Los hermanos Müller pasado el mediodía dejaron la casa. El mayor estaba demasiado alterado y no quería compartir techo con la pintora, así que su hermano decidió sacarlo del lugar para dar una vuelta y que el arquitecto se tranquilizara.Milagros se encontraba en la mesa del comedor con un bol de ensalada colorida comiendo desanimada.—¿Qué te sucede? —inquirió mientras masticaba un trozo de pescado.—No puedo dejar de pensar —dijo angustiada.—Pero Milagros, ya te dije que no te enrolles más con eso, debes dejarte fluir. —La tomó de la mano.—No puedo Sara, simplemente no puedo. —Arrojó el tenedor sobre
La sala estaba en total silencio, solo se escuchaban algunos sonidos onomatopéyicos de los presentes, y el ruido que ingresaba desde el exterior hasta que fue Alan quien lo quebró.—Creo que debo acompañar a mi hermano al aeropuerto.—No hace falta. —Apareció Logan con su bolso—.—Sí, porque tengo que hablar contigo.—No podrás.—Disculpa —espetó ofendido.—Llevo a Sara, no podrás hablar mucho conmigo.—Está bien, vete. —Se sentó molesto en el sofá. Milagros abrió grandes los ojos cuando se enteró de que estaría en la casa sola, no sabía por cuánto tiempo. Pero era el suficiente para poder meditar una solución que la proclamara como ganadora en corto tiempo. Le dio una mirada al horizonte para recordar porque había elegido aquel lugar.Bajó al piso inferior para perderse en lo que más amaba, su pintura. Tenía sus auriculares puestos por lo que no escuchó cuando Alan ingresó.—¿Qué haces?El pincel de la joven salpicó la pintura por el movimiento brusco de su mano al sobresaltarse cuando él le quitó los auriculares. Manchando el suelo, parte de su ropa y la camisa que traía puesta Alan.Capítulo 9
La joven se encaprichó con seguir comiendo comida que le hacía mal, así que tomó un bol más grande y no solo colocó todas las papas de la bolsa, sino otras frituras más. Se encerró en su habitación y desde su notebook decidió ver la programación que ella deseara. A pesar de encontrarse entretenida, no pudo alejar las palabras que Alan le había dicho.—Yo coquetear, ¡Ja! Claro que nunca —espetó en voz alta.Su esfuerzo fue en vano, los pensamientos iban y venían como boomerangs dentro de su mente y solo para confundirla más de lo que estaba. Dejó su portátil sobre la cama con la serie corriendo y se levantó para recorrer toda la habita
Se dijo a sí misma.—Solo son dos semanas, y ya han pasado tres días. Puedes tolerarlo.Respiró profundo y salió de la ducha para colocarse ropa cómoda y preparar la cena. Cuando estuvo lista bajó las escaleras sujetándose el cabello e ingresó a la cocina sin darse cuenta que Alan ya estaba allí.El joven se encontraba detrás de la puerta de la heladera empinando una botella de agua, gesto que la hizo fantasear varios escenarios posibles en cuestión de minutos. Milagros siempre había sido una mujer que le gustaba tener todo bajo control para sortear cualquier imprevisto, pero con el arquitecto era todo lo contrario, ella no entendía como podía ser así sin estresarse.—Me asustaste —musitó tomando su pecho.—Tan feo soy —dijo dejando la botella sobre la mesada.—No es eso, es que no estoy acostumbrada a convivir con nadie.—¿Me dirás que nunca conviviste con un hombre? —Arqueó una ceja cruzándose de brazos—. Ni siquiera unas vacaciones.—En vacaciones es distinto porque son pocos días.
Cuatro horas más tarde el hombre se encontraba a mitad de camino y decidió hacer una parada para poder descansar su cuerpo de la posición que le exigía manejar. Al salir del vehículo en una estación de servicio, recordó que esa noche le debía una cena a Milagros. Lo había olvidado por completo. Estuvo unos minutos más en el lugar y luego aceleró a fondo para llegar al apartamento lo antes posible y poder regresar enseguida.Lamentablemente el tráfico aquel día no estaba de su lado y llegó a las cinco de la tarde a la ciudad. Sí regresar representaba la misma cantidad de hora, no llegaría aunque fuera a alta velocidad. Finalmente decidió tomar un vuelo de Madrid a Barcelona que le tomaría dos horas. Se relajó sobre el sofá de su sala e hizo una rápida llamada a s
Alan ya se encontraba en la sala con un nuevo atuendo, un traje azul y camisa blanca sin corbata, verlo de esa manera hizo que contuviera la respiración. No había sido adrede, pero estaban vestidos como esas parejas twinning que suelen vestir similar. Sonrió apenada cuando vio la mirada clavada de él. —Hubiese preferido que eligieras el otro —espetó el joven—. Apuesto que te hubiese quedado perfecto. —Sí quieres me lo cambió en unos minutos. —No, claro que no. —Negó con la cabeza—. Este vestido te queda hermoso también. —Debo reconocer que tienes muy buen gusto. —He tenido ayuda —acotó revoleando los ojos un tanto incómodo—. ¿Estás lis
Las horas de sueños pasaron demasiado rápido para Milagros que fue quien primero despertó, dispuesta a hacer su rutina. Antes de regresar y sabiendo que Alan tardaría en despertarse pasó a comprar unos víveres por el mercado. Ingresó por la puerta de servicio de la cocina con sus auriculares puestos, hizo unos pasos de baile mientras acomodaba las cosas, y al voltear se dio cuenta que una mujer extraña para ella la observaba con una sonrisa desde la puerta.Eso asustó a la pintora quien gritó sobresaltada llevándose una mano al pecho.—¿Quién es usted? —indagó agitada.—¡Buenos días, señorita! Mi nombre es Anne soy empleada del señor Alan. Imagino que usted es Milagros.