Sebastián tomó el alcohol y tomó un algodón, humedeciéndolo, luego lo acercó a su nariz, esperó por un breve momento, hasta que ella abrió los ojos, estaba confusa, aturdida, pero pronto cuando vio sus ojos marrones, se asustó mucho, ella se enderezó y se alejó moviéndose por la cama, Sebastián se acercó de rodillas sobre la cama, y cuando la sintió alejándose, de pronto la tomó de los tobillos, acercándola a él, quedándose encima de ella, pudo ver sus ojos de ese color entre verde y miel, sintió que su cuerpo latía, que el calor elevaba su temperatura —¿Es una pesadilla? —exclamó ella, con ojos llorosos, eso lo volvió a la realidad, abandonado cualquier sensación y se levantó, alejándose, Violeta se levantó y lo miró—. ¿Es verdad? ¿Usted está…? ¿Vivo? —Así es, estoy vivo, más vivo que nunca. —Pero… no entiendo, lo dieron por muerto, Hugh hizo un funeral simbólico… —Hugh sería capaz de enterrar a un perro en mi lugar, si con eso todo el mundo me diera por muerto, pero, no es así,
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