1 mes despuésMilagros ingresaba a la casa con Anton dormido en sus brazos, y detrás de ella su esposo Alan quien cargaba a Martina. La joven lo miró con amor y él le devolvió el gesto con una sonrisa, tras darle un beso en los labios decidió romper el silencio.—Iré por el equipaje en lo que acuestas a los mellizos.—No hace falta que vayas ahora, tenemos tiempo —acotó agotada dejándose caer sobre el sofá.—Tomará unos minutos, además debo cerrar el auto, lo dejé abierto.—¡De acuerdo! —expresó con cansancio en la voz.La joven vio cómo Aland dejaba la sala nuevamente hacia la salida y lo escuchaba cerrar la puerta detrás de sí. Quedó confundida creyendo que ingresaría con el equipaje, y cuando escuchó chirriar las ruedas del auto se preocupó aún más. Su miedo al abandono seguía estando presente, aunque intentara con todas sus fuerzas alejarlos. Sin duda retomaría terapia para poder seguir avanzando en su vida. Rememorar lo que había vivido en los últimos siete meses la llena
La casa se encontraba totalmente llena de gente. El evento privado que Milagros había organizado junto a su mejor amiga y agente era todo un éxito. Habían contratado un dj que pasará un poco de música. El repertorio tocado variaba entre música house, chill y electrónico. Los labios pintados de rojo de la pintora se relamieron por sus ojos cuando sus ojos se posaron en un joven que no conocía. Se encontraba entrando por el ventanal del parque con sus manos en los bolsillos y observaba el lugar con el ceño fruncido. Tras observar a su alrededor, sus miradas se cruzaron y él supo que seguro era la culpable de aquel evento. La chica con una sonrisa se acercó al joven. Debía ser una buena anfitriona con todos. —¡Hola! ¿Qué tal? —Lo saludó, pero él no respondió—. ¿Has venido con algún invitado? —preguntó confundida. —¡Bonita fiesta! —dijo con sarcasmo. —Alan no empieces. Escuchó Milagros una segunda voz de alguien que aparecía en su campo de visión, haciendo que girara a verlo. —¿Eres
Milagros se apoyó con ambas manos sobre la encimera de granito fría y afirmó todo el peso de su cuerpo rompiendo en llanto, sin importarle que entrase alguien y la viera en ese estado. La angustia invadió todo su cuerpo y los pensamientos que agolpaban su mente eran oscuros, creyó que el cuento de hadas había sido solo eso, un encanto de momento. Suspiró con angustia y de pronto se vio enseñando nuevamente en el instituto. Sin duda, su vida sería mediocre, estaba destinada a ser una más del montón y no alguien que pudiera triunfar en la vida. Las lágrimas quemaban su rostro, y se secó la cara de forma desprolija corriendo el resto del maquillaje. Decidió ir al baño cuidando que nadie la viera. Ingresó al baño y se paró delante del espejo —Piensa Milagros, piensa. Las ideas no aparecían, así que prefirió quitarse su maquillaje y fingir una sonrisa para regresar a la fiesta. Ensayó varias, pero ninguna le pareció verdaderamente sincera. Regresó a la fiesta solo para encontrarse con
Alan se retiró de la sala dejando perplejos a los presentes. Milagros estaba totalmente angustiada, y sintió que sus piernas la traicionarían por lo que se sentó en el sofá con la cabeza baja. —Lamento todo lo que está sucediendo. Se disculpó Logan, mientras Sara se sentaba al lado de la joven para contenerla. El silencio reinó por unos cuantos segundos hasta que fue insostenible y Sara lo quebró. —¿Siempre es así? —preguntó. —Cuando algo lo afecta sí. —¡Ya veo! —musitó. —Verán —relató Logan—. Mi madre era única hija y nos ha criado cómo madre soltera hasta que fuimos adolescentes, cuando conoció a su segundo esposo. Así que nuestro abuelo fue siempre una figura paterna. Ambos estamos muy afectados con su muerte, pero sobre todo Alan. —¡Lo lamento mucho! —musitó Milagros. —No lo lamentes, mi abuelo era un hombre grande y vivió su vida muy bien. —No sé qué decir más que ¡Lo siento! —No te preocupes, entiendo la falta de palabras. Sé lo importante de la propiedad para mi herman
Morfeo, tampoco estaba disponible para Milagros que no paraba de dar vueltas en la cama, la almohada estaba mojada por las lágrimas derramadas. Los ojos le ardían, la nariz se encontraba tapada y los labios irritados. Se levantó para ir al baño de la planta principal, había decidido dormir en la única habitación que se encontraba en el lugar. Se negaba a creer que había sido víctima de una e****a. Fue inutil todo lo que hacía para sentirse mejor. Se sintió en un pozo sin fondo en el cual caía cada vez más y más. Tardó unos minutos en salir, pero cuando lo hizo se encontró con el joven bajando las escaleras con un salto de cama negro. —¿Tampoco puedes dormir? —inquirió rudamente el joven. —No, no puedo —musitó ella parada en la puerta del baño con los brazos cruzados. —¿Tienes té o leche? —Ella asintió—. Tomar té con leche me relaja y me ayuda a dormir. Si quieres te preparo uno —sugirió. —No es necesario —confesó la chica. —Vamos, te hará bien —añadió el hombre. —¡De acuerdo! —
El sol pegó justo en sus ojos horas después cuando las cortinas fueron corridas, se retorció en la cama y se cubrió la cara con el cobertor para que no le diera la luz. Segundos después se giró hacia el otro lado para poder seguir descansando.Los pasos que daba la persona dentro de la habitación le molestaban, parecía que lo hacía a propósito, el golpe de la puerta del baño hizo que abriera sus ojos. Se quitó lentamente el edredón y vio que la chica estaba justo parada frente a él con los brazos cruzados, ya vestida con ropa de diario, mientras cepillaba el cabello y se sonreía de lado.—¡Buenos días dormilón! —Saludó de forma irónica.—Déjame dormir —espetó adormilado y volvió a taparse.—No es hora de dormir, es hora de terminar con todo este dilema —le informó destapándolo.—Pero qué demonios haces —chilló tapándose nuevamente.—Quiero mostrarte los papeles, y que te vayas —informó finalmente destápandolo nuevamente—. Te doy cinco minutos para que salgas de la cama, o vengo con un
Los hermanos salieron de la cocina rumbo al parque, mientras que las chicas se quedaron en la cocina. Sara estaba molesta por la actitud de Alan y no se sentía capaz de poder contener a su amiga que estaba totalmente angustiada no solo por la actitud del joven, sino por tener que enfrentar un posible juicio. —¿Qué voy a hacer Sara? —musitó Milagros sentándose al lado de su amiga. —No lo sé, por lo pronto tú eres la dueña de la casa. —giró a ver a su amiga con una sonrisa en los labios—. Así que ellos deberán irse. —Me siento tan desgraciada —Apoyó sus brazos sobre la mesa y la cabeza sobre ellos. —No te enrolles, Mili. Seguramente ellos te ayudarán a recuperar el dinero, o terminan vendiéndote la casa. —¿Quién? —Se reincorporó—. El mismo que me quiere echar. —Solo te lo pidió porque no sabía que eras la dueña de la casa, ahora seguro que cambia de parecer. —¡Lo dudo! —exclamó la joven levantándose y comenzando a juntar los utensilios utilizados. —¡Oye Mili! —Se levantó para ayu
Los hermanos Müller pasado el mediodía dejaron la casa. El mayor estaba demasiado alterado y no quería compartir techo con la pintora, así que su hermano decidió sacarlo del lugar para dar una vuelta y que el arquitecto se tranquilizara.Milagros se encontraba en la mesa del comedor con un bol de ensalada colorida comiendo desanimada.—¿Qué te sucede? —inquirió mientras masticaba un trozo de pescado.—No puedo dejar de pensar —dijo angustiada.—Pero Milagros, ya te dije que no te enrolles más con eso, debes dejarte fluir. —La tomó de la mano.—No puedo Sara, simplemente no puedo. —Arrojó el tenedor sobre