Diana se acostó y no se cubrió con el saco de dormir.No dejaba de mirar las sombras que provocaba el fuego y que se movían en la lona de la tienda.—No eres una niña, deja de ser tan miedosa —se increpó a sí misma.Alexander le había ofrecido que durmiera con él y por un momento casi dijo que sí.Tuvo que callar sus impulsos y pensar antes de contestar.Cada vez le gustaba más y tenía que ponerse un freno o terminaría con el corazón roto.El tiempo pasó y no lograba dormir por más que sintiera mucho cansancio.La culpa era de ese hombre.Cada vez que cerraba los ojos lo veía exhibiéndose sin camisa, con ese aire de yo puedo con todo.Intentó obligarse a dormir y poco a poco lo fue consiguiendo.A sus sueños llegó ese hombre y sintió una caricia subiendo por su pierna.—Me haces cosquillas, Alexander —murmuró y colocó la mano sobre la pierna.Acarició algo peludo, lo agarró y abrió los ojos con rapidez.Diana no pudo gritar, el aire se le quedó atorado en los pulmones cuando vio esos
Diana comenzó a ponerse muy nerviosa con las preguntas que le hacía Alexander.Ella solo quería dormir después del susto y se había sentido muy segura en sus brazos, pero después comenzó a hablar y todo se estropeó. No quería hablar de su vida pasada, si él descubría a lo que se había dedicado durante ese tiempo, ¿qué pensaría de ella?Diana solo bailaba, jamás se había acostado con ningún cliente por más necesidad que tuviera.Tampoco podía decirle que su exmarido no le pasaba la pensión de Victoria porque en el juicio se descubrió que no era su hija.Se sintió tan nerviosa y hostigada a preguntas que hizo lo primero que se le pasó por la mente, lo besó.Y cuando sus labios se rozaron se olvidó de las preguntas, del mal rato que había pasado y de que ese hombre no quería enamorarse.Ella… Ella podría amar por los dos.Había pasado demasiado tiempo desde que alguien la besó y menos de esa forma.Alexander había enredado las manos en su cabello y la mantenía sujeta como si no quisiera
Diana estaba tan furiosa, se quería marchar de allí en ese mismo momento, pero no quería estropearles el viaje a los niños.—Siéntate a desayunar, después hablaremos —llegó a gruñirle Alexander porque ella se había alejado para que nadie notara su enfado.—No quiero hablar contigo, ya conseguiste lo que querías, ahora si quieres despedirme hazlo, pero lo que ocurrió anoche jamás volverá a suceder —siseó llena de rabia.Era una misión casi titánica conseguir que Diana se enfadara.Su carácter era demasiado complaciente y afable, pero en aquel momento había estallado.Era como si hubiera apresado en una bomba todas las frustraciones de su vida y las hubiese dejado salir en ese momento.Alexander suavizó el tono de su voz y la intentó agarrar de la cintura.—No seas tan dura conmigo, cometí un error, déjame que te explique.Diana no permitió que la abrazara, no iba a dejarse manipular por sus falsas muestras de cariño.—No quiero escucharte, por favor, déjame.—Ven a desayunar con los ni
Diana, después de quedarse sola y de que se le bajara el enfado, había comprendido que tuvo una reacción desproporcionada.No justificaba que Alexander se hubiera comportado de esa forma, pero recopilando esa noche, ella fue la que lo besó para que no continuara haciéndole preguntas.Había sido una broma de mal gusto, pero no para gritarle que no se casaría con él y más cuando los niños ya lo sabían.En cuanto regresaran iba a hablar con él y se disculparía con los pequeños.No podía olvidar esas caritas desilusionadas.Ya que iba a pasar un rato sola, decidió tumbarse a tomar el sol de la mañana. Era bastante temprano y no se quemaría.Se relajó tanto que el sueño por haber descansado poco la venció y terminó por quedarse dormida.***Alexander llegó con sus hijos al campamento y no vio a Diana por ninguna parte.Las camionetas estaban en su lugar y no la creía capaz de marcharse sin Victoria.Iba a ir a buscarla, pero todavía no se sentía preparado para enfrentarla.Estaba casi segu
—¡No es gracioso! Desátanos —gritó Diana al ver que Alexander se agarraba el estómago de tanto reírse.—¡Papá, ella me amarró! —mintió Nathan.—Eso no es cierto, no mientas. Por favor, Alexander, desátanos y te explico, me están comiendo las hormigas.—Ahora regreso —dijo y se marchó dejándola de nuevo allí.Volvió a los pocos minutos con un gran cuchillo en las manos.—Dime que eso es para desatarme y no para acabar conmigo y enterrarme donde nadie me encuentre.—Tú y tu imaginación, Diana —se quejó él, pero cuando la miraba al rostro lanzaba una carcajada—. Es para cortar la cuerda.—Pero no te rías, no ves que solo animas a los niños a seguir haciéndolo.—A mí ninguna payasita me va a venir a decir cómo tengo que educar a mis hijos y menos cuando acabó atada a un árbol —gruñó él, sacó el teléfono y le colocó la cámara frontal para que se viera.Aquello era humillante.¿Por qué Dios la había castigado con un sueño tan profundo?Tenía toda la cara pintada.Los niños le habían maquill
Diana había decidido esa mañana que le contaría a Alexander que Victoria era su hija una vez que se disculpara por su reacciónPero todo había cambiado entre ellos y ella no lo iba a obligar a aceptarla.Su trabajo pendía de un hilo y si le confesaba en ese momento lo de Victoria no sabía cómo reaccionaría.Tal vez pensaba que le mentía para que no la despidiera o se sentía obligado a casarse con ella.Se ganaría a los niños de nuevo, esperaría a que todo se calmara y cuando lo consiguiera hablaría con él.Era necesario, no podía callarlo más y no por ella, lo hacía por Victoria.Se merecía a su padre.Lo que Diana había comenzado a sentir por Alexander no tenía nada que ver.Salió del agua cuando se sintió limpia del todo y se dirigió al campamento para cambiarse de ropa.En cuanto llegó, los niños la miraron con rencor y Victoria corrió a abrazarla.—Te mojaré, peque, deja que me cambie y ahora te daré muchos besos.—Solo quiere a su niña, nosotros no le importamos —murmuró Nathan.
La mañana llegó y que los niños la vieran salir de la tienda de su padre no resultó cómo esperaba.No hicieron ningún comentario y todo el tiempo estuvieron serios.Alexander fingía que todo estaba bien frente a ellos, pero cuando Diana intentaba hablarle, él solo gruñía y la dejaba con la palabra en la boca.—Aprovechemos el último día antes de regresar a casa —dijo Alexander y les informó de que esa mañana harían un poco de canotaje—. A Gabriel y a Nathan les encanta —comentó para información de ella.—Victoria y yo nos quedaremos aquí, nunca hemos practicado algo así.—Pero yo quiero, mami, me quiero subir en esas barcas —se quejó su hija.—El agua es tranquila, Diana, si no fuera así yo no llevaría a mis hijos. Solo más adelante hay una bifurcación donde comienzan los rápidos y para alguien inexperto sí puede ser peligroso. —Alexander la miraba como si quisiera que ella fuera, pero la verdad no estaba segura.—Es una aburrida, papá, déjala que se quede aquí —la atacó Nathan.—No e
Los días transcurrieron y Alexander se volcó en el trabajo para no pensar.La noche que llegaron del viaje casi no pudo dormir, estuvo dando vueltas en la cama. No podía dejar de pensar en ese momento en que la vio siendo arrastrada por la corriente.¿Es que no había aprendido nada de los errores?Perdió a Rebeca en un viaje que hicieron justos y casi ocurrió lo mismo con Diana.Su esposa le había propuesto esquiar, estaba ilusionada con la nieve y él aceptó.Durante años se preguntó por qué ella cambió de un momento a otro. Rebeca odiaba todo lo que tuviera que ver con deportes, aire libre y naturaleza.Un día llegó y le propuso el viaje, le extrañó, pero creyó que ella lo hacía para mejorar su relación.Desde que nacieron los niños no los atendía, los ignoraba la mayor parte del tiempo y se mostraba aburrida con su vida.En aquel viaje perdió a su esposa y solo tenía una tumba vacía donde ir a llorarla porque nunca lograron rescatar el cuerpo.Su asistente llamó a la puerta de su of