Otro día más sin saber de sus amigas. En ese segundo día ya estaba desesperada, necesitaba a sus amigas. No soportaba más estar enfadada con ellas. Sí, había soportado tanto, porque para ella esos días eran muchos, sin embargo, necesitaba ya a sus amigas. No aguantaba más. Así que salió en dirección a la casa de su mejor amiga, Priscille. Jugueteaba nerviosa con el asa de su bolso mientras esperaba que su amiga la abriera. Cuando finalmente su amiga abrió puso mala cara al ver que se trataba de ella.—No tienes nada que hacer en mi casa, lárgate. —Y estaba dispuesta a cerrarle la puerta en las narices, cuando Elizabeth la detuvo, poniendo su pie en medio.—No, por favor, Pris, vengo a hacer las paces…—Venía en son de paz, ¿no podían calmarse aunque fuese solo un poquito? —Solo quiero recuperar a mis amigas. A mis mejores amigas.—Tus únicas amigas, dirás. Somos las únicas que te han aguantado y aun así decidiste pagárnoslo… Muy mal, Eli, muy mal. Ahora, sufre, porque nos has perdido p
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