Diana estaba tan furiosa, se quería marchar de allí en ese mismo momento, pero no quería estropearles el viaje a los niños.—Siéntate a desayunar, después hablaremos —llegó a gruñirle Alexander porque ella se había alejado para que nadie notara su enfado.—No quiero hablar contigo, ya conseguiste lo que querías, ahora si quieres despedirme hazlo, pero lo que ocurrió anoche jamás volverá a suceder —siseó llena de rabia.Era una misión casi titánica conseguir que Diana se enfadara.Su carácter era demasiado complaciente y afable, pero en aquel momento había estallado.Era como si hubiera apresado en una bomba todas las frustraciones de su vida y las hubiese dejado salir en ese momento.Alexander suavizó el tono de su voz y la intentó agarrar de la cintura.—No seas tan dura conmigo, cometí un error, déjame que te explique.Diana no permitió que la abrazara, no iba a dejarse manipular por sus falsas muestras de cariño.—No quiero escucharte, por favor, déjame.—Ven a desayunar con los ni
Diana, después de quedarse sola y de que se le bajara el enfado, había comprendido que tuvo una reacción desproporcionada.No justificaba que Alexander se hubiera comportado de esa forma, pero recopilando esa noche, ella fue la que lo besó para que no continuara haciéndole preguntas.Había sido una broma de mal gusto, pero no para gritarle que no se casaría con él y más cuando los niños ya lo sabían.En cuanto regresaran iba a hablar con él y se disculparía con los pequeños.No podía olvidar esas caritas desilusionadas.Ya que iba a pasar un rato sola, decidió tumbarse a tomar el sol de la mañana. Era bastante temprano y no se quemaría.Se relajó tanto que el sueño por haber descansado poco la venció y terminó por quedarse dormida.***Alexander llegó con sus hijos al campamento y no vio a Diana por ninguna parte.Las camionetas estaban en su lugar y no la creía capaz de marcharse sin Victoria.Iba a ir a buscarla, pero todavía no se sentía preparado para enfrentarla.Estaba casi segu
—¡No es gracioso! Desátanos —gritó Diana al ver que Alexander se agarraba el estómago de tanto reírse.—¡Papá, ella me amarró! —mintió Nathan.—Eso no es cierto, no mientas. Por favor, Alexander, desátanos y te explico, me están comiendo las hormigas.—Ahora regreso —dijo y se marchó dejándola de nuevo allí.Volvió a los pocos minutos con un gran cuchillo en las manos.—Dime que eso es para desatarme y no para acabar conmigo y enterrarme donde nadie me encuentre.—Tú y tu imaginación, Diana —se quejó él, pero cuando la miraba al rostro lanzaba una carcajada—. Es para cortar la cuerda.—Pero no te rías, no ves que solo animas a los niños a seguir haciéndolo.—A mí ninguna payasita me va a venir a decir cómo tengo que educar a mis hijos y menos cuando acabó atada a un árbol —gruñó él, sacó el teléfono y le colocó la cámara frontal para que se viera.Aquello era humillante.¿Por qué Dios la había castigado con un sueño tan profundo?Tenía toda la cara pintada.Los niños le habían maquill
Diana había decidido esa mañana que le contaría a Alexander que Victoria era su hija una vez que se disculpara por su reacciónPero todo había cambiado entre ellos y ella no lo iba a obligar a aceptarla.Su trabajo pendía de un hilo y si le confesaba en ese momento lo de Victoria no sabía cómo reaccionaría.Tal vez pensaba que le mentía para que no la despidiera o se sentía obligado a casarse con ella.Se ganaría a los niños de nuevo, esperaría a que todo se calmara y cuando lo consiguiera hablaría con él.Era necesario, no podía callarlo más y no por ella, lo hacía por Victoria.Se merecía a su padre.Lo que Diana había comenzado a sentir por Alexander no tenía nada que ver.Salió del agua cuando se sintió limpia del todo y se dirigió al campamento para cambiarse de ropa.En cuanto llegó, los niños la miraron con rencor y Victoria corrió a abrazarla.—Te mojaré, peque, deja que me cambie y ahora te daré muchos besos.—Solo quiere a su niña, nosotros no le importamos —murmuró Nathan.
La mañana llegó y que los niños la vieran salir de la tienda de su padre no resultó cómo esperaba.No hicieron ningún comentario y todo el tiempo estuvieron serios.Alexander fingía que todo estaba bien frente a ellos, pero cuando Diana intentaba hablarle, él solo gruñía y la dejaba con la palabra en la boca.—Aprovechemos el último día antes de regresar a casa —dijo Alexander y les informó de que esa mañana harían un poco de canotaje—. A Gabriel y a Nathan les encanta —comentó para información de ella.—Victoria y yo nos quedaremos aquí, nunca hemos practicado algo así.—Pero yo quiero, mami, me quiero subir en esas barcas —se quejó su hija.—El agua es tranquila, Diana, si no fuera así yo no llevaría a mis hijos. Solo más adelante hay una bifurcación donde comienzan los rápidos y para alguien inexperto sí puede ser peligroso. —Alexander la miraba como si quisiera que ella fuera, pero la verdad no estaba segura.—Es una aburrida, papá, déjala que se quede aquí —la atacó Nathan.—No e
Los días transcurrieron y Alexander se volcó en el trabajo para no pensar.La noche que llegaron del viaje casi no pudo dormir, estuvo dando vueltas en la cama. No podía dejar de pensar en ese momento en que la vio siendo arrastrada por la corriente.¿Es que no había aprendido nada de los errores?Perdió a Rebeca en un viaje que hicieron justos y casi ocurrió lo mismo con Diana.Su esposa le había propuesto esquiar, estaba ilusionada con la nieve y él aceptó.Durante años se preguntó por qué ella cambió de un momento a otro. Rebeca odiaba todo lo que tuviera que ver con deportes, aire libre y naturaleza.Un día llegó y le propuso el viaje, le extrañó, pero creyó que ella lo hacía para mejorar su relación.Desde que nacieron los niños no los atendía, los ignoraba la mayor parte del tiempo y se mostraba aburrida con su vida.En aquel viaje perdió a su esposa y solo tenía una tumba vacía donde ir a llorarla porque nunca lograron rescatar el cuerpo.Su asistente llamó a la puerta de su of
Alexander esperó a la tarde para reunir a sus hijos y a Diana.Los mandó a llamar al salón y cuando estuvieron todos allí les pidió que se sentaran.—Hoy papá les contará una historia… Un cuento —les dijo y sus hijos comenzaron a quejarse.—Ay, no, papá, tus cuentos son muy malos. Mejor tú, mami, cuéntanos tú uno.A Gabriel ya parecía que se le había pasado el enfado con Diana y volvía a estar apegado a ella.—Mi mami es la mejor contando cuentos —la defendió Victoria.La niñera, después de su último encuentro, parecía no querer ni mirarlo y solo estaba allí porque la había mandado a llamar junto con los niños.—No les hagas caso, papi, cuéntanos el cuento.—Eso haré, Nathan, porque este cuento les va a gustar ya que es real, me ocurrió a mí. ¿Quieren escucharlo?—¡Sííííí! —gritaron los niños.—Y tú, Diana, ¿quieres escucharlo? Te veo muy callada y en este cuento también eres la protagonista —la increpó con una sonrisa fingida.Ella lo miró sin entender, pero pronto lo haría.—Sí, cla
Si Diana creyó que nada podía empeorar entre Alexander y ella, estaba equivocada.El día de la boda llegó, tal como le había explicado él no iba a ser una gran celebración, solo una pequeña reunión y la hacía por los niños.Cuando Alexander le preguntó si tenía a alguien a quien quisiera invitar de su familia, ella solo dijo que no.Aunque su padre y su madre estaban muy vivos, ellos no habían querido saber de ella ni de su nieta desde que se divorció.Conocían su existencia y nunca les importó, así que para ella era huérfana.Los pequeños se habían arreglado para la ocasión, Nathan y Gabriel se veían adorables vestidos igual que su padre y su hija parecía una pequeña princesa.No hubo música para la entrada de la novia, ni un vestido blanco como la última vez que se casó, tampoco Alexander la estaba esperando en ningún altar.Ambos entraron en un despacho del juzgado dónde un juez los esperaba y lo hicieron acompañados de los niños y de los padres de Alexander.El matrimonio le agrad