CAPÍTULO 32

Era muy temprano en la mañana cuando Olga, tan impecable como siempre se veía, entró a la habitación de Julissa y la despertó.

—¿Maia? —preguntó Julissa, con la voz ahogada, pues aún se encontraba medio dormida y muy aterrada.

—Soy Olga, imbécil —declaró la mayor y Julissa no pudo dejar de mirarla por lo mucho que se parecía a su hermana mayor con el cabello sin alisar y esa media cola que se había peinado, además, Olga olía completamente a lo que Julissa recordaba que olía Maia—. Esto es para atraer a la cría y echármela a la bolsa, funciona bastante bien.

—¿Y a mí qué? —preguntó Julissa, intentando volver a dormir—. Ellos ahora son tus problemas, ¿para qué me estás molestando?

—Pues porque necesito una treta para poder quedarme más tiempo —explicó entre dientes Olga, exasperada por la actitud poco colaborativa de su hermana menor—. Vamos a discutir a los gritos que te quiero llevar conmigo de regreso, pero no quieres y, cuando te haga una señal, me marcas por teléfono para poder fin
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