cuenta de que siempre hacía eso cuando tenía que mentir.Él pareció desilusionarse y ella se sintió muy mal por engañarlo, pero todavía no podía decírselo.Vivió durante un año con su esposo y nunca llegó a conocerlo del todo, necesitaba tiempo para juzgar si Alexander era un buen hombre.Por el
Diana se acostó y no se cubrió con el saco de dormir.No dejaba de mirar las sombras que provocaba el fuego y que se movían en la lona de la tienda.—No eres una niña, deja de ser tan miedosa —se increpó a sí misma.Alexander le había ofrecido que durmiera con él y por un momento casi dijo que sí.Tuvo que callar sus impulsos y pensar antes de contestar.Cada vez le gustaba más y tenía que ponerse un freno o terminaría con el corazón roto.El tiempo pasó y no lograba dormir por más que sintiera mucho cansancio.La culpa era de ese hombre.Cada vez que cerraba los ojos lo veía exhibiéndose sin camisa, con ese aire de yo puedo con todo.Intentó obligarse a dormir y poco a poco lo fue consiguiendo.A sus sueños llegó ese hombre y sintió una caricia subiendo por su pierna.—Me haces cosquillas, Alexander —murmuró y colocó la mano sobre la pierna.Acarició algo peludo, lo agarró y abrió los ojos con rapidez.Diana no pudo gritar, el aire se le quedó atorado en los pulmones cuando vio esos
Diana comenzó a ponerse muy nerviosa con las preguntas que le hacía Alexander.Ella solo quería dormir después del susto y se había sentido muy segura en sus brazos, pero después comenzó a hablar y todo se estropeó. No quería hablar de su vida pasada, si él descubría a lo que se había dedicado durante ese tiempo, ¿qué pensaría de ella?Diana solo bailaba, jamás se había acostado con ningún cliente por más necesidad que tuviera.Tampoco podía decirle que su exmarido no le pasaba la pensión de Victoria porque en el juicio se descubrió que no era su hija.Se sintió tan nerviosa y hostigada a preguntas que hizo lo primero que se le pasó por la mente, lo besó.Y cuando sus labios se rozaron se olvidó de las preguntas, del mal rato que había pasado y de que ese hombre no quería enamorarse.Ella… Ella podría amar por los dos.Había pasado demasiado tiempo desde que alguien la besó y menos de esa forma.Alexander había enredado las manos en su cabello y la mantenía sujeta como si no quisiera
Diana estaba tan furiosa, se quería marchar de allí en ese mismo momento, pero no quería estropearles el viaje a los niños.—Siéntate a desayunar, después hablaremos —llegó a gruñirle Alexander porque ella se había alejado para que nadie notara su enfado.—No quiero hablar contigo, ya conseguiste lo que querías, ahora si quieres despedirme hazlo, pero lo que ocurrió anoche jamás volverá a suceder —siseó llena de rabia.Era una misión casi titánica conseguir que Diana se enfadara.Su carácter era demasiado complaciente y afable, pero en aquel momento había estallado.Era como si hubiera apresado en una bomba todas las frustraciones de su vida y las hubiese dejado salir en ese momento.Alexander suavizó el tono de su voz y la intentó agarrar de la cintura.—No seas tan dura conmigo, cometí un error, déjame que te explique.Diana no permitió que la abrazara, no iba a dejarse manipular por sus falsas muestras de cariño.—No quiero escucharte, por favor, déjame.—Ven a desayunar con los ni
Diana, después de quedarse sola y de que se le bajara el enfado, había comprendido que tuvo una reacción desproporcionada.No justificaba que Alexander se hubiera comportado de esa forma, pero recopilando esa noche, ella fue la que lo besó para que no continuara haciéndole preguntas.Había sido una broma de mal gusto, pero no para gritarle que no se casaría con él y más cuando los niños ya lo sabían.En cuanto regresaran iba a hablar con él y se disculparía con los pequeños.No podía olvidar esas caritas desilusionadas.Ya que iba a pasar un rato sola, decidió tumbarse a tomar el sol de la mañana. Era bastante temprano y no se quemaría.Se relajó tanto que el sueño por haber descansado poco la venció y terminó por quedarse dormida.***Alexander llegó con sus hijos al campamento y no vio a Diana por ninguna parte.Las camionetas estaban en su lugar y no la creía capaz de marcharse sin Victoria.Iba a ir a buscarla, pero todavía no se sentía preparado para enfrentarla.Estaba casi segu
—¡No es gracioso! Desátanos —gritó Diana al ver que Alexander se agarraba el estómago de tanto reírse.—¡Papá, ella me amarró! —mintió Nathan.—Eso no es cierto, no mientas. Por favor, Alexander, desátanos y te explico, me están comiendo las hormigas.—Ahora regreso —dijo y se marchó dejándola de nuevo allí.Volvió a los pocos minutos con un gran cuchillo en las manos.—Dime que eso es para desatarme y no para acabar conmigo y enterrarme donde nadie me encuentre.—Tú y tu imaginación, Diana —se quejó él, pero cuando la miraba al rostro lanzaba una carcajada—. Es para cortar la cuerda.—Pero no te rías, no ves que solo animas a los niños a seguir haciéndolo.—A mí ninguna payasita me va a venir a decir cómo tengo que educar a mis hijos y menos cuando acabó atada a un árbol —gruñó él, sacó el teléfono y le colocó la cámara frontal para que se viera.Aquello era humillante.¿Por qué Dios la había castigado con un sueño tan profundo?Tenía toda la cara pintada.Los niños le habían maquill
Diana había decidido esa mañana que le contaría a Alexander que Victoria era su hija una vez que se disculpara por su reacciónPero todo había cambiado entre ellos y ella no lo iba a obligar a aceptarla.Su trabajo pendía de un hilo y si le confesaba en ese momento lo de Victoria no sabía cómo reaccionaría.Tal vez pensaba que le mentía para que no la despidiera o se sentía obligado a casarse con ella.Se ganaría a los niños de nuevo, esperaría a que todo se calmara y cuando lo consiguiera hablaría con él.Era necesario, no podía callarlo más y no por ella, lo hacía por Victoria.Se merecía a su padre.Lo que Diana había comenzado a sentir por Alexander no tenía nada que ver.Salió del agua cuando se sintió limpia del todo y se dirigió al campamento para cambiarse de ropa.En cuanto llegó, los niños la miraron con rencor y Victoria corrió a abrazarla.—Te mojaré, peque, deja que me cambie y ahora te daré muchos besos.—Solo quiere a su niña, nosotros no le importamos —murmuró Nathan.