Olga, a diferencia de Julissa, era una mujer agradable con la que daba gusto platicar, pues incluso su tono y timbre de voz eran disfrutables, pero, definitivamente, lo mejor de ella era la manera en que siempre estaba sonriente; aunque todo era una vil mentira.Y, aun con lo mucho que le agradaba esa azabache, Marisa se sentía mal a su lado; y es que Olga no solo estaba generándole un profundo miedo a perder a Mía, sino que también le estaba generando todo tipo de inseguridades, pues, sin darse cuenta de cómo había iniciado, la castaña había generado una extraña afición a compararse con esa mujer de ojos claros.Marisa era bonita, pero Olga era muy guapa; Marisa tenía un cuerpo aceptable, pero Olga tenía un cuerpo sensual; Marisa terminaba siendo una buena persona cuando la conocían bien, pero Olga era demasiado agradable, incluso a la vista, y esa seguridad en sí misma la hacía parecer mucho más confiable que lo que la castaña podía parecer en una primera impresión.Maximiliano habí
FLASHBACKMarisa no podía dejar de llorar, porque su habitación sin esa pequeña era realmente dolorosa, así que, sintiendo que no podía soportarlo más, la joven decidió volver a la cocina, aunque ya no quería agua. Entonces, cuando Marisa regresaba a su habitación tras un largo rato de estar en sentada en una silla de ese pequeño comedor en la oscuridad, mirando a la nada, la joven pasó por el frente de la habitación de Maximiliano y se sorprendió en serio al verlo abrir la puerta. —¿Estás bien? —preguntó el hombre, medio alarmado por verla comenzando a llorar—. ¿Qué pasó?—Shhh —hizo Marisa, poniendo su dedo índice sobre sus propios labios—, todas están dormidas.—¿Y Mía? —cuestionó el hombre, provocando a Marisa llorar un poco más. —Dormirá con Olga —explicó Marisa tras un montón de dolorosos sollozos, sintiendo su cabeza punzar dolorosamente—, y yo... no quiero dormir sola... ¿puedo quedarme contigo?Ante semejante pregunta, Maximiliano se quedó sin aire por medio segundo; pero,
El “buenos días” de la castaña fue un saludo para su suegra, que la veía divertida por haberlos escuchado reírse; y también fue para las otras dos tías de Mía, de las cuales una le miraba fingiendo diversión y la otra torcía los ojos sin responder al saludo.—¿De qué hablaban? —preguntó Maximina, llegando hasta su hijo, para saludarlo—. Se veían divertidos.—Marisita estaba hablando de todas las enfermedades gastrointestinales que le causaba imaginarse que Maximiliano le engañaba con Olga —explicó la señora Lidia y la mayor de todos en ese lugar miró con furia a su hijo, y luego miró con confusión a Olga, que se veía en serio sorprendida, porque lo estaba.—Espérate, no te enojes, madre —pidió Maximiliano, sonriendo un poco—. La señora Lidia tuvo la culpa, por decir que Olga estaba muy guapa y recordarle a Marisa que ella se iba y venía todos los días en mi auto. Le preguntó a Marisa si no le daban celos y así terminó todo, con Marisa amenazando con llorar fuerte si la cambiaba por Ol
—¿Estás seguro de que no necesita ningún cambio? —preguntó Marisa y el hombre al otro lado de la línea de teléfono aseguró que no—, porque tengo tres días sin dormir y ahorita apagaré mi teléfono para dormir hasta pasado mañana sin que nada me despierte.—Ya, relájate, Mari —pidió Tomás Carvajal que, días atrás, de emergencia, le había pedido a su amiga que le hiciera una campaña exprés para cierto evento que su empresa tendría, porque, la persona a quien se lo había encomendado, no la había hecho, así que acudió a ella prometiendo pagar el triple de lo que ella cobraba por la molestia—. Te juro que la amo tal y como está, así que duerme tranquila, no te molestaré.—Que conste que te di la oportunidad de hacerle cambios —advirtió Marisa y Tomás rio otra vez, agradeciendo de nuevo por semejante favor, y prometiendo, en muestra de su agradecimiento, invitarla a cenar alguna vez en el futuro.Marisa suspiró y también agradeció a ese hombre por el trabajo y la confianza, pidiéndole encare
—¿No crees que deberíamos despertarla ya? —preguntó Maximina cuando dieron las nueve de la noche, luego de que todos terminaran de cenar—. Es mucho lo que ha dormido, ¿no?—Creo que es más lo que no ha dormido —señaló Maximiliano, parado junto a su madre en esa habitación donde, de vez en cuando, se escuchaba el suave respirar de la joven; el resto del tiempo esa habitación era puro silencio—. Dejemos que por lo menos se completen ocho horas, la despertaré entonces y la obligaré a cenar algo. ¿Te parece?Y, aunque de su gusto la despertaría justo en ese momento, Maximina asintió, terminando por acceder e irse a su habitación luego de tomar a su nieta de la cama donde había ido a dar cuando le entregó la mamila para dormir, quedándose dormida en la cama de esa chica que adoraba, a pesar de lo apegada que estaba ahora con su tía Olga.**—¿Al fin te cansaste de dormir? —preguntó Maximiliano, encontrándose con su falsa novia en el pasillo, pues, justo antes de que él se pusiera de pie y
—Buenos días —saludó un hombre de cabello rubio y de ojos azules, llegando a la recepción donde Marisa hablaba con Maruca sobre la agenda del día.—Buenos días —respondieron ambas mujeres a unísono—. ¿Tiene una cita? —preguntó Maruca y el hombre asintió, sin esforzarse siquiera en dejar de ver, de arriba abajo, a una joven castaña de ojos cafés.—Con Maximiliano Santillana —informó el hombre y Marisa hizo mala cara luego de verlo mirarla de tan desagradable manera—. ¿Cree usted que podría guiarme hasta él?—No —respondió Marisa, sonriendo muy incómoda—. No trabajo para él, así que no hago ese tipo de cosas. Pero, si le da su nombre a la recepcionista, ella confirmará su cita y le indicará a dónde debe ir.—Por supuesto —aceptó el hombre, sonriendo coquetamente a ambas mujeres, terminando por guiñarles un ojo—, mi nombre es Renato Cortés, y me disculpo si la incomoda que la vea, pero es usted tan hermosa que no logro apartar mi vista de su cuerpo, aunque lo intente mucho.Marisa no dij
Olga tenía los nervios de punta, porque, su exnovio, seguía jugando con ellos hablando de ella frente a Maximiliano, pues, aunque en ningún momento ese hombre mencionó su nombre, la forma en que la miraba mientras hablaba de una estafadora, y la manera en cómo se detenía hasta el último momento cuando casi la nombraba, eran demasiado para el estómago y corazón de la azabache de ojos cafés claros.Maximiliano, por su parte, pensó en que era un fastidio hablar con ese hombre, y se lamentaba un poco de haber aceptado tratar con él; sin embargo, no era como que lo fuera a tener encima todos los días, sus reuniones con socios eran esporádicas y, a veces, las podía sustituir con correos electrónicos.Sin embargo, Renato tenía una idea diferente de lo que quería hacer, porque él necesitaba mantenerse demasiado cerca de esa chica si lo que quería hacer era presionarla y vengarse de esa mujer malvada que tanto daño le había hecho porque, sí, a Renato no solo le dolía el dinero, también le habí
Luego de que Maximiliano viera a Renato irse, caminó hasta la oficina donde Marisa se encontraba, sentada en ese sofá cama, que justo en ese momento era solo sofá, platicando con Mía en la conversación más disparatada de la vida, pues la niña decía muchas cosas incomprensibles y Marisa le respondía y preguntaba como si de verdad le entendiera lo que decía. —¿Cómo es que no te duele la cabeza de escucharla todo el tiempo? —preguntó el hombre, sentándose al lado de esa joven que sostenía a la niña sobre sus piernas—. Yo no puedo escucharla más de dos minutos sin querer llorar. Marisa sonrió. Esa sensación debía ser general, aunque ella soportaba mucho más que dos minutos, tal vez porque era mucho más paciente que ese hombre, porque no creía amar a Mía más que él. —Paciencia, señor —declaró la joven—. La clave está en la paciencia. Maximiliano entornó los ojos. Paciencia era algo que no habían incluido en su paquete de cualidades que venía con él cuando nació, y entrenarla a tales alt