CAPÍTULO 26

—Nueva inquilina —informó la señora Lidia, y Marisa asintió, entornando los ojos—, lo único malo es que es muy especial con la comida.

—Eso no es lo único malo —declaró Marisa, terminando por fruncir los labios y abrir mucho los ojos mientras alzaba a Mía del portabebés—; también es malo que me trae entre ceja y ceja, ya hasta intentó sacarme de la casa.

—¿Cómo crees? —cuestionó Lidia, luego de reflejar su asombro en un sonido de aire sorbido con la boca abierta.

—Y lo peor es que quizá lo logre —soltó la castaña, meciendo a la niña que se abrazaba a ella mientras le sonreía y le decía montón de inentendibles cosas—, porque ella ya no tiene donde quedarse, y, bajo el mismo techo, una de las dos tendrá que morir... Y yo no quiero ir a la cárcel por matar a la verdadera tía de esta preciosurita hermositita.

Marisa había finalizado la frase con una voz chiqueona y con la niña que cargaba entre los brazos riendo de eso.

» En fin —declaró la joven—, si me voy, me manda desayuno y comida co
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