Valentina no sabía que estaba latiendo más rápido, si su corazón o el fuerte dolor de cabeza que le estaba nublado la vista. No había preguntado nada. La mirada de resignación de su padre era más que suficiente para confirmar sus sospechas. — ¿Qué rayos, papá? ¿Es el día de los inocentes o algo parecido? Esto es una broma de muy mal gusto —afirmó Valeria. "No. Nada remotamente parecido" pensó Valentina. Ria a pesar de ser una de las mejores abogadas de Nueva York no conocía las expresiones de su padre como la hacía ella. No le gustaban los números como le fascinaban a ella. Bancarrota podía tener un significado sencillo para muchas personas, pero sabía, ella sabía, que había mucho más de trasfondo. No solo habían perdido la empresa si no también todas sus filiares. Esas que estaban regadas por todo el mundo. Habían perdido la casa familiar, la cabaña en Aspen y la inmensa mansión que tenían en una de las islas del Caribe. Un patrimonio valorado en más de 300 millones de dólares.
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