El lobo blanco, transformado ahora en humano, corría a toda velocidad por el denso bosque, se lo conocía como la palma de su mano, por ende, aunque llevaba a una mujer inconsciente en sus brazos, aún así podía esquivar con soltura cualquier obstáculo sin siquiera perder el ritmo.Apuró el paso cuando escuchó el aullido de dolor de unos de sus hermanos de manada.A pocos minutos, llegó al castillo de su jefe, de su alfa, pasó la valla y las seguridades que él mismo había puesto días atrás por la invasión de esos imbéciles lobos de ojos rojos, enloquecidos por algún tipo de tóxico que no logran descifrar.—¿Alfa?—se maldijo. Seguramente su alfa estaba en la frontera, custodiando el límite de su territorio, impidiendo que más lobos crucen hacia su terreno.~Alfa, por favor, estamos en problemas, hay demasiados "enloquecidos" cerca del castillo—Habló mentalmente mientras dejaba a la mujer en el pasillo principal y se apuraba en regresar junto a sus amigos licántropos.Su jefe contestó al
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