Sebastián Hesant la levantó del suelo con rapidez, verificó que el severo golpe, no hubiese causado alguna herida en su cabeza, se convenció de que estaría bien y la cargó en sus brazos, decidió llevarla a la primera habitación abierta que halló, seguro de que era su recámara, la recostó sobre la cama y verificó su pulso, revisó en el cuarto de baño para encontrar pronto el alcohol, debía despertarla, pero decidió esperar, la observó bien, esa era Violeta Mayer la supuesta novia de su hijastro desde hace tres años, la observó bien, tenía una pinta de ingenua y jovialidad, tendría tan solo veintitrés años, tres años menos que Hugh, sabía casi todo de ella, excepto quien era en realidad, eso solo se descubría con el trato, él lo sabía bien, que nunca nadie conoce a otro, salvo en su peor momento.
Era hermosa como la juventud en verano, esbelta, y con cabellos rizados de color miel, su piel era pálida, y un mohín de burla se formó en sus labios al pensar que necesitaba broncearse, recordó exactamente el momento en que la conoció, y el recuerdo de hace tres años volvió a su mente
«Flashback:
Tres años atrás
Sebastián buscaba una nueva asistente personal, la anterior se había casado y había decidido dedicarse a su nuevo hogar, no la culpaba, era una mujer muy eficiente, y buena, además, merecía dicha felicidad, pero él necesitaba con urgencia a un reemplazo que valiera la pena. Cuando Hugh sugirió a su novia, Sebastián fue enfático en un no, eso enfureció al joven, diciendo que Violeta Mayer era buena, que estaba terminando la universidad en finanzas, y que sería perfecta, pero Sebastián replicó su severo no, tenía sus razones, no confiaba en Hugh, quien en ese momento había abandonado su carrera universitaria por tercera vez, gastaba tanto dinero al mes, y Sebastián culpaba a esa nueva novia, además, era un vago total, y pensaba que justo así sería la mujer que lo tenía ahora interesado.
—Señor, hay una mujer que viene a la entrevista, pero no tiene cita agendada, sin embargo, dice que ha sido enviada por su hijo Hugh, se llama Violeta Mayer.
—¿Qué? —exclamó molesto—. Dame un momento —dijo y llamó por su móvil a Hugh
—¿Acaso no fui claro? Te dije que no quería a esa chica en Hesant Corp.
—Padre, por favor, te lo suplico, recíbela, aunque sea entrevístala, ella estaba tan ilusionada con conocerte, hazlo por mí, por favor.
—¿Por conocerme? —dijo con sorpresa—. Eres realmente el rey de los inútiles, Hugh —dijo severo y colgó la llamada
Luego encendió el intercomunicador
—¿No ha llegado ninguna candidata más?
—No, señor, ni siquiera la señorita Milena Franz.
—Bien, haz pasar a esa chiquilla —dijo con desdén.
Sebastián se levantó de su silla, se giró a mirar el ventanal, observó los rascacielos, el cielo azul celeste, era un día caluroso, abrieron la puerta y escuchó la voz de su secretaria pedir permiso para que esa joven entrara
—Sí, que pase —dijo sin mucho interés, escuchó los ruidos de zapatillas
—Buenos días, señor Hesant, un placer conocerle —escuchó la suave voz
Esa voz le despertó una curiosidad, que no sabía que tenía, pues en realidad solo había planeado que se fuera lo más pronto posible, se giró a mirarla y alzó las cejas, había en su gesto algo de sorpresa, luego tomó asiento sin decir nada, hizo una seña, que le indicó a la joven que debía tomar asiento, ella lo hizo, llevaba una carpeta en su mano, que dejó sobre el escritorio, era su curriculum, mientras Sebastián notó sus manos temblorosas, que se movían de forma inquietante, ese gesto le hizo sentir poderoso, tomó la carpeta y le dio una hojeada, leyó con rapidez
—Tan solo veinte años, vive con su hermano, ¿Y sus padres? —dijo expectante, notó la perplejidad en su rostro, estaba siendo rápido y tajante, y notó que era muy educada para entenderlo
—Mis padres murieron, yo me hago cargo de mi hermano, él tiene quince años.
—Vaya, interesante —dijo, no esperaba saber que la vida de esa mujer fuera tan trágica—. ¿Cómo murieron?
Notó la confusión en su rostro que parecía demasiado dulce e ingenuo
—Mi madre murió de un infarto, hace ocho años, y mi padre murió en un accidente, hace un año.
—¡Qué triste! Tiene una historia bastante trágica, pero veo que es la primera de su clase, quizás se convierta en la mejor de su generación, ha trabajado en una cafetería, en una biblioteca, y ahora trabaja para un… modesto despacho de contadores, ¿Por qué cree que voy a contratarla? Dejemos a Hugh a un lado, por favor —Sebastián se puso de pie, notó la respiración de la joven agitarse, se veía muy nerviosa
—No tengo mucha experiencia, pero aquí puedo adquirirla.
—¿Cómo una asistente?
—Con usted, me refería… —la voz de la joven se volvió titubeante, pero él no esperaba esa respuesta, se volvió a mirarla intrigado
—Explíquese.
—Sí… Usted es un hombre muy importante en el mundo financiero, todos hablan de como sacó adelante el imperio de su padre, cuando en la crisis del dos mil siete pudo salir adelante, así que, yo aprendería mucho de usted, no solo en los temas financieros, sino también en liderazgo, fortaleza y ética, he admirado su carrera por largo tiempo, me ha inspirado a mejorar en mis estudios.
Sebastián se quedó perplejo, caminó acercándose a ella, se veía impactado, él no esperaba eso, y odiaba cuando las cosas salían de su control, la miró con ojos pequeños, como si la midiera bien, luego una risa escapó de sus labios, ella le miró intrigada
—Hugh te dijo lo que debías decir, ¿verdad?
—No, señor —dijo levantándose, parecía asustada, Sebastián recorrió con su mirada su grácil figura, casi de forma lascivia, cuando miró su rostro notó el estupor y el sonrojo, pudo sentir como ella temblaba, y sintió como algo dentro de él se encendía, su cuerpo palpitaba, como su virilidad con fuerza
—¿Cuánto dinero te da al mes mi hijo?
—¿Qué dice? —parecía consternada—. A mi nadie me da nada, no sé de lo que habla.
Sebastián volvió a reír
—¿Sabes algo? El papel de ingenua y pura, te sale perfecto, pero no conmigo —dijo acercándose pasos gigantes, notando el miedo en las pupilas de la chica de ojos pardo—. ¿Cuánto te da? ¿Cinco mil, diez mil dólares?
—Le juro por la memoria de mis padres que no recibo dinero de su hijo —dijo con los ojos llorosos, y verla así le dio un escalofrió, eso no le gustó´, él esperaba a una joven cínica, hermosa, capaz de seducirlo a él
—¿Y entonces, Violeta? ¿Por qué estás con Hugh? Tengo dos teorías, bastante lógicas.
—¿Cuáles? —exclamó confusa, y él se acercó más, reduciendo al mínimo la distancia entre ellos, pudo oler su perfume de lavanda, que le recordaba al olor de la mañana
—O eres muy estúpida, o tal vez, nunca estuviste apuntando a Hugh, en tu juego.
—¿Qué? —dijo aturdida
—Hugh fue solo un medio para llegar aquí, para estar ante mí, ¿Qué pensaste? El hijo es un inútil, mejor seduzco al padre, ¿Por eso estás aquí? —exclamó mientras la miraba de esa forma, notando como ella se quedaba sin aliento y él se acercaba de forma peligrosa a sus labios, por un instante Sebastián perdió el dominio de sus emociones, deseaba esos labios rosas como nunca deseó a nadie, si hubiera podido, lo hubiese hecho, pero las manos de esa mujer le empujaron con rabia
—¡Es un grosero, todo su dinero no compra la falta de educación y empatía que le falta! Y se equivoca —dijo furiosa, tomando su cartera—. Hugh no es un inútil, es un hombre incomprendido por usted, quien nunca le ha dado una oportunidad en esta empresa, por eso no sale adelante, llámame estúpida si quiere, pero no estoy con Hugh por su plata, tampoco por usted o su imperio, estoy con él por amor, yo amo a Hugh con toda mi alma.
Sebastián la miró impactado, un mohín de burla se formó en sus labios
—¡Ay, que ternura! Casi me lo creo.
—Piense lo que quiera —dijo furiosa, y le pareció que así se veía incluso más bella—. Búrlese, pero usted me da lástima, ahora.
—¿Qué? —exclamó furioso, y notó como ella retrocedió al sentirlo tan cerca y tan enojado
—Usted no sabe lo que es amar de verdad, nunca lo sabrá, me da lástima —dijo con la voz débil pero firme.
Sebastián se quedó perplejo, boquiabierto por sus palabras, luego la vio salir de ahí, cerrando con fuerza la puerta, recordó que le tomó mucho tiempo tomar la siguiente entrevista, las palabras de esa chica le habían calado profundo, y pensó por mucho rato, ¿Acaso había amado alguna vez? No, eso era verdad, el amor era rojo para Sebastián Hesant, y el rojo en su mente siempre fue peligro
Sebastián tomó el alcohol y tomó un algodón, humedeciéndolo, luego lo acercó a su nariz, esperó por un breve momento, hasta que ella abrió los ojos, estaba confusa, aturdida, pero pronto cuando vio sus ojos marrones, se asustó mucho, ella se enderezó y se alejó moviéndose por la cama, Sebastián se acercó de rodillas sobre la cama, y cuando la sintió alejándose, de pronto la tomó de los tobillos, acercándola a él, quedándose encima de ella, pudo ver sus ojos de ese color entre verde y miel, sintió que su cuerpo latía, que el calor elevaba su temperatura —¿Es una pesadilla? —exclamó ella, con ojos llorosos, eso lo volvió a la realidad, abandonado cualquier sensación y se levantó, alejándose, Violeta se levantó y lo miró—. ¿Es verdad? ¿Usted está…? ¿Vivo? —Así es, estoy vivo, más vivo que nunca. —Pero… no entiendo, lo dieron por muerto, Hugh hizo un funeral simbólico… —Hugh sería capaz de enterrar a un perro en mi lugar, si con eso todo el mundo me diera por muerto, pero, no es así,
Rori veía a su hermana sufrir, estaba angustiado por ella, pero debía estudiar y trabajar como repartidor en la pizzería, su hermana estaba de vacaciones del despacho, y debía volver en dos semanas más a laborar, Rori esperaba que en ese tiempo mejorara y todo volviera a la normalidad. Al día siguiente antes de irse a la universidad, se despidió de su hermana, la vio tranquila, pero con el mismo ánimo triste, apenas Rori se fue, Violeta corrió a vestirse, se puso unos jeans y jersey, salió de prisa, necesitaba verlo con sus propios ojos, sin saber que la seguían muy de cerca, llegó a la mansión Hesant, y tuvo la fortuna de que al hacerlo, él estaba entrando con su auto a la mansión, se puso justo frente a él, retándolo, si Hugh decidía arrancar el motor podría arrollarla, pero se detuvo, bajó del auto, cerró la puerta y la miró fijamente, ella observó sus ojos verdes esmeraldas, ella se veía mal, pálida y triste, pero él no parecía ni arrepentido, ni sentimental —¡¿Qué quieres aquí?
Sebastián estaba cambiando su ropa, ya estaba listo para bajar, pero se detuvo, observando su reflejo en el espejo, dio un respiro profundo, pensando en él, ¿Quién era realmente? Hace tan poco tiempo estaba en ese bosque boreal de Islas del Sur, creyendo que estaba por encontrar su muerte, sobrevivió como pudo, fue en ese momento que bendijo que su padre lo hubiese enviado a estudiar a una escuela militar desde niño, de lo contrario, nunca hubiese resistido. Ahí advirtió lo bien forjado que estaba su carácter, ese que ni él mismo conocía. Pero, nunca pesó tanto la soledad como en esos momentos, todo lo que deseaba era volver a casa. Tenía apenas veinte cinco años cuando su padre le obligó a tomar un puesto gerencial en la gran Hesant Corp., recién egresado de la universidad, y su severo padre Kurt lanzó un memorándum, donde exigía que Sebastián fuera tratado como un simple empleado, nadie debía tenerle piedad, ni le debían favor por ser el hijo del dueño, pronto, todos los grandes ger
Cuando tocaron la puerta del departamento, Rori se apuró a abrir, se quedó perplejo al mirar a ese hombre ahí, abrió la puerta dejándolo entrar, era Sebastián Hesant, Rori lo observó de arriba abajo, era alto, de complexión media, vestido con un elegante traje, zapatos costosos, un Rolex de oro blanco, el cabello de color grisáceo, y unos ojos severos y grandes, con espesas pestañas, ese hombre si que era un verdadero billonario, un caballero en la extensión de la palabra, y no como el patán abusivo de su hijo —Buenas tardes. —Buenas tardes, señor Hesant, me temo que, si busca a mi hermana, ella no está. Sebastián no evitó quedarse turbado, pero lo aceptó de todos modos, él sabía sus pasos, para eso tenía a alguien siguiéndola, porque no le daría la oportunidad a Hugh de acercarse a ella y volver a lastimarla —Bien, debo volver más tarde. —Bueno, si quiere, puede dejarle el recado conmigo. Sebastián se detuvo, pensativo y observó al joven, había investigado un poco, sabía quien e
—Esto no, no es un matrimonio normal, aclaremos que eso no pasará —aseveró. —Descuida, Violeta, nunca he sido un hombre que obliga a una mujer, si eso es tu temor, pero, que quede claro, que yo solo llegaré hasta donde tú lo quieras. Ella frunció el ceño, con espanto —A ninguna parte, escúchelo bien, solo nos vengaremos, ellos recibirán su merecido, y nosotros haremos nuestra parte, cuando ellos vayan a la cárcel, usted y yo, nos divorciaremos. Él asintió con una sonrisa casi perversa. Pronto anunciaron que el juez había llegado y fueron hasta ahí, firmaron el acta de matrimonio, ella tembló antes de firmar, pero al final lo hizo, Sebastián firmó de prisa, y el juez los declaró marido y mujer —Puede besar a la novia. Sebastián y Violeta se miraron un segundo, ahí también estaba Niall Rezza su abogado legal, él estaba por fuera de la verdad, Sebastián temía sí el fuera un aliado o un traidor, así que, solo tomó el rostro de la joven que le miraba con estupor y besó sus labios, ap
Violeta abrió la boca con gran sorpresa como si se fuera una gran ofensa, uno de los guardias estaba por tomarla y sacarla lejos de ahí —¡Ustedes no saben lo que hacen! ¡No pueden echarme, no saben quién soy yo! —vociferó y sentenció, causando curiosidad en los invitados e irritando a Hugh, mientras Seraphyna reía a carcajadas, diciendo que era solo una loca —¡Tú no eres nadie! —exclamó Hugh rabioso —Él que no es nadie aquí, eres tú, querido —dijo en voz bien alta, mientras todos se quedaban perplejos Hugh sintió que enrojecía de coraje —Y, ¿quién te crees que eres? —La dueña de esta mansión, la dueña de todo, ¡Yo soy la señora Hesant! —exclamó, todos se rieron entonces, y Hugh también rio —¡Pobre estúpida! ¡Eres la dueña de nada! ¡Lárgate! —exclamó rabioso Los guardias intentaron tomarla, y ella quiso liberarse, sintió miedo, al ver que Sebastián no aparecían por ningún lado, preguntándose si aquello era una vil trampa, su corazón latió como si fuera un condenado a muerte, no
Los invitados fueron despedidos pocos minutos después, era necesario y todos lo entendieron, se marcharon pronto, Sebastián pidió a Seraphyna y a Hugh que lo acompañaran a su despacho principal para hablar. Sebastián tomó la mano de Violeta —Estás fría —dijo notando, ella asintió, aún se veía pálida, él sonrió —No temas, estaré aquí, hablaré con ellos, y luego nos iremos. —Pero… —ella titubeó, y él la llevó hasta el salón principal, la sentó y pidió que la atendieran bien —Señora Cyrus, ella es Violeta, mi esposa, de ahora en adelante la señora de esta casa, atiéndala como lo merece, mientras yo regreso. —¡Claro! Señor, me alegra tanto verlo con vida. Sebastián le brindó una cálida sonrisa y luego fue al despacho Apenas entró, Seraphyna volvió a abrazarlo, ya no quería soltarlo, por temor a perderlo de nuevo —No entiendo, padre, ¿Cómo es que sobreviviste? —Ya lo vez, hijo, no fue fácil, pero al final, enfrenté a la muerte y salí vencedor, ¿Estás triste? —exclamó Hugh se leva
Escucharon el motor del auto rugir, Hugh corrió a ver por el gran ventanal, los vio alejarse en el auto. Su sangre hervía de furia, sus ojos se volvieron llorosos, no pudo evitar que las lágrimas cayeran por su blanco rostro, las limpió apenas se sintió frágil, algo lo quemaba por dentro —¡Qué desgraciada! ¡Los detesto! ¡Les deseo lo peor! —exclamó halando de sus cabellos con fuerza, Seraphyna lo miró consternada, luego Hugh tomó las botellas de whisky en una mesa y las lanzó al suelo, haciéndolas añicos, lanzado el peor de los gritos de frustración y berrinche —¡Cálmate, Hugh! Por favor, detente —espetó Seraphyna asustada por su único hermano—. ¿Qué te sucede? —¿Acaso no lo entiendes? De todas las malditas mujeres del mundo, la eligió a ella, lo hizo adrede, lo hizo con la intención de joderme la vida, siempre lo hace, nunca me ha querido —dijo bufando—. Solo quiere mi ruina, desgraiada la ahora en que no murió. —¡Cállate! Mi padre no tiene culpa alguna, es de esa mujerzuela. —¡C