Ashal no era consciente de que se encontraba hablando con la Deidad Suprema, hasta que despertó de su ensoñación y miró a su alrededor con extrañeza. «¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué siento que perdí la noción del tiempo?», pensó. En ese momento, la puerta de la habitación de Adeline se abrió y la matrona salió. —Ya puede entrar, señor Ashal. —¿Adeline sigue dormida? —preguntó, ansioso. —Sí, el doctor ya la revisó y comprobó que se encuentra bien. En un rato debe despertar, ya que ahora mismo la señora está agotada. —¡Ah! Bien, gracias. Ashal entró rápidamente a la habitación y se acercó al lecho, para tomar la mano de su esposa. Tras besarla delicadamente, suplicó con suma desesperación. —Adi, no tardes en despertar, por favor. A su vez, el doctor se acercó y, con una expresión serena, señaló: —Señor, pierda cuidado, su esposa está agotada físicamente y despertará en cualquier momento, por ello ordené alimentos sustanciosos que le ayuden a recuperar las fuerzas. Por otro lado,
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