CAPÍTULO 41

—Me siento menos molesto ahora, así que, dime, qué es lo que quieres hablar conmigo —indicó Renato, terminando de acomodarse la ropa y sentándose de nuevo en la cama, tan lejos de la mujer que odiaba como le fue posible, y riéndose en su cara de la evidente molestia de Olga.

—Yo..., yo sé que hice mal al portarme así contigo —explicó la joven de cabello oscuro—, pero estaba en un apuro, así que me fui y, cuando me di cuenta de cómo había actuado, ya no tuve el valor para enfrentarte.

—Ah —hizo el hombre, sonriendo de medio lado, porque definitivamente no había ido a ese lugar en la mejor disposición; de hecho, él había ido ahí solo para ver hasta dónde era capaz de llegar esa mujer, porque él no le creía nada ya—. ¿Y puedo saber cuál fue ese apuro que te obligó a robarme, y a cambiar tu dirección y tu teléfono?

—Mi hermana menor tuvo un accidente —informó Olga, en ese tono de angustia que él jamás le había escuchado—, así que necesitaba dinero para venir acá, donde ella estaba; pero,
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