Sebastián estaba en el altar, vestía su traje elegante, no sabía que sucedía con él, sus manos temblaban, su frente sudaba, estaba nervioso, y era tan raro sentirse así, cuando escuchó las campanas de la iglesia resonar, y miró a todos los invitados, fijó su mirada en ella, lucía tan hermosa, y creyó que era imposible que Violeta fuera más hermosa, pero ante él estaba un ángel, una preciosa reina.
Sonrió y sus ojos brillaron, ella caminaba al lado de su hermano Rori, su vestido era como en sus sueños de adolescente, era una novia, ahora era una esposa por amor, y no más por despecho, llegó al altar y tomó el brazo de su amado esposo
—Te amo.
—Te amo —dijo Sebastián sin dejar de mirarla con amor
El sacerdote comenzó a oficiar la misa, Pablo y Verónica les entregaron los anillos de oro, e
Después de pasar el fin de semana en la playa volvieron a casa. Violeta extrañaba mucho a sus hijos, apenas llegó los arrulló y los cuidó, estaba sanos y tranquilos, creyó que sus hijos eran dos pequeños ángeles, dulces y pacíficos —Violeta, quería decirte que Rori y yo queremos hablar contigo y con papá, ¿Podrías acompañarnos al salón? —dijo Seraphyna Violeta la miró intrigada, asintió y dejó a los niños durmiendo, luego bajó al salón. Sebastián ya estaba ahí —¿Qué sucede? —exclamó ella —No lo sé, los chicos me tienen muy intrigado —dijo Sebastián—. Vamos, chicos, cuéntenos todo, por favor. —Bueno, Sebastián, quiero… quiero pedirte oficialmente, la mano de Seraphyna, queremos casarnos. Sebastián estaba impactado, igual que Violeta, no esperaban tal noticia —Pero, ¿Qué dices? Rori, Seraphyna, están apresurándose, ¿No lo crees? —exclamó ella —Hermana, sé que pensaran que somos muy jóvenes, pero no es así, este ti
Por Sebastián Hesant Han pasado seis años desde que nos mudamos a Puerto Rico, me gusta el lugar, acostumbrarnos a esta vida fue fácil, los amigos vienen a visitarnos seguido, he podido agradecer a todos los que me ayudaron a recuperar mi vida. Cuando recuerdo todas las veces que estuve a punto de la muerte, siento solo respeto, volví tantas veces, renací por amor, solo por volver a ella, siempre cumplí, veo su rostro, duerme a mi lado, no solo es la mujer más hermosa, también es mi amada, la dueña de mi corazón. Hoy es un día especial, aún no quiero levantar a mi mujer, se ha esforzado tanto por el cumpleaños de nuestros gemelos que solo quiero que descanse un poco. Veo mi móvil, Seraphyna me dejó un mensaje, ella y Rori están por llegar, se casaron hace cuatro años, ambos han terminado sus carreras, Rodrigo se convirtió en un gran físico, y da clases en un colegio, Seraphyna ahora se dedica a ser modelo e interactúa en redes sociales, ellos siguen viviendo en Florida, pero nosotr
Ella caminaba de un lado a otro, los nervios estaban a flor de piel, sus únicos dos mejores amigos, Natalia y Peter la miraban con impaciencia, intentaban amarrar sus lenguas y quedarse callados ante semejante situación, eso era lo mejor que cualquier amigo podía hacer en tremenda situación. Pero, Violeta seguía peor, respiró profundo y observó su semblante frente al vidrio de una ventana, estaba al borde del llanto, su vestido de novia era tan simple, como ella misma se sentía ahora, esperaba la llegada de su amado Hugh, era su novio desde hace tres años, él había sido tan bueno y dulce, su salvador, solo pensaba en que había una razón lógica para su demora, habían luchado por su amor, su padre el magnate Sebastián Hesant, que hace dos meses fue dado por muerto, no parecía feliz con una idea de matrimonio entre ellos, y por eso, Hugh debía mantenerla en la sombra, ella odió mucho a ese señor, no era el padre de sangre de Hugh, sino su padrastro, pero era un hombre billonario, dueño d
Sebastián Hesant la levantó del suelo con rapidez, verificó que el severo golpe, no hubiese causado alguna herida en su cabeza, se convenció de que estaría bien y la cargó en sus brazos, decidió llevarla a la primera habitación abierta que halló, seguro de que era su recámara, la recostó sobre la cama y verificó su pulso, revisó en el cuarto de baño para encontrar pronto el alcohol, debía despertarla, pero decidió esperar, la observó bien, esa era Violeta Mayer la supuesta novia de su hijastro desde hace tres años, la observó bien, tenía una pinta de ingenua y jovialidad, tendría tan solo veintitrés años, tres años menos que Hugh, sabía casi todo de ella, excepto quien era en realidad, eso solo se descubría con el trato, él lo sabía bien, que nunca nadie conoce a otro, salvo en su peor momento. Era hermosa como la juventud en verano, esbelta, y con cabellos rizados de color miel, su piel era pálida, y un mohín de burla se formó en sus labios al pensar que necesitaba broncearse, reco
Sebastián tomó el alcohol y tomó un algodón, humedeciéndolo, luego lo acercó a su nariz, esperó por un breve momento, hasta que ella abrió los ojos, estaba confusa, aturdida, pero pronto cuando vio sus ojos marrones, se asustó mucho, ella se enderezó y se alejó moviéndose por la cama, Sebastián se acercó de rodillas sobre la cama, y cuando la sintió alejándose, de pronto la tomó de los tobillos, acercándola a él, quedándose encima de ella, pudo ver sus ojos de ese color entre verde y miel, sintió que su cuerpo latía, que el calor elevaba su temperatura —¿Es una pesadilla? —exclamó ella, con ojos llorosos, eso lo volvió a la realidad, abandonado cualquier sensación y se levantó, alejándose, Violeta se levantó y lo miró—. ¿Es verdad? ¿Usted está…? ¿Vivo? —Así es, estoy vivo, más vivo que nunca. —Pero… no entiendo, lo dieron por muerto, Hugh hizo un funeral simbólico… —Hugh sería capaz de enterrar a un perro en mi lugar, si con eso todo el mundo me diera por muerto, pero, no es así,
Rori veía a su hermana sufrir, estaba angustiado por ella, pero debía estudiar y trabajar como repartidor en la pizzería, su hermana estaba de vacaciones del despacho, y debía volver en dos semanas más a laborar, Rori esperaba que en ese tiempo mejorara y todo volviera a la normalidad. Al día siguiente antes de irse a la universidad, se despidió de su hermana, la vio tranquila, pero con el mismo ánimo triste, apenas Rori se fue, Violeta corrió a vestirse, se puso unos jeans y jersey, salió de prisa, necesitaba verlo con sus propios ojos, sin saber que la seguían muy de cerca, llegó a la mansión Hesant, y tuvo la fortuna de que al hacerlo, él estaba entrando con su auto a la mansión, se puso justo frente a él, retándolo, si Hugh decidía arrancar el motor podría arrollarla, pero se detuvo, bajó del auto, cerró la puerta y la miró fijamente, ella observó sus ojos verdes esmeraldas, ella se veía mal, pálida y triste, pero él no parecía ni arrepentido, ni sentimental —¡¿Qué quieres aquí?
Sebastián estaba cambiando su ropa, ya estaba listo para bajar, pero se detuvo, observando su reflejo en el espejo, dio un respiro profundo, pensando en él, ¿Quién era realmente? Hace tan poco tiempo estaba en ese bosque boreal de Islas del Sur, creyendo que estaba por encontrar su muerte, sobrevivió como pudo, fue en ese momento que bendijo que su padre lo hubiese enviado a estudiar a una escuela militar desde niño, de lo contrario, nunca hubiese resistido. Ahí advirtió lo bien forjado que estaba su carácter, ese que ni él mismo conocía. Pero, nunca pesó tanto la soledad como en esos momentos, todo lo que deseaba era volver a casa. Tenía apenas veinte cinco años cuando su padre le obligó a tomar un puesto gerencial en la gran Hesant Corp., recién egresado de la universidad, y su severo padre Kurt lanzó un memorándum, donde exigía que Sebastián fuera tratado como un simple empleado, nadie debía tenerle piedad, ni le debían favor por ser el hijo del dueño, pronto, todos los grandes ger
Cuando tocaron la puerta del departamento, Rori se apuró a abrir, se quedó perplejo al mirar a ese hombre ahí, abrió la puerta dejándolo entrar, era Sebastián Hesant, Rori lo observó de arriba abajo, era alto, de complexión media, vestido con un elegante traje, zapatos costosos, un Rolex de oro blanco, el cabello de color grisáceo, y unos ojos severos y grandes, con espesas pestañas, ese hombre si que era un verdadero billonario, un caballero en la extensión de la palabra, y no como el patán abusivo de su hijo —Buenas tardes. —Buenas tardes, señor Hesant, me temo que, si busca a mi hermana, ella no está. Sebastián no evitó quedarse turbado, pero lo aceptó de todos modos, él sabía sus pasos, para eso tenía a alguien siguiéndola, porque no le daría la oportunidad a Hugh de acercarse a ella y volver a lastimarla —Bien, debo volver más tarde. —Bueno, si quiere, puede dejarle el recado conmigo. Sebastián se detuvo, pensativo y observó al joven, había investigado un poco, sabía quien e