—¿Estás jugando de un modo cruel conmigo? —le dije, al cubrirme con la manta que me ofreció.Estábamos los dos en aquella gran cama, había sido transportada allí por el lobo que me odiaba.—No entiendo lo que dices. —soltó Mark, con su tono de recelo habitual, brusco.—Pienso que me has salvado para jugar con tu presa, que ahora me matarás. —respondí, porque era lo que yo creía.No confiaba en nadie, no después de lo que ocurrió con esa niña que parecía inofensiva.El no me respondió nada, estaba mirando fijamente a la pared. Volvió a su forma humana, acercándose a mi lado con cautela. Luego, poco a poco, comenzó a olfatearme. Eso me resultó de lo más extraño.—¿Qué estás haciendo? —pregunté, riendo, porque me estaba causando cosquillas.—Me doy la razón. No puedes morir hoy, mate. —dijo él, con su voz ronca, olfateando mi cuello.—Tu no me quieres aquí. —objeté, no quería hacerme falsas ilusiones, ahora solo podía rogar por la supervivencia.—No, no te quise aquí. —suspiró. —Veo que
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