CAPÍTULO 36

—¿Estás seguro de que no necesita ningún cambio? —preguntó Marisa y el hombre al otro lado de la línea de teléfono aseguró que no—, porque tengo tres días sin dormir y ahorita apagaré mi teléfono para dormir hasta pasado mañana sin que nada me despierte.

—Ya, relájate, Mari —pidió Tomás Carvajal que, días atrás, de emergencia, le había pedido a su amiga que le hiciera una campaña exprés para cierto evento que su empresa tendría, porque, la persona a quien se lo había encomendado, no la había hecho, así que acudió a ella prometiendo pagar el triple de lo que ella cobraba por la molestia—. Te juro que la amo tal y como está, así que duerme tranquila, no te molestaré.

—Que conste que te di la oportunidad de hacerle cambios —advirtió Marisa y Tomás rio otra vez, agradeciendo de nuevo por semejante favor, y prometiendo, en muestra de su agradecimiento, invitarla a cenar alguna vez en el futuro.

Marisa suspiró y también agradeció a ese hombre por el trabajo y la confianza, pidiéndole encare
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