CAPÍTULO 23

—¿Cuándo dijo eso? —preguntó Maximina, que no recordaba esas palabras saliendo de la boca de la psicóloga.

—Julissa fue a buscarla a su oficina horas atrás —informó Maximiliano y Maximina entendió que, en el herido corazón de esa joven, había mucho más de lo que ella había hecho mal, y que no sabría curarlo porque lo desconocía.

—Tal vez Julissa no lo dijo con mala intensión —sugirió Marisa tras ver la consternación en el rostro de la mujer mayor—, parece que está buscando lo mejor para su sobrina y…, tal vez tiene razón... Tal vez lo mejor para Mía no soy yo, pero, como eso es tan difícil de aceptar para mí, creo que lo mejor es que me vaya antes de causar más daños.

Maximina llevó ambas manos a su cara, cubriendo su lloroso rostro, pero su llanto comenzó a ser audible hasta cuando escuchó de esa joven la petición de despedirse de Mía, que había pasado todo el tiempo dormida en el portabebés sobre el comedor de la cocina.

» Adiós, mi bebé —dijo Marisa y lloró de nuevo bajito, a p
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