Valentina dejó de bailar aún cuando los demás a su alrededor seguían los compases de la música. Buscó la mirada de David y la frialdad que detectó en esas oscuras profundidades le erizó los vellos de la piel. —Sonríe —gruñó ese desconocido. Se había dado cuenta que no conocía realmente al hombre que estaba parado frente a ella— No querrás que tu hermana que te está mirando con ojos de águila, sospeche ¿verdad?—Yo... yo... necesito tomar aire —Valentina se conocía. Además del conocimiento que había adquirido a lo largo de los años que la habían llevado a ser la primera de su promoción. Le faltaba poco para perder la conciencia. La esquina de su mirada se estaba oscureciendo rápidamente.— ¿Puedes caminar? —fue la pregunta que escuchó en la lejanía. No estaba segura. Aunque tampoco estaba segura de si había respondido o no. Sintió un apretón fuerte en la cintura y como la sacaban del salón. El murmullo quedó atrás. Los brillantes vestidos fueron sustituidos por las paredes metálicas
—Si sabes lo feo que se escucha eso ¿verdad? —Valentina no podía quitar la expresión azorada de su rostro-. Nos hace parecer prostitutas de alto rango más que cualquier otra cosa.—No digas bobadas, Valentina. Es como una cita planificada. Después de ese encuentro no tienen que volverse a ver. Y el dinero irá destinado a una ONG. —Por las personas necesitadas podemos hacer un esfuerzo, ¿cierto, Tina? —El rostro de Valeria mostraba cautela. Sabía que estaba de acuerdo con su planteamiento anterior, pero algo la hizo asentir en confirmación.Bianca se despidió de ellas con un exagerado movimiento de manos. —Pero...—Sabes perfectamente que siempre se sale con la suya —la interrumpió Valeria—. Nos iba a arruinar la noche si continuaban hablando. Y aunque quisieras pegarle cuatro gritos, no es el momento, ni el lugar. —Piensas igual que yo. —Sí, pero eso no quita que hace siglos que no tengo una cita. Me hace falta. Y a ti también aunque intentes negárnoslo a ambas. Desde el idiota aq
Valentina se pasó el sábado con los nervios a flor de piel. Las palabras de David la noche anterior todavía resonaban en sus oídos "Te recojo mañana a la siete y media. No me gusta la impuntualidad" Y eso había sido todo. Se había marchado después de darle un suave beso en los nudillos. Había pensado que no sentiría nada. Que lo que una vez tuvieron, estaba muerto y enterrado. Sin embargo ese simple roce había puesto su mundo de cabeza. La había hecho darse cuenta que no lo había olvidado. Que todavía había brasas entre las cenizas. Mientras caminaba por su apartamento vacío, tan sólo en unas medias gruesas con una taza de chocolate humeante en las manos, tuvo que volver a colocar otra pared de ladrillos entre los muros que rodeaban su corazón. Le habían bastado unos cortos segundos para entender que David podía derribar su coraza sólo con unos cuantos toques. Y eso era algo que no permitiría. Ese hombre nunca más tendría su propia vida en sus manos. "No me esperes para comer. Es
Los problemas empezaron nada más abordar el coche. Lo que le convenía a uno no le gustaba al otro. —Me encantaría que me dijeras tus planes ocultos para ofrecer semejante cantidad por mí anoche.—Elaborar un plan de acción —dijo David mientras arrancaba el coche. Mejor poner la vista al frente que en las piernas de Valentina. Y más que el pedacito de tela se le había subido por los muslos cuando se había sentado. Siempre le habían encantado los coches, nunca hubiera esperado odiar al Mazerati. Pero era una tentación concentrarse en la carretera con semejante fémina al lado.— ¿Para que?—Para hacer creer a tu hermana, tu amiga y el resto de la sociedad neoyorquina que me amas con locura. — ¿Qué yo te amo? Me parece que el chiste queda mejor al revés. No pretendo ocultar quien eres. Hoy Valeria me cogió fuera de base. No esperaba ese interrogatorio tan inesperado —Antes las cejas enarcadas de David se concentró en el tema pues se dio cuenta que estaba dando vueltas en el mismo sitio
—Volviste temprano anoche —fue la afirmación de Valeria cuando encontró a su hermana preparando la cafetera—. Pensé que ibas a tener una noche de escándalo. — ¿En la primera cita? Eso es extravagante incluso para ti.—Porque siento que ya lo conoces de antes. El tipo sabe cosas que no debería saber en el poco tiempo que te conoce.— ¿Cómo qué? —cuestionó Valentina alzando una ceja de forma interrogante— ¿Que soy la mayor? Eso lo sabría cualquiera que nos observara un poco. Siempre estoy pendiente de ti. El más mínimo detalle y me ves como mamá gallina.—Claro como la que tenemos nunca ha sabido cumplir ese papel. Entonces el papacito te tiene fichada. ¿A dónde te llevó anoche? —A un restaurante precioso entre la quinta y tercera del este. Parecía de otro mundo. Incluso pidió por mí —Valentina omitió los percances que tuvieron nada más salir del edificio. No sabía mentir. Menos aún ocultarle algo a su gemela sin ser testigo directo de sus dudas. Así que eligió la verdad. O al menos g
Valentina leyó el contrato dos veces. Por más que deseaba no aliarse con David, las cosas no estaban saliendo como quería. Todo se contaba el con pelos y señales. Había una cápsula entre tantas galimatías. La empresa seguiría como estaba. No habría cambios. Siempre que ella accediera a casarse con él. — ¿Puedo leerlo con calma? —preguntó dudosa. —Por supuesto. Siempre y cuando tu respuesta sea un acertado sí. Tú dependes más de mí que yo de ti.—No me estás convenciendo, David. —No tengo que convencerte, preciosa. Ya tu conciencia lo está haciendo por ti. Mírame. A Valentina sólo le dio tiempo alzar la mirada cuando sintió esos gruesos labios sobre ella. Fue como regresar el tiempo. Hasta los deseos de empujárselo de arriba se le quitaron. David sabía como hacerla callar. Que puntos tocar para que solo con un beso volverla loca. Se dijo a sí mismo que había sido para ir ensayando, para ir enseñándole al mundo que esa mujer llevaba su olor por todo su cuerpo y muy pronto también
Los días fueron pasando. Ya nadie se asombraba al ver la oficina de Valentina llena de cajas de regalos y flores. Aunque había tenido cuidado de abrirlo frente a los demás. Todavía resonaba por los pasillos la bromita del camisón blanco. Lukas cada vez que la veía le bajaba y alzaba las cejas de forma divertida. Algo le decía que tendría suficiente munición para una temporada. Se cobraría todas y cada una de las que ella le había hecho cuando estaban en Bélgica. Las citas eran otra cosa que estaba a la orden del día. Se había vuelto cotidiano que salieran juntos tomados de la mano. Que fueran a lugares románticos y que compartieran besos ardientes como si fueran un par de adolescentes con las hormonas alborotadas. Y aunque esos besos dejaban a Valentina con ganas de más no se podía decir lo mismo de su incipiente relación. Apenas hablaban. Lo único que hacían era discutir. Y cuando tenían gente alrededor de lanzaban puñales con la mirada. "Hipócritas. Eso era lo que eran. Tremendo
Valentina trató de permanecer impávida ante las palabras del sacerdote. Repitió las palabras en el momento que le tocaba y intento mover sus labios para una sonrisa normal. Lo que no pudo esconder fue los temblores de sus manos. Y sabía que David los podía sentir pues tenía sus dedos entrelazados. Su cuerpo vibró cuando colocó la cadena en su cuello y le dio una tierna pero caliente caricia. Y sé sintió en las nubes cuando el cura no había terminado de decir "puede besar a la novia" y su esposo la había cogido por la cintura y la había besado. Besar no. Comer era un término más preciso. Valentina se olvidó del mundo mientras se entregaba a esa pequeña muestra de pasión. No importaba las miradas, risas o silbidos. David la dejó de besar cuando quiso. En el momento exacto que sintió que necesitaban tomar aire. Y aún así la mantuvo bien cerquita cuando emprendieron el camino de salida. Ya era suya. Ya podía hacer con ella lo que quisiera. Se tomaron las fotos pertinentes. Se cort