Valentina hizo lo que nunca en su vida había hecho. Faltar al trabajo por algo que no era urgente. Aunque la urgencia dependía del punto de vista de donde se mirara. Era cierto que no era un asunto de vida o muerte, pero de esa decisión dependía la vida de muchas familias incluyendo la suya propia. Así que pidió un favor a un antiguo amigo del colegio y se encontró frente a frente, a las puertas de uno de los bancos más prestigiosos de Nueva York. Se arregló un poco su aspecto en el reflejo de los cristales aunque esos pelos de loca no se los quitaba nadie. Había tenido que arañar para tener una cita con el presidente de la corporación, porque si de algo estaba cien por cien segura, era que nadie jamás iba a decirle como tenía que encaminar su vida. Las decisiones las tomaba ella y si había arrepentimientos o consecuencias, era ella quien los asumiría. Respiró hondo antes de entrar y se dio ánimos a sí misma. Al fin de cuentas muchas veces las cosas salían mejor de lo planeado.
Valentina y Fernando se encontraron en el bar de siempre. Ese que era un lugar para relajarse de las labores del día y a la misma vez un restaurante familiar. Siempre iban ellos y Valeria. Bianca ponía la misma excusa una y otra vez: era un lugar demasiado humilde para su estatus. Sin embargo En esa ocasión su gemela no los acompañaba. —Cielo —intentó hablar Fernando pero ante la mano alzada de su hija se detuvo. Valentina no quería agradecimientos, ni palabras que le recordaran su sacrificio. No quería nada. Solo que el tiempo brincara y olvidarse de esos días que estaban siendo una verdadera porquería. —No me digas nada con respecto a ese tema, papá. Me temo que mientras más hable del asunto, más valor voy a perder. Así que solo te pido dos cosas: Que Valeria no se entere de todo esto —dijo exasperada con los brazos en jarras. Sabía que si su gemela supiera el paso que estaba a punto de dar, no la dejaría continuar— y que me hagas la boda de mis sueños. Ya que me voy a casar que
Las temperaturas habían descendido abruptamente. Y aunque causar sensación era algo que planeaba hacer, Valentina no quería ser víctima de una hipotermia. Colocó un abrigo de color borgoña encima de sus hombros y se encaminó a la puerta de su cuarto. No sin antes darse una mirada en el espejo. Su rostro estaba maquillado delicadamente, resaltando sus ojos que era el rasgo más llamativo que tenía. Las trenzas de su cabello la hacían parecer una doncella medieval y los altos tacones la hicieron sentir poderosa. Valeria la estaba esperando en el salón. Un vestido plateado marcaba cada curva de su figura. Valentina sonrió a su gemela e hizo una mueca de obstinación ante la foto que Valeria le obligó a posar. Era tradición. Guardar el recuerdo siempre que asistían a un evento juntas. —Di queso —la pellizcó en el brazo ante la seriedad que había en su rostro.—Oye. Ria si me sale un moratón la tendremos buena. Porque puedes estar segura que pienso devolvértelo.—Tú nunca me harías daño.
Valentina dejó de bailar aún cuando los demás a su alrededor seguían los compases de la música. Buscó la mirada de David y la frialdad que detectó en esas oscuras profundidades le erizó los vellos de la piel. —Sonríe —gruñó ese desconocido. Se había dado cuenta que no conocía realmente al hombre que estaba parado frente a ella— No querrás que tu hermana que te está mirando con ojos de águila, sospeche ¿verdad?—Yo... yo... necesito tomar aire —Valentina se conocía. Además del conocimiento que había adquirido a lo largo de los años que la habían llevado a ser la primera de su promoción. Le faltaba poco para perder la conciencia. La esquina de su mirada se estaba oscureciendo rápidamente.— ¿Puedes caminar? —fue la pregunta que escuchó en la lejanía. No estaba segura. Aunque tampoco estaba segura de si había respondido o no. Sintió un apretón fuerte en la cintura y como la sacaban del salón. El murmullo quedó atrás. Los brillantes vestidos fueron sustituidos por las paredes metálicas
—Si sabes lo feo que se escucha eso ¿verdad? —Valentina no podía quitar la expresión azorada de su rostro-. Nos hace parecer prostitutas de alto rango más que cualquier otra cosa.—No digas bobadas, Valentina. Es como una cita planificada. Después de ese encuentro no tienen que volverse a ver. Y el dinero irá destinado a una ONG. —Por las personas necesitadas podemos hacer un esfuerzo, ¿cierto, Tina? —El rostro de Valeria mostraba cautela. Sabía que estaba de acuerdo con su planteamiento anterior, pero algo la hizo asentir en confirmación.Bianca se despidió de ellas con un exagerado movimiento de manos. —Pero...—Sabes perfectamente que siempre se sale con la suya —la interrumpió Valeria—. Nos iba a arruinar la noche si continuaban hablando. Y aunque quisieras pegarle cuatro gritos, no es el momento, ni el lugar. —Piensas igual que yo. —Sí, pero eso no quita que hace siglos que no tengo una cita. Me hace falta. Y a ti también aunque intentes negárnoslo a ambas. Desde el idiota aq
Valentina se pasó el sábado con los nervios a flor de piel. Las palabras de David la noche anterior todavía resonaban en sus oídos "Te recojo mañana a la siete y media. No me gusta la impuntualidad" Y eso había sido todo. Se había marchado después de darle un suave beso en los nudillos. Había pensado que no sentiría nada. Que lo que una vez tuvieron, estaba muerto y enterrado. Sin embargo ese simple roce había puesto su mundo de cabeza. La había hecho darse cuenta que no lo había olvidado. Que todavía había brasas entre las cenizas. Mientras caminaba por su apartamento vacío, tan sólo en unas medias gruesas con una taza de chocolate humeante en las manos, tuvo que volver a colocar otra pared de ladrillos entre los muros que rodeaban su corazón. Le habían bastado unos cortos segundos para entender que David podía derribar su coraza sólo con unos cuantos toques. Y eso era algo que no permitiría. Ese hombre nunca más tendría su propia vida en sus manos. "No me esperes para comer. Es
Los problemas empezaron nada más abordar el coche. Lo que le convenía a uno no le gustaba al otro. —Me encantaría que me dijeras tus planes ocultos para ofrecer semejante cantidad por mí anoche.—Elaborar un plan de acción —dijo David mientras arrancaba el coche. Mejor poner la vista al frente que en las piernas de Valentina. Y más que el pedacito de tela se le había subido por los muslos cuando se había sentado. Siempre le habían encantado los coches, nunca hubiera esperado odiar al Mazerati. Pero era una tentación concentrarse en la carretera con semejante fémina al lado.— ¿Para que?—Para hacer creer a tu hermana, tu amiga y el resto de la sociedad neoyorquina que me amas con locura. — ¿Qué yo te amo? Me parece que el chiste queda mejor al revés. No pretendo ocultar quien eres. Hoy Valeria me cogió fuera de base. No esperaba ese interrogatorio tan inesperado —Antes las cejas enarcadas de David se concentró en el tema pues se dio cuenta que estaba dando vueltas en el mismo sitio
—Volviste temprano anoche —fue la afirmación de Valeria cuando encontró a su hermana preparando la cafetera—. Pensé que ibas a tener una noche de escándalo. — ¿En la primera cita? Eso es extravagante incluso para ti.—Porque siento que ya lo conoces de antes. El tipo sabe cosas que no debería saber en el poco tiempo que te conoce.— ¿Cómo qué? —cuestionó Valentina alzando una ceja de forma interrogante— ¿Que soy la mayor? Eso lo sabría cualquiera que nos observara un poco. Siempre estoy pendiente de ti. El más mínimo detalle y me ves como mamá gallina.—Claro como la que tenemos nunca ha sabido cumplir ese papel. Entonces el papacito te tiene fichada. ¿A dónde te llevó anoche? —A un restaurante precioso entre la quinta y tercera del este. Parecía de otro mundo. Incluso pidió por mí —Valentina omitió los percances que tuvieron nada más salir del edificio. No sabía mentir. Menos aún ocultarle algo a su gemela sin ser testigo directo de sus dudas. Así que eligió la verdad. O al menos g