El parto duró poco más de una hora. Los mellizos nacieron sanos, aunque bajos de peso por no cumplir con el tiempo necesario de gestación. Martina nació con un kilo setecientos y Anton con un kilo ochocientos. Afortunadamente los papás pudieron llevarlos a casa cuando le dieron el alta al día siguiente. Estaban acompañados por Sara y Logan quien ayudó a la pareja a llegar hasta la casa.Milagros se sintió agotada y fue directo a acostarse a su habitación, dónde tenía los dos moisés para acostar a los bebés.—Acuesta a Anton a mi lado —solicitó la joven adormilada.—Estás cansada, es mejor que descanses un poco, cariño —acostó al bebe en el moisés y caminó hacia la cama—. Dame a Martina que la acostaré también.—No, quiero tenerlos conmigo —protestó.—Tienes toda la vida para tenerlos, y a ellos no le sirve una mamá a medias. —Milagros accedió.—Querrán comer, ¿y si no los escuchó?—Los monitores están dormidos, me llevaré uno a la cocina, si no los escuchas, te vendré a despertar.—¿D
Cuando ambos estuvieron solos nuevamente, Milagros le pidió que acostara a los pequeños en sus moises. Y cuando el hombre regresó a la cama se abalanzó sobre ella y comenzó a hacerle cosquillas por todo el cuerpo, especialmente en la cintura dónde ella más tenía. Después de tantos meses, el arquitecto no se había olvidado de aquel detalle. No se detuvo hasta que ella le pidió por favor que se detuviera. Alan se detuvo de a poco hasta que las cosquillas se volvieron caricias sobre el cuerpo de la pintora.Un rápido movimiento de Alan hizo que ella quedara entre sus brazos, la joven suspiró un tanto ahogada, lo que provocó que él quisiera saber que le sucedía.—¿Qué pasa Mili? —le susurró al oído.—Es que pensaba en la decisión que tomamos —respondió ella.—¿A qué te refieres? —Bajó la mirada para verla a los ojos—. ¿Te estás arrepintiendo?—No, no es eso. —Revoleó los ojos angustiada—. Es que de por sí las relaciones son complicadas cuando ambos viven en el mismo lugar, no puedo imagin
El ambiente se había tornado tenso alrededor de la pareja, Alan estaba incomodó por el silencio de ella, y los presentes estaban expectantes por una respuesta. Sara se preocupó por la tardanza de su amiga desde el lugar donde estaba y volteó a ver a Logan quien tenía el ceño profundo claramente confundido. Milagros no paraba de pestañear aturdida por la propuesta que acababan de hacerle. Solo pasaron unos segundos, pero su mente se llenó de tantos cuestionamientos que le fue imposible emitir una palabra con rapidez. Cerró los ojos respirando profundo y decidió abandonar su mente para guiarse por su corazón. Alan estaba por levantarse cuando ella emitió su primera palabra.—¡Sí! —indicó y pestañeó emocionada—. Sí, sí quiero casarme contigo.Alan se acercó con una gran sonrisa en los labios y la abrazó con intensidad. Mientras que Sara y Logan vitoreaban y se acercaban también junto a los mellizos para felicitar a la pareja. Luego de las felicitaciones ingresaron a la casa, los bebés pa
1 mes despuésMilagros ingresaba a la casa con Anton dormido en sus brazos, y detrás de ella su esposo Alan quien cargaba a Martina. La joven lo miró con amor y él le devolvió el gesto con una sonrisa, tras darle un beso en los labios decidió romper el silencio.—Iré por el equipaje en lo que acuestas a los mellizos.—No hace falta que vayas ahora, tenemos tiempo —acotó agotada dejándose caer sobre el sofá.—Tomará unos minutos, además debo cerrar el auto, lo dejé abierto.—¡De acuerdo! —expresó con cansancio en la voz.La joven vio cómo Aland dejaba la sala nuevamente hacia la salida y lo escuchaba cerrar la puerta detrás de sí. Quedó confundida creyendo que ingresaría con el equipaje, y cuando escuchó chirriar las ruedas del auto se preocupó aún más. Su miedo al abandono seguía estando presente, aunque intentara con todas sus fuerzas alejarlos. Sin duda retomaría terapia para poder seguir avanzando en su vida. Rememorar lo que había vivido en los últimos siete meses la llena
La casa se encontraba totalmente llena de gente. El evento privado que Milagros había organizado junto a su mejor amiga y agente era todo un éxito. Habían contratado un dj que pasará un poco de música. El repertorio tocado variaba entre música house, chill y electrónico. Los labios pintados de rojo de la pintora se relamieron por sus ojos cuando sus ojos se posaron en un joven que no conocía. Se encontraba entrando por el ventanal del parque con sus manos en los bolsillos y observaba el lugar con el ceño fruncido. Tras observar a su alrededor, sus miradas se cruzaron y él supo que seguro era la culpable de aquel evento. La chica con una sonrisa se acercó al joven. Debía ser una buena anfitriona con todos. —¡Hola! ¿Qué tal? —Lo saludó, pero él no respondió—. ¿Has venido con algún invitado? —preguntó confundida. —¡Bonita fiesta! —dijo con sarcasmo. —Alan no empieces. Escuchó Milagros una segunda voz de alguien que aparecía en su campo de visión, haciendo que girara a verlo. —¿Eres
Milagros se apoyó con ambas manos sobre la encimera de granito fría y afirmó todo el peso de su cuerpo rompiendo en llanto, sin importarle que entrase alguien y la viera en ese estado. La angustia invadió todo su cuerpo y los pensamientos que agolpaban su mente eran oscuros, creyó que el cuento de hadas había sido solo eso, un encanto de momento. Suspiró con angustia y de pronto se vio enseñando nuevamente en el instituto. Sin duda, su vida sería mediocre, estaba destinada a ser una más del montón y no alguien que pudiera triunfar en la vida. Las lágrimas quemaban su rostro, y se secó la cara de forma desprolija corriendo el resto del maquillaje. Decidió ir al baño cuidando que nadie la viera. Ingresó al baño y se paró delante del espejo —Piensa Milagros, piensa. Las ideas no aparecían, así que prefirió quitarse su maquillaje y fingir una sonrisa para regresar a la fiesta. Ensayó varias, pero ninguna le pareció verdaderamente sincera. Regresó a la fiesta solo para encontrarse con
Alan se retiró de la sala dejando perplejos a los presentes. Milagros estaba totalmente angustiada, y sintió que sus piernas la traicionarían por lo que se sentó en el sofá con la cabeza baja. —Lamento todo lo que está sucediendo. Se disculpó Logan, mientras Sara se sentaba al lado de la joven para contenerla. El silencio reinó por unos cuantos segundos hasta que fue insostenible y Sara lo quebró. —¿Siempre es así? —preguntó. —Cuando algo lo afecta sí. —¡Ya veo! —musitó. —Verán —relató Logan—. Mi madre era única hija y nos ha criado cómo madre soltera hasta que fuimos adolescentes, cuando conoció a su segundo esposo. Así que nuestro abuelo fue siempre una figura paterna. Ambos estamos muy afectados con su muerte, pero sobre todo Alan. —¡Lo lamento mucho! —musitó Milagros. —No lo lamentes, mi abuelo era un hombre grande y vivió su vida muy bien. —No sé qué decir más que ¡Lo siento! —No te preocupes, entiendo la falta de palabras. Sé lo importante de la propiedad para mi herman
Morfeo, tampoco estaba disponible para Milagros que no paraba de dar vueltas en la cama, la almohada estaba mojada por las lágrimas derramadas. Los ojos le ardían, la nariz se encontraba tapada y los labios irritados. Se levantó para ir al baño de la planta principal, había decidido dormir en la única habitación que se encontraba en el lugar. Se negaba a creer que había sido víctima de una e****a. Fue inutil todo lo que hacía para sentirse mejor. Se sintió en un pozo sin fondo en el cual caía cada vez más y más. Tardó unos minutos en salir, pero cuando lo hizo se encontró con el joven bajando las escaleras con un salto de cama negro. —¿Tampoco puedes dormir? —inquirió rudamente el joven. —No, no puedo —musitó ella parada en la puerta del baño con los brazos cruzados. —¿Tienes té o leche? —Ella asintió—. Tomar té con leche me relaja y me ayuda a dormir. Si quieres te preparo uno —sugirió. —No es necesario —confesó la chica. —Vamos, te hará bien —añadió el hombre. —¡De acuerdo! —