—¿No crees que deberíamos despertarla ya? —preguntó Maximina cuando dieron las nueve de la noche, luego de que todos terminaran de cenar—. Es mucho lo que ha dormido, ¿no?—Creo que es más lo que no ha dormido —señaló Maximiliano, parado junto a su madre en esa habitación donde, de vez en cuando, se escuchaba el suave respirar de la joven; el resto del tiempo esa habitación era puro silencio—. Dejemos que por lo menos se completen ocho horas, la despertaré entonces y la obligaré a cenar algo. ¿Te parece?Y, aunque de su gusto la despertaría justo en ese momento, Maximina asintió, terminando por acceder e irse a su habitación luego de tomar a su nieta de la cama donde había ido a dar cuando le entregó la mamila para dormir, quedándose dormida en la cama de esa chica que adoraba, a pesar de lo apegada que estaba ahora con su tía Olga.**—¿Al fin te cansaste de dormir? —preguntó Maximiliano, encontrándose con su falsa novia en el pasillo, pues, justo antes de que él se pusiera de pie y
—Buenos días —saludó un hombre de cabello rubio y de ojos azules, llegando a la recepción donde Marisa hablaba con Maruca sobre la agenda del día.—Buenos días —respondieron ambas mujeres a unísono—. ¿Tiene una cita? —preguntó Maruca y el hombre asintió, sin esforzarse siquiera en dejar de ver, de arriba abajo, a una joven castaña de ojos cafés.—Con Maximiliano Santillana —informó el hombre y Marisa hizo mala cara luego de verlo mirarla de tan desagradable manera—. ¿Cree usted que podría guiarme hasta él?—No —respondió Marisa, sonriendo muy incómoda—. No trabajo para él, así que no hago ese tipo de cosas. Pero, si le da su nombre a la recepcionista, ella confirmará su cita y le indicará a dónde debe ir.—Por supuesto —aceptó el hombre, sonriendo coquetamente a ambas mujeres, terminando por guiñarles un ojo—, mi nombre es Renato Cortés, y me disculpo si la incomoda que la vea, pero es usted tan hermosa que no logro apartar mi vista de su cuerpo, aunque lo intente mucho.Marisa no dij
Olga tenía los nervios de punta, porque, su exnovio, seguía jugando con ellos hablando de ella frente a Maximiliano, pues, aunque en ningún momento ese hombre mencionó su nombre, la forma en que la miraba mientras hablaba de una estafadora, y la manera en cómo se detenía hasta el último momento cuando casi la nombraba, eran demasiado para el estómago y corazón de la azabache de ojos cafés claros.Maximiliano, por su parte, pensó en que era un fastidio hablar con ese hombre, y se lamentaba un poco de haber aceptado tratar con él; sin embargo, no era como que lo fuera a tener encima todos los días, sus reuniones con socios eran esporádicas y, a veces, las podía sustituir con correos electrónicos.Sin embargo, Renato tenía una idea diferente de lo que quería hacer, porque él necesitaba mantenerse demasiado cerca de esa chica si lo que quería hacer era presionarla y vengarse de esa mujer malvada que tanto daño le había hecho porque, sí, a Renato no solo le dolía el dinero, también le habí
Luego de que Maximiliano viera a Renato irse, caminó hasta la oficina donde Marisa se encontraba, sentada en ese sofá cama, que justo en ese momento era solo sofá, platicando con Mía en la conversación más disparatada de la vida, pues la niña decía muchas cosas incomprensibles y Marisa le respondía y preguntaba como si de verdad le entendiera lo que decía. —¿Cómo es que no te duele la cabeza de escucharla todo el tiempo? —preguntó el hombre, sentándose al lado de esa joven que sostenía a la niña sobre sus piernas—. Yo no puedo escucharla más de dos minutos sin querer llorar. Marisa sonrió. Esa sensación debía ser general, aunque ella soportaba mucho más que dos minutos, tal vez porque era mucho más paciente que ese hombre, porque no creía amar a Mía más que él. —Paciencia, señor —declaró la joven—. La clave está en la paciencia. Maximiliano entornó los ojos. Paciencia era algo que no habían incluido en su paquete de cualidades que venía con él cuando nació, y entrenarla a tales alt
—Me siento menos molesto ahora, así que, dime, qué es lo que quieres hablar conmigo —indicó Renato, terminando de acomodarse la ropa y sentándose de nuevo en la cama, tan lejos de la mujer que odiaba como le fue posible, y riéndose en su cara de la evidente molestia de Olga.—Yo..., yo sé que hice mal al portarme así contigo —explicó la joven de cabello oscuro—, pero estaba en un apuro, así que me fui y, cuando me di cuenta de cómo había actuado, ya no tuve el valor para enfrentarte.—Ah —hizo el hombre, sonriendo de medio lado, porque definitivamente no había ido a ese lugar en la mejor disposición; de hecho, él había ido ahí solo para ver hasta dónde era capaz de llegar esa mujer, porque él no le creía nada ya—. ¿Y puedo saber cuál fue ese apuro que te obligó a robarme, y a cambiar tu dirección y tu teléfono?—Mi hermana menor tuvo un accidente —informó Olga, en ese tono de angustia que él jamás le había escuchado—, así que necesitaba dinero para venir acá, donde ella estaba; pero,
—A mí me apena mucho pedirte esto, Maximiliano —dijo Olga, comenzando a llorar—, pero necesito un préstamo urgente.Maximiliano, sintiéndose en extremo incómodo por las lágrimas de esa mujer, aclaró la garganta y, cuando la vio comenzar a temblar, se quedó en blanco.Él no era bueno consolando personas, y no quería tener que abrazar o tocar a esa mujer que, no entendía bien la razón de ello, pero no le terminaba de caer demasiado bien.» No pensé que mi exnovio acudiría hasta aquí, pero, si no le doy el dinero, no podré volver a dormir segura; ese sujeto es en extremo violento, no sé qué pensé al enamorarme de él —declaró la joven con el rostro cubierto por sus manos—... De verdad, lamento pedirte esto, pero, por favor, hazme ese préstamo. Te juro que te devolveré hasta el último peso, te pagaré incluso intereses si así lo dispones.—Si ese sujeto es peligroso, yo creo que sería mejor que llames a la policía —declaró Maximiliano, que prefería hacer las cosas complicadas, pero bien, po
—Tal vez estoy paranoica —declaró Marisa, viendo por la ventana a Maximina jugando con Mía en el jardín—, pero creo que Olga no es tan buena como nos hizo pensarlo... Maximiliano, creo que ella hará algo para llevarse a Mía.Maximiliano se levantó de donde estaba trabajando y caminó hasta la ventana donde Marisa se recargaba, tomándola por los hombros y obligándola a encararlo.—¿De qué estás hablando? —preguntó el hombre, comenzando a sentirse preocupado también—. ¿Por qué crees que ella se la querría llevar?—Olga le prometió a Mía que volvería por ella —explicó la joven, sin lograr dejar de pensar en la expresión de esa mujer que había dejado la casa minutos atrás—, su expresión era terrorífica, como si al fin mostrara sus verdaderos colores.—¿Qué quieres decir con sus verdaderos colores? —preguntó Maximiliano, intrigado por la angustia de esa joven.—Ella le dijo a tu mamá que nos encontrábamos muy noche y nos separábamos de madrugada —explicó Marisa—, lo hizo ver como una broma,
“Lo estuve pensando mucho, y creo que tienes razón, no merezco involucrarlos en mis asuntos, por eso te devuelvo el dinero y el empleo. Intentaré solucionar esto por mi cuenta. Muchas gracias por todo, nos veremos después.”Maximiliano leyó el mensaje, contrariado, y luego recibió una notificación de su banco en donde le informaban que la misma cantidad, que había sido retirara días atrás, estaba siendo abonada a su cuenta.—Esto me da un mal presentimiento —declaró el hombre, y pensó en no comentarlo a su madre.De todas formas, ella ya no se encontraría tan fácilmente con esa mujer, así que no había manera de que se enterara de que Olga estaba en problemas y quisiera ayudarla luego de reprenderlo por no ser una buena persona con ella.El hombre terminó de arreglarse, vio a Marisa salir de su habitación, también muy arreglada, Marisa desayunó mientras Maximiliano bebía un café y, luego de eso, ambos se dirigieron a la torre, cada uno en su auto.Y es que, aunque Maximiliano se moría