Rori veía a su hermana sufrir, estaba angustiado por ella, pero debía estudiar y trabajar como repartidor en la pizzería, su hermana estaba de vacaciones del despacho, y debía volver en dos semanas más a laborar, Rori esperaba que en ese tiempo mejorara y todo volviera a la normalidad.
Al día siguiente antes de irse a la universidad, se despidió de su hermana, la vio tranquila, pero con el mismo ánimo triste, apenas Rori se fue, Violeta corrió a vestirse, se puso unos jeans y jersey, salió de prisa, necesitaba verlo con sus propios ojos, sin saber que la seguían muy de cerca, llegó a la mansión Hesant, y tuvo la fortuna de que al hacerlo, él estaba entrando con su auto a la mansión, se puso justo frente a él, retándolo, si Hugh decidía arrancar el motor podría arrollarla, pero se detuvo, bajó del auto, cerró la puerta y la miró fijamente, ella observó sus ojos verdes esmeraldas, ella se veía mal, pálida y triste, pero él no parecía ni arrepentido, ni sentimental
—¡¿Qué quieres aquí?!
—¡¿Por qué lo hiciste, Hugh?! Me destrozaste, me engañaste, juraste amor eterno, todos estos años estuviste a mi lado, estuve contigo, ¿Qué fue lo que pasó? Merezco una explicación.
Él la miró con firmeza, con desprecio profundo, y luego sonrió
—Tú no me dices lo que debo hacer, nena, no tengo que decir nada, no te debo algo, así son las relaciones, un día empiezan, un día terminan, ¿Acaso no conoces la dignidad?
—¿Cómo puedes convertirte en un monstruo de la noche a la mañana?
—Tal vez siempre he sido así, soy el monstruo de tus sueños, tú me elegiste, ahora vete.
—Eres malo, eres cruel, y… —ella caminó hacia él, dolía ver como su tristeza no lo traspasaba, ni le calaba, eso la hacía sufrir, saber que a él no le afectaba, que él no se sintiera mal por su engaño, que le importara tan poco, eso la frustraba, la hería, le causaba tanta rabia, como nunca sintió en la vida—. ¡Te odio! Miserable, embustero, maldito, mil veces, te desprecio —gritó golpeando su pecho, llorando de coraje, mientras él la detenía de las manos
—¡Cállate! Lárgate de mí vista, y de mi vida, no vales nada, tanto esperar por tener tu cuerpo, y ahora ya sé, que serías tan aburrida en la cama, como tu patética vida, bórrate de mi presencia.
Ella lo soltó, hizo una mueca de furia y luego contuvo su llanto, para reír
—Te lo juro, lo vas a pagar muy caro, algún día voy a volver, y te veré padecer, te juro que haré que te arrastres como un gusano, suplicando perdón, pero no vamos a tener piedad de ti.
Hugh comenzó a reír como un poseído, mientras ella lo veía con estupor
—¡Qué graciosa eres! Deberías volverte una comediante, y quizás así, podrías dejar de ser tan insignificante.
Ella sonrió
—Tal vez ahora te parezca un bufón, pero volveré siendo tu verdugo, te recordaré este día, ya lo verás, mientras tanto ríe, yo recordaré que al final, quien ríe al último, ríe mejor —dijo con ojos severos, y caminó alejándose, Hugh contuvo una mueca burlona, pero cuando la vio partir su rostro se volvió serio
«Ódiame todo lo que quieras, Violeta, ódiame por ahora, al final cuando tenga todo mi dinero, cuando me haya deshecho de la bruja de Milena, entonces te buscaré, me perdonarás y reconquistaré tu amor» pensó con seguridad
Violeta caminó al subterráneo y lo tomó, sentía el odio hervir en su sangre, pensar en Hugh ya no era algo cálido, ahora era una marea de lava que la hacía rabiar, su rostro ya no le parecía hermoso, ya no quería verlo sano y feliz, ahora solo quería su mal, quería verlo destrozado, llorando, suplicándole por su perdón, y sabía dentro de sí que algo estaba roto en su corazón, la piedad, la compasión se habían borrado de su mente, ahora solo quería verlo pagar.
Pronto llegó a ese edificio elegante, subió al ascensor, la gente la miraba raro y cayó en cuenta que se trataba de su forma de vestir, no se dio por aludida, y pronto llegó a ese pent-house, tocó la puerta y una mujer abrió
—Buenas tardes, busco al señor Hesant.
—Pase —dijo la mujer—. Puede encontrarlo en la primera habitación, subiendo la escalera, la puerta debe estar abierta, él ya la está esperando.
—¿Cómo? —dijo, pero la mujer siguió con su trabajo de limpiar
Violeta lanzó un suspiro de descanso y subió las escaleras, pronto llegó, tocó la puerta, y escuchó que alguien dijo adelante
Ella entró y la visión que tuvo fue intensa, ahí estaba el señor Hesant, su cabeza estaba cubierta por una toalla, como si secara sus cabellos grises oscuros, mientras que solo vestía ropa interior, dejando a la vista su cuerpo atlético, tenía un torso musculoso, firme, a pesar de sus cuarenta y un años, piernas fuertes, era realmente un hombre atractivo, como un dios griego, cuando Sebastián se quitó la toalla del rostro, encontró a Violeta admirándolo, sonrojada, ella dio la vuelta asustada y el sonrió, luego tomó una bata de baño y se cubrió
—Ya estoy visible —dijo y ella volvió la vista, mientras trataba de contener el calor que había impregnado en su cuerpo—. ¿Y a que debo tu visita?
—Yo… He venido a… acepto su propuesta.
Él alzó la vista y la miró con cejas levantadas, como si le sorprendiera
—¿Te convenció Hugh?
—¿Cómo lo sabe? —exclamó con estupor
—Te mande a seguir con uno de mis hombres, sé todo lo que has hecho.
Ella le miró confusa
—Su hijo, quiero decir, su hijastro, es un maldito, y pagará por lo que me hizo.
—Por lo que nos ha hecho, así es, vaya, por lo visto el despecho es más fuerte que el sentido de la justicia, ¿No lo crees?
—Deje sus ofensas atrás, ¿Qué quiere que haga para vengarme de su hijo?
Él sonrió y admiró su temple
—Tengo un plan, un gran plan que, si lo cumplimos, será benéfico para ti y para mí, a cambio de tu ayuda, Violeta, al terminar esto y cuando Hugh sea arrestado, te daré diez millones de dólares, para que vivas con comodidad.
Ella le miró con una sonrisa falsa
—¿Tanto dinero? ¡No lo quiero! Solo… me conformó con vengarme y hacer justicia. Tal vez, un puesto en su empresa, sería suficiente para mí.
Él sonrió al verla
—Tendrás lugar en mi empresa, pero recibirás ese dinero, quieras o no.
—¿Y que debo hacer? —preguntó abrumada, deseosa por comenzar ese plan que le daría el gozo de ver humillado a quien la lastimó
—El primer paso consiste en casarnos.
—¡¿Qué? —exclamó en un gritó, con los ojos más grandes que Sebastián jamás le vio—. ¿Es una broma?
—No, Violeta, serás mi esposa, y juntos vamos a vengarnos de Hugh y Milena viviendo bajo su mismo techo, jugando su mismo juego, los haremos padecer, los destruiremos, y luego, los enviaremos a la cárcel.
Ella le miró con ojos muy grandes
—Pero, yo…
—¿Qué pasa, perdiste el valor? ¿Recuerdas todo lo que te dijo Hugh, hoy? Él tenía razón, no eres lo suficientemente fuerte, solo eres un bufón.
Ella le miró sorprendida y sintió de nuevo esa furia que dominaba su cuerpo y explotaba en sus entrañas
—Acepto, lo haré, seré su esposa por despecho —dijo con voz fuerte y segura.
Sebastián estaba cambiando su ropa, ya estaba listo para bajar, pero se detuvo, observando su reflejo en el espejo, dio un respiro profundo, pensando en él, ¿Quién era realmente? Hace tan poco tiempo estaba en ese bosque boreal de Islas del Sur, creyendo que estaba por encontrar su muerte, sobrevivió como pudo, fue en ese momento que bendijo que su padre lo hubiese enviado a estudiar a una escuela militar desde niño, de lo contrario, nunca hubiese resistido. Ahí advirtió lo bien forjado que estaba su carácter, ese que ni él mismo conocía. Pero, nunca pesó tanto la soledad como en esos momentos, todo lo que deseaba era volver a casa. Tenía apenas veinte cinco años cuando su padre le obligó a tomar un puesto gerencial en la gran Hesant Corp., recién egresado de la universidad, y su severo padre Kurt lanzó un memorándum, donde exigía que Sebastián fuera tratado como un simple empleado, nadie debía tenerle piedad, ni le debían favor por ser el hijo del dueño, pronto, todos los grandes ger
Cuando tocaron la puerta del departamento, Rori se apuró a abrir, se quedó perplejo al mirar a ese hombre ahí, abrió la puerta dejándolo entrar, era Sebastián Hesant, Rori lo observó de arriba abajo, era alto, de complexión media, vestido con un elegante traje, zapatos costosos, un Rolex de oro blanco, el cabello de color grisáceo, y unos ojos severos y grandes, con espesas pestañas, ese hombre si que era un verdadero billonario, un caballero en la extensión de la palabra, y no como el patán abusivo de su hijo —Buenas tardes. —Buenas tardes, señor Hesant, me temo que, si busca a mi hermana, ella no está. Sebastián no evitó quedarse turbado, pero lo aceptó de todos modos, él sabía sus pasos, para eso tenía a alguien siguiéndola, porque no le daría la oportunidad a Hugh de acercarse a ella y volver a lastimarla —Bien, debo volver más tarde. —Bueno, si quiere, puede dejarle el recado conmigo. Sebastián se detuvo, pensativo y observó al joven, había investigado un poco, sabía quien e
—Esto no, no es un matrimonio normal, aclaremos que eso no pasará —aseveró. —Descuida, Violeta, nunca he sido un hombre que obliga a una mujer, si eso es tu temor, pero, que quede claro, que yo solo llegaré hasta donde tú lo quieras. Ella frunció el ceño, con espanto —A ninguna parte, escúchelo bien, solo nos vengaremos, ellos recibirán su merecido, y nosotros haremos nuestra parte, cuando ellos vayan a la cárcel, usted y yo, nos divorciaremos. Él asintió con una sonrisa casi perversa. Pronto anunciaron que el juez había llegado y fueron hasta ahí, firmaron el acta de matrimonio, ella tembló antes de firmar, pero al final lo hizo, Sebastián firmó de prisa, y el juez los declaró marido y mujer —Puede besar a la novia. Sebastián y Violeta se miraron un segundo, ahí también estaba Niall Rezza su abogado legal, él estaba por fuera de la verdad, Sebastián temía sí el fuera un aliado o un traidor, así que, solo tomó el rostro de la joven que le miraba con estupor y besó sus labios, ap
Violeta abrió la boca con gran sorpresa como si se fuera una gran ofensa, uno de los guardias estaba por tomarla y sacarla lejos de ahí —¡Ustedes no saben lo que hacen! ¡No pueden echarme, no saben quién soy yo! —vociferó y sentenció, causando curiosidad en los invitados e irritando a Hugh, mientras Seraphyna reía a carcajadas, diciendo que era solo una loca —¡Tú no eres nadie! —exclamó Hugh rabioso —Él que no es nadie aquí, eres tú, querido —dijo en voz bien alta, mientras todos se quedaban perplejos Hugh sintió que enrojecía de coraje —Y, ¿quién te crees que eres? —La dueña de esta mansión, la dueña de todo, ¡Yo soy la señora Hesant! —exclamó, todos se rieron entonces, y Hugh también rio —¡Pobre estúpida! ¡Eres la dueña de nada! ¡Lárgate! —exclamó rabioso Los guardias intentaron tomarla, y ella quiso liberarse, sintió miedo, al ver que Sebastián no aparecían por ningún lado, preguntándose si aquello era una vil trampa, su corazón latió como si fuera un condenado a muerte, no
Los invitados fueron despedidos pocos minutos después, era necesario y todos lo entendieron, se marcharon pronto, Sebastián pidió a Seraphyna y a Hugh que lo acompañaran a su despacho principal para hablar. Sebastián tomó la mano de Violeta —Estás fría —dijo notando, ella asintió, aún se veía pálida, él sonrió —No temas, estaré aquí, hablaré con ellos, y luego nos iremos. —Pero… —ella titubeó, y él la llevó hasta el salón principal, la sentó y pidió que la atendieran bien —Señora Cyrus, ella es Violeta, mi esposa, de ahora en adelante la señora de esta casa, atiéndala como lo merece, mientras yo regreso. —¡Claro! Señor, me alegra tanto verlo con vida. Sebastián le brindó una cálida sonrisa y luego fue al despacho Apenas entró, Seraphyna volvió a abrazarlo, ya no quería soltarlo, por temor a perderlo de nuevo —No entiendo, padre, ¿Cómo es que sobreviviste? —Ya lo vez, hijo, no fue fácil, pero al final, enfrenté a la muerte y salí vencedor, ¿Estás triste? —exclamó Hugh se leva
Escucharon el motor del auto rugir, Hugh corrió a ver por el gran ventanal, los vio alejarse en el auto. Su sangre hervía de furia, sus ojos se volvieron llorosos, no pudo evitar que las lágrimas cayeran por su blanco rostro, las limpió apenas se sintió frágil, algo lo quemaba por dentro —¡Qué desgraciada! ¡Los detesto! ¡Les deseo lo peor! —exclamó halando de sus cabellos con fuerza, Seraphyna lo miró consternada, luego Hugh tomó las botellas de whisky en una mesa y las lanzó al suelo, haciéndolas añicos, lanzado el peor de los gritos de frustración y berrinche —¡Cálmate, Hugh! Por favor, detente —espetó Seraphyna asustada por su único hermano—. ¿Qué te sucede? —¿Acaso no lo entiendes? De todas las malditas mujeres del mundo, la eligió a ella, lo hizo adrede, lo hizo con la intención de joderme la vida, siempre lo hace, nunca me ha querido —dijo bufando—. Solo quiere mi ruina, desgraiada la ahora en que no murió. —¡Cállate! Mi padre no tiene culpa alguna, es de esa mujerzuela. —¡C
—Gracias, ¿Cómo…? —No me preguntes más —Sebastián se acercó a ella, y limpió sus lágrimas con las yemas de sus dedos, provocando que ella se estremeciera—. Toma —él sacó de su bolsillo una caja, la abrió y sacó un anillo con una piedra de rubí, ella se quedó muda al verlo —Esto es… —Es tu anillo de compromiso, suelo hacer todo al revés, debí dártelo antes —dijo mientras lo ponía en su dedo anular, y quedaba perfecto, luego también le puso otra sortija, era la de esposos, ella la miró bien, antes de que la pusiera notó que tenían sus iniciales «V&S» ella observó la otra argolla, la que sería de él, y la tomó entre sus manos, luego la puso en su dedo medio, ella sentía esa mirada tan fija, tan intensa sobre su ser. Sebastián no podía dejar de mirarla, de admirarla, era algo raro de ver, tanta perfección, no pudo evitar el anhelar tener veinte años menos, ¿Cómo hubiese sido la vida si solo fueran ellos dos contra el mundo, sin la cruel venganza? Ahora era tarde para desearlo de esa ma
El golpeteo en la puerta los interrumpió, se alejaron, y Sebastián se veía molesto —¿Quién es? —exclamó —Papi, soy yo, por favor, puedo hablarte. Sebastián cambió su rostro a furioso, pero sintió la mano de Violeta sobre la suya —Por favor —susurró ella—. Fue engañada por Hugh, como tú y yo, merece una oportunidad, es tu hija del corazón. Esas palabras lograron calmar la bestia interior de Sebastián, quien asintió con lentitud, y abrió la puerta, Seraphyna entró —Seraphyna… —Vine a pedirte disculpas, papi, es que, Hugh me llena la cabeza de cosas, y tuve temor. Él dice que… —¿Qué dice? Dímelo. —Cree que Violeta solo quiere tu dinero. Violeta bajó la mirada —¿Así que eso piensa Hugh? —exclamó Sebastián, más tranquilo—. Duerme tranquila, hija, en realidad, tu hermano sabe bien que eso no es cierto, así que no te preocupes. —Lo siento. —No es a mí a quien debes disculpas —dijo levantando la mirada a Violeta Seraphyna se tensó, pero la miró —Lo siento, Violeta, no quise ser