—Con tu permiso —pidió Marisa, molesta por la forma en que esa mujer intentaba obligar a Mía a quedarse en sus brazos—, recién aprendió a caminar, así que no le gusta que la carguen. —Pero si no la cargas no vamos a llegar jamás —declaró Julissa algo que parecía poder hacerse realidad, porque, no solo caminaba lento, sino que Mía se distraía con todo y se desviaba o hacía paradas cada medio minuto. —Paciencia, psicóloga —pidió la castaña y la azabache hizo una mueca de molestia—. Si llevas tanta prisa, adelántate, yo llegaré cuando ella quiera... o nunca. —Es la inauguración de mi consultorio —recordó la joven azabache y Marisa respiró profundo, disimuladamente, pidiéndose, internamente, paciencia a sí misma, y sonriéndole a la chica que odiaba todo de ella, pero mucho más su sonrisa—... por su puesto que quiero que mi sobrina esté conmigo. ¿Por qué rayos te estacionaste tan lejos? —Porque en pleno centro no es seguro que haya lugar para estacionarse —informó la que era cuestionada
—Buenas tardes —saludo Marisa, tomando el micrófono para dar inicio con el evento y hacer la inauguración—. Mi nombre es Marisa Altamirano, soy la administradora y fundadora de este centro de múltiple atención psicológica y, con el apoyo de Tania Landeros y Alberto Torres, directores del centro, y junto a todos los profesionales de la salud emocional que trabajan aquí, me complazco de dar por inaugurado el CMAP, para el bien de la comunidad de nuestra ciudad. Los aplausos le sabían a Julissa cada vez más amargos y, cuando la otra pidió que cada uno de los psicoterapeutas se presentaran y dieran una pequeña introducción sobre sus áreas y labores, la odio en serio, porque ella estaba tan enojada que no se podía tranquilizar. Ni siquiera supo cómo le fue, pero escuchó a unos cuantos preguntarse por qué estaba tan nerviosa si era una psicóloga, por eso, Julissa odio mucho más a la que, ahora sabía, era dueña del lugar en que trabajaba. Luego de la presentación de todos, el presidente m
—¿Qué estás viendo? —preguntó Renato Cortés, tras haber sentido cómo su amada novia se sentaba en la cama, revisando su celular con mucho interés.—Nada —respondió Olga, bloqueando el teléfono con prisa y dejándolo sobre el buró antes de volver a recostarse en la cama, que compartía con ese sujeto con el que vivía—. Mi hermana me envió una tontería.—¿Estabas hablando con tu hermana? —cuestionó Renato, que la había visto salir de la cama y habitación en cuanto su teléfono sonó, y Olga respondió afirmativamente con un sonido gutural—. ¿De qué hablaban?—De nada, Renato —aseguró la joven, cubriéndose con la colcha para que el otro interpretara que lo que ella quería era dormirse ya.—¿Cómo nada? Dijiste algo de un hombre que ella se quería quedar, ¿no? Un tal Emiliano, ¿era así? —cuestionó el hombre y Olga hizo una mueca que su novio no podía ver.—Son cosas de mi hermana, no de tu incumbencia, así que mejor duérmete, Renato —pidió la azabache, fingiendo que tenía sueño.Y es que, de lo
—Sí, no nos llevamos del todo bien —declaró Marisa, sonriendo, y quien la escuchaba también sonrió—, pero mi suegra, la dueña de la casa donde vivimos, le tiene mucho aprecio, así que intento ser la madura, pero, tal vez, tampoco soy tan buena adulta.—Ser adulto ya es complicado —aseguró Olga, con una sonrisa tan deslumbrante que Marisa no podía evitar sonreír en respuesta—, ser bueno es un nivel pro.Las dos se rieron, Marisa se despidió y, viéndola irse, el rostro de Olga se endureció al punto de terminar con los dientes muy apretados.—Es una odiosa —declaró Julissa, desde la cama, dejando de fingir que dormía—, te juro que, si tuviera la oportunidad, la aventaría frente a un camión, para desaparecerla.—Oye —se quejó la mayor—, no me cuentes tus planes. Te conviene que yo no te sepa culpable para poderte defender. Por ahora, cuéntame qué es eso de que tu departamento se incendió.—Yo le prendí fuego —declaró la menor de las Falcón y Olga se rio de lo estúpida que podía llegar a s
—Hija de ... —Renato no se atrevió a completar la frase.Él había despertado tarde y, en todo el día, no se había quitado el pijama, pues no le gustaba salir de casa cuando no había razón para hacerlo, razones como que su padre le obligara a presentarse en alguna reunión en la empresa.Y es que, para Renato, solo eran disfrutables las salidas que hacía cuando Olga se lo pedía, pero ese día aprovecharía que su novia no estaría para no hacer nada, cosa que le gustaba mucho más que salir con su amada; sin embargo, cuando el hombre decidió darse un baño para irse a dormir, descubrió que en la regadera no había muchas cosas de Olga.Pero no solo el baño estaba sin las cosas de esa mujer que comenzaba a odiar, también estaba el closet completamente vacío.Muy contrariado, el hombre intentó comunicarse con su amante, pero el número de teléfono de esa mujer mandaba directo a buzón, lo que sugería dos cosas: primero, que ella se había ido de casa y, segundo, que lo había bloqueado o cambiado d
Era muy temprano en la mañana cuando Olga, tan impecable como siempre se veía, entró a la habitación de Julissa y la despertó.—¿Maia? —preguntó Julissa, con la voz ahogada, pues aún se encontraba medio dormida y muy aterrada.—Soy Olga, imbécil —declaró la mayor y Julissa no pudo dejar de mirarla por lo mucho que se parecía a su hermana mayor con el cabello sin alisar y esa media cola que se había peinado, además, Olga olía completamente a lo que Julissa recordaba que olía Maia—. Esto es para atraer a la cría y echármela a la bolsa, funciona bastante bien.—¿Y a mí qué? —preguntó Julissa, intentando volver a dormir—. Ellos ahora son tus problemas, ¿para qué me estás molestando?—Pues porque necesito una treta para poder quedarme más tiempo —explicó entre dientes Olga, exasperada por la actitud poco colaborativa de su hermana menor—. Vamos a discutir a los gritos que te quiero llevar conmigo de regreso, pero no quieres y, cuando te haga una señal, me marcas por teléfono para poder fin
Olga, a diferencia de Julissa, era una mujer agradable con la que daba gusto platicar, pues incluso su tono y timbre de voz eran disfrutables, pero, definitivamente, lo mejor de ella era la manera en que siempre estaba sonriente; aunque todo era una vil mentira.Y, aun con lo mucho que le agradaba esa azabache, Marisa se sentía mal a su lado; y es que Olga no solo estaba generándole un profundo miedo a perder a Mía, sino que también le estaba generando todo tipo de inseguridades, pues, sin darse cuenta de cómo había iniciado, la castaña había generado una extraña afición a compararse con esa mujer de ojos claros.Marisa era bonita, pero Olga era muy guapa; Marisa tenía un cuerpo aceptable, pero Olga tenía un cuerpo sensual; Marisa terminaba siendo una buena persona cuando la conocían bien, pero Olga era demasiado agradable, incluso a la vista, y esa seguridad en sí misma la hacía parecer mucho más confiable que lo que la castaña podía parecer en una primera impresión.Maximiliano habí
FLASHBACKMarisa no podía dejar de llorar, porque su habitación sin esa pequeña era realmente dolorosa, así que, sintiendo que no podía soportarlo más, la joven decidió volver a la cocina, aunque ya no quería agua. Entonces, cuando Marisa regresaba a su habitación tras un largo rato de estar en sentada en una silla de ese pequeño comedor en la oscuridad, mirando a la nada, la joven pasó por el frente de la habitación de Maximiliano y se sorprendió en serio al verlo abrir la puerta. —¿Estás bien? —preguntó el hombre, medio alarmado por verla comenzando a llorar—. ¿Qué pasó?—Shhh —hizo Marisa, poniendo su dedo índice sobre sus propios labios—, todas están dormidas.—¿Y Mía? —cuestionó el hombre, provocando a Marisa llorar un poco más. —Dormirá con Olga —explicó Marisa tras un montón de dolorosos sollozos, sintiendo su cabeza punzar dolorosamente—, y yo... no quiero dormir sola... ¿puedo quedarme contigo?Ante semejante pregunta, Maximiliano se quedó sin aire por medio segundo; pero,