“Lo estuve pensando mucho, y creo que tienes razón, no merezco involucrarlos en mis asuntos, por eso te devuelvo el dinero y el empleo. Intentaré solucionar esto por mi cuenta. Muchas gracias por todo, nos veremos después.”Maximiliano leyó el mensaje, contrariado, y luego recibió una notificación de su banco en donde le informaban que la misma cantidad, que había sido retirara días atrás, estaba siendo abonada a su cuenta.—Esto me da un mal presentimiento —declaró el hombre, y pensó en no comentarlo a su madre.De todas formas, ella ya no se encontraría tan fácilmente con esa mujer, así que no había manera de que se enterara de que Olga estaba en problemas y quisiera ayudarla luego de reprenderlo por no ser una buena persona con ella.El hombre terminó de arreglarse, vio a Marisa salir de su habitación, también muy arreglada, Marisa desayunó mientras Maximiliano bebía un café y, luego de eso, ambos se dirigieron a la torre, cada uno en su auto.Y es que, aunque Maximiliano se moría
FLASHBACK—Creo que ya es tiempo de que me expliquen qué es eso de sus encuentros nocturnos. ¿No creen que ya pasaron mucho tiempo haciéndole al cuento? —preguntó Maximina cuando se encontraron con ella en el estudio, luego de la mujer los mandara llamar a ambos. —Solo fue una vez, madre —aseguró Maximiliano, queriendo comenzar a aclarar el malentendido desde ahí. —Una vez, dos veces o diez veces, eso no es lo que importa, Maximiliano Santillana —aseguró la mayor, fingiendo molestia, pues ella conocía a los suyos, y sabía lo lentos que eran, así que no buscaba regañarlos, lo que quería era darles un empujón—. Lo importante aquí es que el sexo fuera del matrimonio no es algo que esté bien visto por mí. —¿Qué? —preguntó la joven castaña en un hilo de voz—. No, señora, nosotros...—Marisa, no me interrumpas —pidió la mayor, dejando sin aire a la mujer que mencionaba—. Yo entiendo que no son unos niños, y también conozco los sentimientos que comparten, pero espero que ambos entiendan q
Marisa lo pensó un poco. No es que esa fuera la sala más concurrida, de hecho, servía más tiempo como comedor de empleados que de otra cosa y, por su gran tamaño, casi parecía un desperdicio. De hecho, en un par de ocasiones, ella había pensado en transformar ese espacio, pero nunca encontró nada bueno para hacer en ese lugar.—No sé qué tan buena idea sea un restaurante en la entrada de la torre —declaró Marisa, que no se negaba aún, pero sopesaba las implicaciones.—Es comida saludable —señaló Karina—, nada frito y pocas cosas cocidas. En realidad, son más frutas y verduras que otra cosa, así que no habría olores muy escandalosos. Y, si no te molesta, podríamos pintar estos cristales para que no se vea de un lado a otro, incluso podríamos sellar esta puerta para que no haya acceso de un lado al otro tampoco.Marisa miró el lugar, porque ya estaban en él, y caminó imaginando lo que la otra iba señalando.» Sería bueno poder acceder desde aquí al tercer piso, así se notaría que todo e
Los días de paz parecían interminables, y Maximiliano y Marisa estaban disfrutando de la tranquilidad con que avanzaban de la mano paso a paso.—No puedo creer que mi primera cita contigo sea con Mía yendo con nosotros —farfulló Maximiliano, viendo llegar a su novia hasta él con Mía de la mano—. ¿Así cómo podría llevarte a un hotel?Marisa se rio sobre ese comentario, tanto que Mía también se rio y, en acto reflejo, Maximiliano lo hizo también.—Deja de hacerme propuestas indecorosas —pidió la joven, de cabello castaño y ojos cafés, levantando a Mía en brazos—, si me vuelves a proponer ir a un hotel, le voy a decir a tu mamá.—¡Totel! —gritó Mía y los dos adultos que estaban con ella hasta dejaron de respirar por la sorpresa que les dio que ella repitiera, de todas las palabras, justamente esa.—¡No! —dijeron los dos al mismo tiempo y un poco alto, lo suficiente como para que Mía se sobresaltara y los mirara fijamente—. Eso no dijimos —aseguró Marisa—, parque, dijimos que vamos al par
—¡Demonios! —exclamó el Maximiliano Santillana y estampó los dos puños en la pared detrás de él—. Entonces, ¿qué se supone qué debo de hacer?—Entregarla, llegar a un acuerdo de visitas, cumplir el acuerdo y hacer una contrademanda de custodia —explicó Juan Carlos luego de leer esa resolución de un juez de lo familiar que le otorgaba la custodia de Mía Santillana Falcón a su tía materna: Olga Falcón.Maximiliano tembló con rabia y volvió a golpear la pared en varias ocasiones.» Tienes que mantener la calma —pidió el abogado, viendo a ese hombre casi llorar de pura frustración—, lo importante es hacer las cosas bien, y perder la calma frente a ellas, negarte a entregar a la niña o solicitar verla cuando no está establecido en el acuerdo, sería acumular puntos malos que no te permitirían pedir la patria potestad de tu sobrina.Y es que, a pesar de que la niña estuvo todo el tiempo con ellos, Maximiliano y Maximina no habían hecho ningún trámite legal que los autorizara como los tutores
—¿Qué? —preguntó Maximina, muy contrariada—. ¿Estás seguro de esto, Maximiliano? Olga no...—Lo hizo, madre —aseguró el cuestionado—, ella lo hizo. Esa es la notificación de que vendrán por Mía mañana por la tarde. A menos, claro, que acepte el compromiso y la deje entrar a esta casa de nuevo. —¿Y no puedes acusarla por la petición que hace a cambio de dejarte ver a la niña? —preguntó Marisa, comenzando a sentir que la angustia le pesaba en el pecho—... Tienes derecho a verla, no puede condicionarte así, ¿o sí?—Para la convivencia y visitas debemos hacer un acuerdo entre nosotros, y ellas pueden poner las condiciones, pero, me imagino que el gobierno no se espera que una mujer loca pueda llegar a poner semejantes condiciones —explicó Maximiliano—. Entonces, probablemente si puedo interponer una demanda, pero en ese tiempo Mía estaría bajo custodia de cuidados infantiles, porque ambas familias no seríamos aptas para cuidarla hasta que demostremos legalmente lo contrario. —¡No! —excl
Estacionó su auto en la cochera de su casa y estuvo tentada a cerrar el portón antes de que Maximiliano llegara hasta ella, pero no se atrevió a presionar el botón de cerrado, aunque no se sentía capaz de despedirse de ese hombre.Lo vio, sin bajar del auto, por el retrovisor, caminando hasta ella, y mientras el nudo en su garganta se hacía más grueso, sus lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas.Era doloroso. Ellos apenas habían iniciado a amarse de verdad, conscientes de lo mucho que el otro los amaba y lo importante que eran para él, y ahora debían separarse por el bien de una familia que ya no podían ser.Marisa se sacudió repetidamente mientras lloraba y, cuando Maximiliano golpeó suavemente al cristal de su ventana y la joven le miró, volvió a llorar de una desoladora manera.—Vamos —pidió el hombre y la chica negó con la cabeza de una manera casi suplicante—, anda, Mari, vamos. Necesito abrazarte o no podré irme de aquí.Maximiliano también estaba llorando, así que Maris
Olga despertó con la satisfacción de que destruiría a esa familia que tanto odiaba, pues, definitivamente, hiciera la elección que hiciera ese hombre, ellos sufrirían mucho.Aunque, algo en lo más profundo de su minúsculo corazón, le seguía asegurando que Maximiliano elegiría a Mía sobre Marisa, y por eso estaba casi cien por ciento segura de que él terminaría comprometido con ella y, por su puesto, después terminaría casado con ella.Pensando en eso, la azabache de ojos casi miel sonrió, y sonrió mucho más al recibir un mensaje de su nuevo prometido, aceptando su propuesta de recibirla de nuevo en su casa y de comprometerse con ella.La azabache mayor se levantó a toda prisa, llamando a su hermana menor para que también despertara y se preparara para dejar al fin ese diminuto agujero en que mal vivían, porque, evidentemente, ella no era alguien que hubiera nacido para reprimirse de un montón de lujos que en serio quería darse.—Anda —pidió la mayor de las hermanas Falcón, al menos de