Milagros se apoyó con ambas manos sobre la encimera de granito fría y afirmó todo el peso de su cuerpo rompiendo en llanto, sin importarle que entrase alguien y la viera en ese estado. La angustia invadió todo su cuerpo y los pensamientos que agolpaban su mente eran oscuros, creyó que el cuento de hadas había sido solo eso, un encanto de momento. Suspiró con angustia y de pronto se vio enseñando nuevamente en el instituto. Sin duda, su vida sería mediocre, estaba destinada a ser una más del montón y no alguien que pudiera triunfar en la vida. Las lágrimas quemaban su rostro, y se secó la cara de forma desprolija corriendo el resto del maquillaje. Decidió ir al baño cuidando que nadie la viera. Ingresó al baño y se paró delante del espejo —Piensa Milagros, piensa. Las ideas no aparecían, así que prefirió quitarse su maquillaje y fingir una sonrisa para regresar a la fiesta. Ensayó varias, pero ninguna le pareció verdaderamente sincera. Regresó a la fiesta solo para encontrarse con
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