CAPÍTULO 21

—Buenas noches —saludó Marisa, sintiendo como si estuviera caminando hacia el paredón, pues no había manera de subir a la habitación sin pasar por donde todos estaban, al parecer, saliendo a cenar, y acercarse a ellos sería tan doloroso como morir.

—Buenas noches —respondió Julissa, sonriéndole tan cínicamente que las ganas de llorar volvieron a Marisa, pero ella solo agachó la mirada y sonrió con sorna por lo patética que era la situación y lo patética que se sentía.

—Estamos yendo a cenar —informó Maximina y Marisa asintió, fingiendo que nada le dolía con esa sonrisa, sin embargo, ella estaba segura de que no era para nada natural la mueca en su rostro, y todo empeoró cuando la mujer mayor le hizo una invitación—: ¿gustas acompañarnos?

—No, gracias —musitó la joven de cabellos castaños, y terminó por aclarar la garganta, porque el nudo que ahí estaba la estaba asfixiando—. Solo vine por mis cosas. Me iré a mi casa ahora. Gracias por todo, fui muy feliz con ustedes.

La sonrisa de Mar
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