Sebastián tomó el alcohol y tomó un algodón, humedeciéndolo, luego lo acercó a su nariz, esperó por un breve momento, hasta que ella abrió los ojos, estaba confusa, aturdida, pero pronto cuando vio sus ojos marrones, se asustó mucho, ella se enderezó y se alejó moviéndose por la cama, Sebastián se acercó de rodillas sobre la cama, y cuando la sintió alejándose, de pronto la tomó de los tobillos, acercándola a él, quedándose encima de ella, pudo ver sus ojos de ese color entre verde y miel, sintió que su cuerpo latía, que el calor elevaba su temperatura
—¿Es una pesadilla? —exclamó ella, con ojos llorosos, eso lo volvió a la realidad, abandonado cualquier sensación y se levantó, alejándose, Violeta se levantó y lo miró—. ¿Es verdad? ¿Usted está…? ¿Vivo?
—Así es, estoy vivo, más vivo que nunca.
—Pero… no entiendo, lo dieron por muerto, Hugh hizo un funeral simbólico…
—Hugh sería capaz de enterrar a un perro en mi lugar, si con eso todo el mundo me diera por muerto, pero, no es así, estoy aquí, vivo y lo que no te mata te hace más fuerte.
—¿Cómo sobrevivió? Dijeron que su avión se había estrellado.
—Bueno, sobreviví, y esa es una larga historia. Tal vez, después te la contaré, pero, no ahora.
Ella le miró con gran confusión, él la miró con un aire divertido
—¿Y qué? ¿Me seguirás viendo como si fuera el fantasma de Canterville?
—¡No, lo siento! —exclamó—. ¿Quiere beber un café?
—Sí —dijo y ambos salieron de la habitación, hasta llegar a la sala, ella puso agua para el café, lo miraba de esa forma extraña, lo incomodaba, pero no importaba, sabía que era evidente, luego de este tiempo desaparecido
Ella trajo una taza de café, sus manos temblaban, él la sostuvo antes de que se le cayera y bebió
—No entiendo, ¿Por qué motivo está aquí? —dijo dudosa
Sebastián dejó la taza sobre la mesa y la miró con firmeza
—Supe de tu fallida boda, ¿Así que Hugh te ha dejado plantada ante el juez?
Ella bajó la vista sus ojos se volvieron llorosos
—¿A eso ha venido? ¿A burlarse? —exclamó con dolor
Sebastián negó, y sintió algo de pena de verla tan derruida
—Te equivocas, estoy aquí porque te comprendo, más de lo que nadie en este mundo te comprenderá —dijo, ella le miró con extrañeza
—¿Cómo dice?
—Yo mejor que nadie sé lo que duele ser traicionado, haber confiado en las personas que más juraron amarte, y a las que diste lo mejor de ti, y ser recompensado con su odio y su miseria.
—¿Por qué me está diciendo todo esto?
—Mi hijo, Hugh, fue el culpable de lo que me ocurrió, fue mi propio hijo quien intentó matarme para quedarse con mi fortuna —dijo con voz fuerte
Violeta se levantó de su asiento, le miró con terror, las lágrimas cayeron por su rostro, su cuerpo se volvió trémulo
—¡¿Qué ha dicho?! ¡No! Eso es imposible, ¡Hugh no haría eso!
—Lo mismo pensé yo, hasta que lo vi por mis propios ojos.
«Flashback:
—¡Míralo por ti mismo! —exclamó su mejor amigo Elías, Sebastián se negaba a reproducir el video a través del monitor, pero lo hizo, y entonces observó
Hugh estaba junto a Milena en la sala de juntas presidencial, uno frente al otro, de pronto se besaban con pasión
—¿Cuándo dejarás a la perra esa? ¡No soporto que esa sumisa de Violeta esté a tu lado!
—Tranquila, pronto me desharé de ella.
—¿Está todo listo? Dime que al fin te habrás encargado de todo.
—Claro —dijo—. Sebastián Hesant no va a regresar vivo de Islas del Sur, ese maldito va a su muerte segura, y yo heredaré todo el dinero.
—Corrección, tú y tu tonta hermana.
—Serafyna no verá ni un centavo, apenas pueda tomar el dinero, la dejaré en la miseria, que le haga como quiera, por mí se puede volver una prostituta, pero el dinero es mío, no he soportado a ese viejo cretino toda la vida para compartir mi dinero.
—Pero, conmigo, si lo compartirás.
—¡Claro, preciosa! Solo contigo, fuiste tú quien me ayudó a verificar que estaba en el testamento —dijo mientras la besaba—. Mandé a dañar el avión, mi padre morirá, y nadie logrará ni siquiera reconocer su asqueroso cadáver»
Violeta tenía el rostro pálido, tanto que Sebastián creyó que de nuevo se desmayaría
—Dime algo, Violeta, tú y Hugh parecían tener urgencia por casarse, ¿Estás embarazada? —exclamó
Ella le miró con ojos muy abiertos
—¿Qué dice? ¡No! ¿A que ha venido? Solo ha contarme esa historia inverosímil y trágica, no quiero escucharlo, no quiero saberlo, su hijo, Hugh me lastimó, en quince días se casará con su ex prometida.
—Así es, ¿No tienes rencor contra él?
—¡Lo odio con toda mi alma! —exclamó al borde del llanto
—Yo también, entonces, por eso estoy aquí
—¿Cómo? —exclamó con duda
—Vengo a hacerte una propuesta —ella le miró aturdida—. Volví de la muerte por una sola razón
—¿Cuál?
—La venganza.
—¿Qué?
—Crie a Hugh como un hijo durante once años, le di mi cariño, mi dinero, lujos, apoyo, educación, ¿Y es así como me pagó? Haciéndome padecer un infierno, ¿Y todo por qué? Por el maldito dinero, si creyó que lo iba a perdonar, él nunca conoció a Sebastián Hesant, yo no perdono, y ahora, me vengaré de él, y de Milena, y de todos los que hayan deseado mi muerte —sentenció con rabia
Ella le miró con terror
—¡Yo no he tenido nada que ver! —dijo indefensa
Él sonrió de esa forma extraña que ella tanto odiaba
—Lo sé, eres demasiado tonta para hacer algo así.
—¿Tonta?
—Me gusta llamar tontería a las cosas que son puras, porque no existen, y son frágiles, tú, eres así.
—¿Qué quiere?
—Quiero que te unas a mí, quiero que te vengues por el daño que te hicieron, que juntos les cobremos a ese par de miserables el dolor que nos causaron.
Ella le miró con ojos llenos de lágrimas
—Pero, ¿Qué dice? ¡No lo haré! No haré algo así —ella lo miró de arriba abajo—. Usted está perdido con su conciencia, ahora váyase de mi casa, no quiero verlo, no quiero saber de odio, ni venganza.
—¿Tanto lo amas? Permites que te derrumbe, que te humille, y cuando tienes el poder de devolver el daño causado, te rindes, ¿Quién eres mujer? ¿Una santa? ¿Dónde está tu orgullo y tu dignidad? ¿Eres humana? —él se acercó a ella, y la tomó de los brazos, pegándola a su cuerpo, ella se asustó al sentir el toque de ese hombre en su piel—. ¿Acaso no sientes la rabia, el odio del desprecio? ¿No sientes el despecho, el rencor?
Estaban tan cerca, ella pudo aspirar su perfume al olor del mar, del viento, pero, esos ojos marrones eran tan severos que la hicieron temer lo peor
—¡Suélteme! Está vivo, pero parece más muerto que nunca —dijo y logró desafanarse, se acercó a la puerta, la abrió—. Fuera de mi casa.
Sebastián respiró profundo, sus ojos la veían con intensidad, como si su mirada fuera un reto, luego sacó una tarjeta con una dirección
—Toma, búscame si cambias de parecer.
Ella tomó la tarjeta, y cerró de prisa, respiró profundo y se dejó caer en el suelo, mientras lloraba.
Rori veía a su hermana sufrir, estaba angustiado por ella, pero debía estudiar y trabajar como repartidor en la pizzería, su hermana estaba de vacaciones del despacho, y debía volver en dos semanas más a laborar, Rori esperaba que en ese tiempo mejorara y todo volviera a la normalidad. Al día siguiente antes de irse a la universidad, se despidió de su hermana, la vio tranquila, pero con el mismo ánimo triste, apenas Rori se fue, Violeta corrió a vestirse, se puso unos jeans y jersey, salió de prisa, necesitaba verlo con sus propios ojos, sin saber que la seguían muy de cerca, llegó a la mansión Hesant, y tuvo la fortuna de que al hacerlo, él estaba entrando con su auto a la mansión, se puso justo frente a él, retándolo, si Hugh decidía arrancar el motor podría arrollarla, pero se detuvo, bajó del auto, cerró la puerta y la miró fijamente, ella observó sus ojos verdes esmeraldas, ella se veía mal, pálida y triste, pero él no parecía ni arrepentido, ni sentimental —¡¿Qué quieres aquí?
Sebastián estaba cambiando su ropa, ya estaba listo para bajar, pero se detuvo, observando su reflejo en el espejo, dio un respiro profundo, pensando en él, ¿Quién era realmente? Hace tan poco tiempo estaba en ese bosque boreal de Islas del Sur, creyendo que estaba por encontrar su muerte, sobrevivió como pudo, fue en ese momento que bendijo que su padre lo hubiese enviado a estudiar a una escuela militar desde niño, de lo contrario, nunca hubiese resistido. Ahí advirtió lo bien forjado que estaba su carácter, ese que ni él mismo conocía. Pero, nunca pesó tanto la soledad como en esos momentos, todo lo que deseaba era volver a casa. Tenía apenas veinte cinco años cuando su padre le obligó a tomar un puesto gerencial en la gran Hesant Corp., recién egresado de la universidad, y su severo padre Kurt lanzó un memorándum, donde exigía que Sebastián fuera tratado como un simple empleado, nadie debía tenerle piedad, ni le debían favor por ser el hijo del dueño, pronto, todos los grandes ger
Cuando tocaron la puerta del departamento, Rori se apuró a abrir, se quedó perplejo al mirar a ese hombre ahí, abrió la puerta dejándolo entrar, era Sebastián Hesant, Rori lo observó de arriba abajo, era alto, de complexión media, vestido con un elegante traje, zapatos costosos, un Rolex de oro blanco, el cabello de color grisáceo, y unos ojos severos y grandes, con espesas pestañas, ese hombre si que era un verdadero billonario, un caballero en la extensión de la palabra, y no como el patán abusivo de su hijo —Buenas tardes. —Buenas tardes, señor Hesant, me temo que, si busca a mi hermana, ella no está. Sebastián no evitó quedarse turbado, pero lo aceptó de todos modos, él sabía sus pasos, para eso tenía a alguien siguiéndola, porque no le daría la oportunidad a Hugh de acercarse a ella y volver a lastimarla —Bien, debo volver más tarde. —Bueno, si quiere, puede dejarle el recado conmigo. Sebastián se detuvo, pensativo y observó al joven, había investigado un poco, sabía quien e
—Esto no, no es un matrimonio normal, aclaremos que eso no pasará —aseveró. —Descuida, Violeta, nunca he sido un hombre que obliga a una mujer, si eso es tu temor, pero, que quede claro, que yo solo llegaré hasta donde tú lo quieras. Ella frunció el ceño, con espanto —A ninguna parte, escúchelo bien, solo nos vengaremos, ellos recibirán su merecido, y nosotros haremos nuestra parte, cuando ellos vayan a la cárcel, usted y yo, nos divorciaremos. Él asintió con una sonrisa casi perversa. Pronto anunciaron que el juez había llegado y fueron hasta ahí, firmaron el acta de matrimonio, ella tembló antes de firmar, pero al final lo hizo, Sebastián firmó de prisa, y el juez los declaró marido y mujer —Puede besar a la novia. Sebastián y Violeta se miraron un segundo, ahí también estaba Niall Rezza su abogado legal, él estaba por fuera de la verdad, Sebastián temía sí el fuera un aliado o un traidor, así que, solo tomó el rostro de la joven que le miraba con estupor y besó sus labios, ap
Violeta abrió la boca con gran sorpresa como si se fuera una gran ofensa, uno de los guardias estaba por tomarla y sacarla lejos de ahí —¡Ustedes no saben lo que hacen! ¡No pueden echarme, no saben quién soy yo! —vociferó y sentenció, causando curiosidad en los invitados e irritando a Hugh, mientras Seraphyna reía a carcajadas, diciendo que era solo una loca —¡Tú no eres nadie! —exclamó Hugh rabioso —Él que no es nadie aquí, eres tú, querido —dijo en voz bien alta, mientras todos se quedaban perplejos Hugh sintió que enrojecía de coraje —Y, ¿quién te crees que eres? —La dueña de esta mansión, la dueña de todo, ¡Yo soy la señora Hesant! —exclamó, todos se rieron entonces, y Hugh también rio —¡Pobre estúpida! ¡Eres la dueña de nada! ¡Lárgate! —exclamó rabioso Los guardias intentaron tomarla, y ella quiso liberarse, sintió miedo, al ver que Sebastián no aparecían por ningún lado, preguntándose si aquello era una vil trampa, su corazón latió como si fuera un condenado a muerte, no
Los invitados fueron despedidos pocos minutos después, era necesario y todos lo entendieron, se marcharon pronto, Sebastián pidió a Seraphyna y a Hugh que lo acompañaran a su despacho principal para hablar. Sebastián tomó la mano de Violeta —Estás fría —dijo notando, ella asintió, aún se veía pálida, él sonrió —No temas, estaré aquí, hablaré con ellos, y luego nos iremos. —Pero… —ella titubeó, y él la llevó hasta el salón principal, la sentó y pidió que la atendieran bien —Señora Cyrus, ella es Violeta, mi esposa, de ahora en adelante la señora de esta casa, atiéndala como lo merece, mientras yo regreso. —¡Claro! Señor, me alegra tanto verlo con vida. Sebastián le brindó una cálida sonrisa y luego fue al despacho Apenas entró, Seraphyna volvió a abrazarlo, ya no quería soltarlo, por temor a perderlo de nuevo —No entiendo, padre, ¿Cómo es que sobreviviste? —Ya lo vez, hijo, no fue fácil, pero al final, enfrenté a la muerte y salí vencedor, ¿Estás triste? —exclamó Hugh se leva
Escucharon el motor del auto rugir, Hugh corrió a ver por el gran ventanal, los vio alejarse en el auto. Su sangre hervía de furia, sus ojos se volvieron llorosos, no pudo evitar que las lágrimas cayeran por su blanco rostro, las limpió apenas se sintió frágil, algo lo quemaba por dentro —¡Qué desgraciada! ¡Los detesto! ¡Les deseo lo peor! —exclamó halando de sus cabellos con fuerza, Seraphyna lo miró consternada, luego Hugh tomó las botellas de whisky en una mesa y las lanzó al suelo, haciéndolas añicos, lanzado el peor de los gritos de frustración y berrinche —¡Cálmate, Hugh! Por favor, detente —espetó Seraphyna asustada por su único hermano—. ¿Qué te sucede? —¿Acaso no lo entiendes? De todas las malditas mujeres del mundo, la eligió a ella, lo hizo adrede, lo hizo con la intención de joderme la vida, siempre lo hace, nunca me ha querido —dijo bufando—. Solo quiere mi ruina, desgraiada la ahora en que no murió. —¡Cállate! Mi padre no tiene culpa alguna, es de esa mujerzuela. —¡C
—Gracias, ¿Cómo…? —No me preguntes más —Sebastián se acercó a ella, y limpió sus lágrimas con las yemas de sus dedos, provocando que ella se estremeciera—. Toma —él sacó de su bolsillo una caja, la abrió y sacó un anillo con una piedra de rubí, ella se quedó muda al verlo —Esto es… —Es tu anillo de compromiso, suelo hacer todo al revés, debí dártelo antes —dijo mientras lo ponía en su dedo anular, y quedaba perfecto, luego también le puso otra sortija, era la de esposos, ella la miró bien, antes de que la pusiera notó que tenían sus iniciales «V&S» ella observó la otra argolla, la que sería de él, y la tomó entre sus manos, luego la puso en su dedo medio, ella sentía esa mirada tan fija, tan intensa sobre su ser. Sebastián no podía dejar de mirarla, de admirarla, era algo raro de ver, tanta perfección, no pudo evitar el anhelar tener veinte años menos, ¿Cómo hubiese sido la vida si solo fueran ellos dos contra el mundo, sin la cruel venganza? Ahora era tarde para desearlo de esa ma