Capítulo 5

Abrió los ojos para encontrarse con un techo de granito o mármol, decoración ostentosa y pintada como si estuviese aún en la época renacentista.

Se sentó de golpe al recordar toda la locura, las náuseas no tardaron en llegar, el hombre llamado Jarek apareció desde una esquina y la acercó un vaso de agua sin decir ninguna palabra pero con los ojos rebosantes de amabilidad.

Fue lo único que le impidió gritar como posesa al encontrarse en un lugar desconocido y con un desconocido. Su garganta ya seca como lija, agradeció el buen gesto.

—Gracias—escaneó la habitación. Muy minimalista y nada decorado como para que le perteneciera a alguien—. ¿Dónde estoy?

—Habitación de huéspedes. Por cierto—extendió una mano hacia la rubia, como había visto hacer a los humanos que él espiaba secretamente de su alfa—. Soy Jarek, beta, mano derecha del alfa de nuestra manada. Un gusto conocer a una humana frente a frente.

Kary evitó entrar en pánico. No estaba hablando mamadas, de verdad ese hombre tan parecido y a la vez tan diferente a los demás, acaba de confirmar que es un lobo y forma parte de una "manada"

—Kary H…Kary, simplemente Kary.

Casi tuvo un desliz que le iba a costar la vida. No supo si Jarek pudo darse cuenta de la vacilación o no, pero apretó la mano extendida, suavemente. Sonrió.

—¿Dónde estamos?—Jarek parecía sorprendido ante la pregunta.

—Ya te lo dije, en la habitación para invitados, dentro del castillo de nuestro alfa Emerson.

La rubia se sentía ya bastante mejor por lo que giró los ojos con irritación.

—No soy sorda ni estúpida, te escuché y entendí la primera vez. Mi pregunta es ¿Dónde estamos exactamente? ¿Ciudad? ¿País?

El beta parecía incómodo y divertido en iguales magnitudes. Luego algo de la brillantez en sus ojos, se apagó.

—No tengo permitido decírtelo, literalmente hablando. Toda la información la maneja nuestro alfa, es físicamente imposible para mí.

La mujer arrugó el ceño, incrédula.

—No estoy mintiendo—el hombre se defendió—. Así se evita que cualquiera pueda acceder a esa información privilegiada e infinitamente importante, a través de cualquier coacción, manipulación o tortura. Tanto mental como física. La única manera de saber algo, ya sea pequeña información o no, es preguntando directamente a nuestro señor.

La ojigris guardó silencio.

—Puedo escuchar tus latidos desenfrenados hasta aquí—se burló el medio animal—. No tengas miedo, no te haremos daño—dudó un segundo—. Bueno, yo no lo haré.

Le invadió un escalofrío. ¿Era innatamente necesaria esa aclaración?

—¿Son…?—Carraspeó—. ¿Licántropos?

El beta sonrió mostrando sus colmillos —. Preferimos el término lycan, pero sí, supongo que los humanos nos conocen mejor con esa denominación.

—¿Qué hago aquí?

—¿Preferirías dormir en el piso en vez de en la deliciosa y mullida cama?—Jarek subió una ceja.

A Kary le palpitó una vena en el cuello.

—¿Qué estoy haciendo dentro del castillo?—se estremeció cuando recordó su situación precaria—. ¡Necesito un teléfono!—se giró y le agarró de las manos. El lobo subió ambas cejas ante el toque—. Por favor, préstame un teléfono, necesito avisar a las personas del accidente—tragó saliva al recordar la escena—. El príncipe debe…

Kary no sabe si Jarek se tensó debido a lo que dijo o no, porque un segundo después, apareció por la puerta alguien extremadamente parecido al lobo. Con los mismos rasgos afilados, mismos ojos y con la única diferencia de que Jarek es un poco más corpulento y unos escasos centímetros más alto.

—¿Lo estás disfrutando Jarek? ¿Ya hincándole el diente?

Jarek le soltó la mano de forma abrupta y sonrió hacia el recién llegado, sonrisa que no le llegó a los ojos.

—Hermano mío, ¿También le quieres "hincar" el diente? ¿O solo me extrañas?

El hermano entrecerró los ojos e hizo un gesto sutil hacia afuera.

—La frontera sur está siendo desprotegida. Es nuestro turno de hacer patrulla.

Jarek se giró hacia ella con una clara disculpa en su mirada.

—Un gusto, simplemente Kary.

—¡Espera! ¡Quiero…!

Ambos salieron. El hermano menor, ni siquiera se dignó en echarle una mirada al salir.

Maldijo. No le preguntó siquiera dónde podía encontrar al hombre con heterocromía. Aún ni sabía su nombre pero por el respeto que los demás le tenían, era más que obvio que él es la cabeza de su organización.

Unos minutos después de asegurarse de que realmente se fueron, se bajó lentamente de la cama, tanteando su equilibrio, midió su costado derecho y jadeó de sorpresa. ¡La herida, ya no está! ¿Qué carajos?

Se palpó todo el cuerpo, encontrando que no tenía ningún daño. ¿Qué está pasando en ese territorio de locos?

No encontró nada que ponerse por los pies, por lo que sintiéndose mejor, salió de la habitación para encontrar pasillos y pasillos interminables. Otra característica que pudo absorber es el hecho de que el castillo parecía realmente solitario.

Caminó y caminó sin rumbo fijo, tratando de encontrar al hombre o al lobo, o lo que sea que fuera ese espécimen. Solo quería un teléfono móvil, pediría un rescate y luego se iría de ese lugar de locos.

No le diría a nadie lo que vio, ni que existen los hombres lobos ni nada. ¿Quién le creería de todos modos? Probablemente solo la meterían a un manicomio y listo. Si están ocultos, debe haber una razón importante.

El sonido de un lápiz corriendo sobre papel, la detuvo frente a una puerta medio abierta.

Y ahí estaba él, en todo su esplendor. Camisa negra abierta en el pecho, mostrando unos pectorales trabajados con los años, las mangas estaban dobladas, mostrando esas manos monstruosas agarrar el lápiz con delicadeza pero firmeza.

Uf, que lindo collar…

Cabello desordenado hacia atrás y un ceño fruncido, dándole total concentración al documento entre sus manos.

—Es de muy mala educación acosar a las personas, sabes.

Se sobresaltó al escuchar su voz, sus ojos de diferentes colores ya estaban fijos en ella.

—Adentro. Cierra la puerta.

Estuvo muy tentada en abrir más la puerta y seguir su camino a quien sabe dónde, pero la mirada en el rostro del "alfa" le advertía muchas cosas. Era un fuerte y claro "No me lo hagas repetir dos veces".

—No me mandes como una niña pequeña…

Se sentó frente a su escritorio. Pudo vislumbrar el fantasma de una sonrisa en él.

—Entonces no te comportes como una.

Se indignó—. ¡Para tu información, tengo veintiocho años bien cumplidos!

El alfa se tensó. ¿Veintiocho años? Él tiene trescientos cuarenta y nueve. Por la diosa Luna, esa era una bebé en comparación a él.

—¿A qué debo el honor de tenerte en mi presencia?

La mujer entrecerró los ojos ante su sarcasmo, para luego negar con la cabeza. El lobo del alfa se paseó totalmente maravillado ante la mirada y actitud fiera de su mate. ¡Es una digna compañera! ¿Su lado hombre? No estaba muy seguro como su lado animal.

—Sufrimos un accidente. El avión cayó a unos cuantos kilómetros de aquí, necesito un celular para avisar que estoy bien y que me vengan a rescatar para…

El hombre le hizo un gesto de stop.

—¿Sufrieron? ¿En plural?—chasqueó la lengua mientras guardaba los documentos bajo una carpeta—. Mis hombres ya visitaron ese lugar, cuando llegaron todo estaba en llamas y por los aromas, sí habían más personas, sin embargo no había rastros de nada de ellos.

—¡Imposible!—negó—. ¡Yo estaba con el capitán R y la aeromoza! ¡No pueden…!

El alfa le contestó con una paciencia que realmente no sentía.

—Baja la voz, aquí nadie le alza el tono al alfa y estoy seguro de no soportar más humillaciones de tu parte.

—¿Humillaciones?

El lobo subió una ceja y ella recordó que le obligó a acostarse frente a la caja de primeros auxilios.

—Bueno, ejem—carraspeó—. Eso fue por tu propio bien…

—Mi sangre de lobo me permite regenerarme mucho más rápido que un ser humano. Debería haber estado bien en unas horas más.

La rubia recordó sus heridas.

—¿Y las mías? ¿Por qué ya no tengo ninguna lesión?

El alfa deliberadamente desvió la mirada. ¿Cómo le decía que él mismo fue quien lamió cada centímetro de ella curandola? ¿Curandola con la saliva de hombre lobo? ¿Que vio cada centímetro de piel cremosa bajo esas harapientas telas? La humana Kary es su mate.

—Llamé al sanador del clan. Él te curó —mentira y más mentira. Emerson jamás dejaría que ningún otro hombre toque a su hembra. Era suya para reclamar. Suya y de nadie más.

Tenerla tan cerca, a tan solo un metro de distancia lo estaba volviendo loco. Si ayer creía que su aroma era delicioso, ahora estaba prácticamente tocando el cielo.

Decidió respirar lo menos posible. Su lobo estaba arañando su interior.

"Tómala, tómala y reclámala" "Es mía, mía" "tómala en el escritorio y hazla gemir tu nombre tan alto que toda la manada sepa que ya tiene a su mate…"

Bloqueó esa voz molesta y se concentró en la mujer que lo miraba interrogante.

—Repite lo que acabas de decir.

—¿Estás bien?

—Lo estoy—una respuesta automática.

—¿Seguro? Las ojeras comiendo la mitad de tu rostro dicen lo contrario…—su modo doctora entró en juego y le tocó la frente. La retiró con un siseo—. ¡Estás ardiendo! ¡Tienes fiebre! ¡Rápido, tienes que…!

El hombre atrapó la mano de la doctora que ya estaba serpenteando por su camisa, tratando de quitársela.

La mujer quedó paralizada. Con horror observó que estaba tocando muy familiarmente a un hombre tan grande que podría partirle el cuello antes siquiera de que pudiera escuchar el chasquido de sus huesos romperse.

El alfa se acercó hasta ella, haciendo que sus pechos se tocaran. Casi gimió de placer. La calidez que emanaba era inmensa.

El hombre olió el aire y gruñó con aprobación.

—No me toques si yo no le lo permito.

Tembló. No de miedo, sino de algo que le hizo sentirse muy húmeda abajo.

—¿Si no qué?—no iba a retroceder. No señor, por más de que se estaba derritiendo por dentro.

—Tócame de nuevo y lo sabrás—Emerson no pudo detenerse, por lo que lamió el costado del cuello de la menuda mujer, marcándola con su propio olor. Ahora cualquiera que la oliera, sabría que está con el alfa de la manada Hanjx, asesinos mejor conocidos como manada Sangre Creciente. La sintió deshacerse bajo sus brazos. Sonrió. Tener a su hembra frente a él, necesitada de él, lo estaba llevando a la perdición—. Puedo olerte. Sabes. Puedo saber exactamente lo mojada que estás con solo una inhalación…

Kary se mordió la mejilla interna. El corto dolor que sintió fue suficiente para sacarse de esa neblina que la estaba llevando a un estado de relajación extrema. El aroma a canela parecía retroceder también.

¿Por qué el hombre parecía oler a su brownie favorito? Justamente aquel que hacía que cualquier dieta se rompiera con tan solo una pequeña inhalación.

Se apartó bruscamente, poniendo varios centímetros de distancia entre ellos.

—¿Tienen celulares?—decidió cambiar de tema.

El alfa la miró un buen rato antes de sentarse de nuevo en su escritorio y asentir.

—Es correcto.

—¿Puedo pedir prestado uno? Me tienen que buscar…

—Hace rato que te estoy escuchando decir lo mismo. ¿Quién te necesita con tanta urgencia?

—El conejito está enfermo, me han dicho que está grave y…

—¿Conejo?—la miró extrañado—. En estos lares no hay ni un solo conejo rondando desde hace siglos.

Y él, más que nadie lo sabe.

—Pero, el principe me dijo que…

El ambiente de cálido y sensual, se volvió frío y tenso.

—¿Qué has dicho?

Tragó saliva, repentinamente algo más cautelosa. No lo sabía con exactitud pero, el cambio era muy notorio.

—El príncipe.

A partir de ahí, todo se descontroló.

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