—Sí, no nos llevamos del todo bien —declaró Marisa, sonriendo, y quien la escuchaba también sonrió—, pero mi suegra, la dueña de la casa donde vivimos, le tiene mucho aprecio, así que intento ser la madura, pero, tal vez, tampoco soy tan buena adulta.—Ser adulto ya es complicado —aseguró Olga, con una sonrisa tan deslumbrante que Marisa no podía evitar sonreír en respuesta—, ser bueno es un nivel pro.Las dos se rieron, Marisa se despidió y, viéndola irse, el rostro de Olga se endureció al punto de terminar con los dientes muy apretados.—Es una odiosa —declaró Julissa, desde la cama, dejando de fingir que dormía—, te juro que, si tuviera la oportunidad, la aventaría frente a un camión, para desaparecerla.—Oye —se quejó la mayor—, no me cuentes tus planes. Te conviene que yo no te sepa culpable para poderte defender. Por ahora, cuéntame qué es eso de que tu departamento se incendió.—Yo le prendí fuego —declaró la menor de las Falcón y Olga se rio de lo estúpida que podía llegar a s
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