Los días transcurrieron y Alexander se volcó en el trabajo para no pensar.La noche que llegaron del viaje casi no pudo dormir, estuvo dando vueltas en la cama. No podía dejar de pensar en ese momento en que la vio siendo arrastrada por la corriente.¿Es que no había aprendido nada de los errores?Perdió a Rebeca en un viaje que hicieron justos y casi ocurrió lo mismo con Diana.Su esposa le había propuesto esquiar, estaba ilusionada con la nieve y él aceptó.Durante años se preguntó por qué ella cambió de un momento a otro. Rebeca odiaba todo lo que tuviera que ver con deportes, aire libre y naturaleza.Un día llegó y le propuso el viaje, le extrañó, pero creyó que ella lo hacía para mejorar su relación.Desde que nacieron los niños no los atendía, los ignoraba la mayor parte del tiempo y se mostraba aburrida con su vida.En aquel viaje perdió a su esposa y solo tenía una tumba vacía donde ir a llorarla porque nunca lograron rescatar el cuerpo.Su asistente llamó a la puerta de su of
Alexander esperó a la tarde para reunir a sus hijos y a Diana.Los mandó a llamar al salón y cuando estuvieron todos allí les pidió que se sentaran.—Hoy papá les contará una historia… Un cuento —les dijo y sus hijos comenzaron a quejarse.—Ay, no, papá, tus cuentos son muy malos. Mejor tú, mami, cuéntanos tú uno.A Gabriel ya parecía que se le había pasado el enfado con Diana y volvía a estar apegado a ella.—Mi mami es la mejor contando cuentos —la defendió Victoria.La niñera, después de su último encuentro, parecía no querer ni mirarlo y solo estaba allí porque la había mandado a llamar junto con los niños.—No les hagas caso, papi, cuéntanos el cuento.—Eso haré, Nathan, porque este cuento les va a gustar ya que es real, me ocurrió a mí. ¿Quieren escucharlo?—¡Sííííí! —gritaron los niños.—Y tú, Diana, ¿quieres escucharlo? Te veo muy callada y en este cuento también eres la protagonista —la increpó con una sonrisa fingida.Ella lo miró sin entender, pero pronto lo haría.—Sí, cla
Si Diana creyó que nada podía empeorar entre Alexander y ella, estaba equivocada.El día de la boda llegó, tal como le había explicado él no iba a ser una gran celebración, solo una pequeña reunión y la hacía por los niños.Cuando Alexander le preguntó si tenía a alguien a quien quisiera invitar de su familia, ella solo dijo que no.Aunque su padre y su madre estaban muy vivos, ellos no habían querido saber de ella ni de su nieta desde que se divorció.Conocían su existencia y nunca les importó, así que para ella era huérfana.Los pequeños se habían arreglado para la ocasión, Nathan y Gabriel se veían adorables vestidos igual que su padre y su hija parecía una pequeña princesa.No hubo música para la entrada de la novia, ni un vestido blanco como la última vez que se casó, tampoco Alexander la estaba esperando en ningún altar.Ambos entraron en un despacho del juzgado dónde un juez los esperaba y lo hicieron acompañados de los niños y de los padres de Alexander.El matrimonio le agrad
Alexander no podía creer su mala suerte.¡La hija de Albert Miller!Ese hombre llevaba años haciéndole la vida imposible y sobre todo desde que se había asociado con Izan Brown, no sabía cuál de los dos era peor.Izan no tenía escrúpulos y hacía lo que fuera por conseguir lo que quería, incluso intentó seducir a Rebeca para ponerla en su contra.Pero su difunta esposa era una buena mujer y nunca lo permitió.Aquello era increíble, de todas las mujeres que había en el mundo él tuvo que dejar embarazada a Diana Miller, la hija de un hombre al que detestaba con todo su ser.Intentaba creer que ella no tenía nada que ver con todas las jugarretas que le había hecho su padre a lo largo de los años, quería creer en Diana… Por sus hijos.La boda fue incómoda, la reunión que hicieron después también y cuando llegaron a la casa él solo quería agarrar una botella y continuar bebiendo.Ya lo había hecho mientras Diana hablaba cordialmente con sus padres.Ellos habían sido muy amables con ella por
La mañana llegó y a Alexander le dolía mucho la cabeza.Había soñado con esa bruja de nuevo y ni en sueños había logrado quitarse esas ganas que tenía de ella.La almohada era muy cómoda, mullida, blandita y suave.Olía delicioso y se apretó más contra ese agradable cojín.Le colocó la mano encima y se encontró frotándola.—Parece un pecho —murmuró medio dormido.—Es un pecho, no lo parece y es «mi pecho» el que estás agarrando.Alexander abrió los ojos de golpe y se encontró a Diana a su lado.Estaba soñando, seguro, él no pensaba compartir su habitación con su esposa. Volvió a agarrar el seno de sus sueños y lo apretó con suavidad.—Qué buen sueño —balbuceó y al sentir movimiento a su lado parpadeó varias veces.Se encontró un cuerpo femenino a su lado, desnudo.Ella lo miró, acusadora. Ni en sueños esa mujer lo dejaba ser feliz.¡Siempre con esa mirada de Alexander compórtate!—Si no vas a cocinar el pan, no calientes la panadería —le soltó Diana, molesta y le quitó la mano de su p
Diana había estado pensativa desde que Alexander se marchó.No podía entenderlo, estaba claro que ella no le era tan indiferente como quería hacerle ver. ¿Entonces por qué no les daba la oportunidad de comenzar de cero?No importaba cuánto lo intentaba, él se negaba incluso a mantener una amistad por el bien de sus hijos.Miró a los niños y decidió que no pensaba arruinarse el día porque su esposo hubiera decidido huir de ella y marcharse a trabajar.—¿Qué les parece si aprovechamos que hoy no fueron a la escuela? ¿Qué quieren hacer? —les preguntó.—¡Hacer rompecabezas!—¡Pintar!—Contigo nada —terminó por gruñir Nathan.—Está bien, entonces solo me llevaré a Gabriel y a Victoria al cine y les compraré palomitas. Como tú no quieres…—¡Sí, quiero! —se apresuró a decir Nathan.«Tan bipolar como su padre», pensó.—Vamos, ¡a prepararse!***Cuando Alexander llegó a casa se encontró que los niños no estaban y Diana tampoco.Miró su teléfono para ver si le había dejado algún mensaje o tenía
Diana se dirigió a la cocina, entre el dolor de cabeza por llorar y el hambre que sentía por haberse perdido la cena, cada vez se sentía de peor humor.Aunque su malhumor tenía nombre y apellido: Alexander Turner, su esposo y el hombre más insoportable que hubiera conocido.Ni su exmarido llegaba a ese nivel, al menos Izan se molestó en fingir durante un año que ella le agradaba.Después mostró lo despreciable que era, pero Alexander ya lo estaba siendo desde el principio.Bueno, de esa forma ya sabía a lo que atenerse y dejaba de hacerse falsas ilusiones.Diana se tomó la pastilla y después comenzó a buscar en el refrigerador algo para comer.Así la encontró Alexander, intentando agarrar un bote de yogur de litro de la parte superior.El objeto de su deseo estaba demasiado atrás y le costaba alcanzarlo. De puntillas y estirándose lo más que pudo, logró atraparlo con la yema de los dedos.Cuando lo tuvo agarrado y estaba a punto de conseguirlo, su esposo decidió darle un susto de muer
Alexander se quedó en la cocina y la vio marchar.No se veía como alguien que estuviera mintiendo.Sus lágrimas no se miraban falsas ni tampoco el dolor que se mostraba en sus ojos.Quería ir tras ella, no sabía qué era lo que deseaba escuchar, pero no soportaba verla tan infeliz por haberse casado con él.«De nuevo he caído en lo mismo y en esta ocasión sin la intervención de mi padre», esa frase se repitió en su mente.¿A qué se refería con caer en lo mismo?¿En qué había intervenido ese desgraciado de su padre?La cabeza comenzó a darle vueltas, tenía que aclararlo, tenía que saber…Agarró el teléfono y llamó a su asistente sin importarle la hora que era.Varios tonos después Roger contestó.—¡Dime qué has averiguado de mi esposa! —exigió sin saludar.—Buenas noches, señor Turner, qué placer que me saquen de mi sueño reparador a gritos. Imagino que me pagará horas extras por llamarme a horas tan intempestivas.—No estoy para tus juegos, Roger, dime qué averiguaste de mi esposa —gru