Ella caminaba de un lado a otro, los nervios estaban a flor de piel, sus únicos dos mejores amigos, Natalia y Peter la miraban con impaciencia, intentaban amarrar sus lenguas y quedarse callados ante semejante situación, eso era lo mejor que cualquier amigo podía hacer en tremenda situación. Pero, Violeta seguía peor, respiró profundo y observó su semblante frente al vidrio de una ventana, estaba al borde del llanto, su vestido de novia era tan simple, como ella misma se sentía ahora, esperaba la llegada de su amado Hugh, era su novio desde hace tres años, él había sido tan bueno y dulce, su salvador, solo pensaba en que había una razón lógica para su demora, habían luchado por su amor, su padre el magnate Sebastián Hesant, que hace dos meses fue dado por muerto, no parecía feliz con una idea de matrimonio entre ellos, y por eso, Hugh debía mantenerla en la sombra, ella odió mucho a ese señor, no era el padre de sangre de Hugh, sino su padrastro, pero era un hombre billonario, dueño de la Corporación Hesant, una inmobiliaria tan importante, que todos soñaban con laborar ahí, ella algún día intentó aplicar como asistente del severo señor Hesant, pero él eligió en sus narices a una mujer hermosa, llamada Milena, que después se volvió novia del señor Hesant.
Pese a todo, el señor Hesant no había logrado separarlos, Hugh y ella se amaban con locura, y ahora iban a casarse, a pesar incluso de la reciente muerte del señor Sebastián, cuyo avión privado se había estrellado en las Islas del Sur, y aunque aun no encontraban su cuerpo, ya lo daban por muerto.
Ella llamó por teléfono a Hugh, al principio la llamada era desviada, pero al cabo de un rato, por fin alguien respondió
—¿Qué quieres, Violeta?
—¿Hugh? —exclamó al escuchar su voz tan severa—. ¿Dónde estás? El juez nos espera para la boda, ¿Qué crees que haces?
—Hago mi vida, cariño, tal como la he querido siempre, ¿De verdad creíste que estaría contigo? ¿Fusita tan ingenua para creer que me casaría contigo?
Esas palabras sacudieron su conciencia y un miedo hizo temblar su corazón
—¿Qué dices?
—Escucha, tonta, me he divertido lo suficiente, sí, quería de ti una cosa, esperé tanto tiempo, y nunca te entregaste a mí, solo lo harías si nos casábamos, pensé que valdría la pena, pero ahora, soy el heredero de la fortuna Hesant, ¿Por qué me conformaría con una poca cosa como tú? ¿Qué me ofrecerías? No tienes dinero, no eres tan hermosa, y encima eres tan aburrida, como una vieja cuarentona, ahora déjame en paz y no vuelvas a buscarme, jamás.
Él colgó la llamada, y ella se quedó perpleja, aun sostuvo el teléfono móvil entre sus manos, luego bajó el aparato, temblaba, sus ojos eran enormes, su corazón latía con fuerza, sus ojos eran dos lagunas por desbordar.
Natalia y Peter se acercaron a ella
—¿Violeta, estás bien? ¿Dónde está Hugh? —dijo Natalia
—No va a venir —dijo y lágrimas calientes bañaron sus mejillas, sus amigos la mirarlo con terror
—Pero, ¡¿Qué dices?! —exclamó Peter—. ¿Cómo que no vendrá? ¡¿Es una mala broma?!
—¡No! No es una broma, ¡Me engañó! Se burlo de mí, se aburrió de mí, dijo que no valgo la pena, no soy nada en su vida, ¡Me dejó plantada! —exclamó y comenzó a llorar
Sus amigos intentaron consolarla, ella estaba mal, su cuerpo temblaba, parecía como si la presión se le hubiese bajado y salieron de la corte, la llevaron al auto y Peter manejó a su apartamento.
Natalia trataba de consolarla, pero Violeta lloraba, no podía creer que el hombre de sus sueños, fuera ahora el hombre de sus pesadillas, sollozaba, como si fuera un sueño terrible del que ya no podía despertar.
Al llegar a casa, su hermano se quedó perplejo, la abrazó sin entender porque estaba así
—¿Qué pasó? ¡Violeta, háblame, por favor!
—Rori, Hugh la ha dejado plantada, no llegó a la boda, la ha dejado.
Rori abrazó a su hermana con más fuerza y besó su frente, él no había estado en su supuesta boda, pues debía ir a presentar para la escuela, ahora estaba tan triste por su hermana
—Por favor, no se preocupen más por mí, estaré bien, chicos, lamento esto, les pido que nos dejen solos.
Peter y Natalia asintieron, se quedaron preocupados, pero sabían que lo mejor era irse y dejar que Violeta asimilara la situación.
—Hermana, ¡No puedo creerlo! Hugh es un perro, ¿Cómo pudo engañarnos de semejante manera?
—Espera —dijo Violeta, tenía el maquillaje corrido—. Quizás lo estamos juzgando mal, algo pasó, sí, algo debió pasar para que hiciera esto.
—Nada pasó, dicen que el mismo te llamó y te ofendió.
Violeta volvió a quebrarse en llanto, su hermano la abrazó con fuerza, luego la llevó a su habitación y la ayudó a recostarse, escuchó su llanto terrible durante el resto del día y la noche.
Eran solo dos hermanos, huérfanos de padres, el padre de Violeta había muerto en un secuestro, tres años antes, mientras su madre había muerto años atrás, Violeta se hizo cargo de su hermano Rodrigo que en ese momento tenía quince años, y ella veinte, ahora eran mayores, pero Violeta seguía cuidando a Rori.
Ella lloró por dos días sin salir de su habitación, Rori le llevó de comer, pero no lo hizo bien, Rori no podía permanecer cuidándola todo el tiempo, después de todo estaba convencido de la fortaleza de su hermana, y fue a la escuela para seguir sus estudios.
Violeta estaba recostada, el dolor que sentía en su pecho, la tristeza que calaba hasta en sus huesos, era algo que jamás había experimentado, ella había conocido a Hugh poco después de la muerte de su padre, al principio, recelosa, lo alejó de ella, pero él no desistió de lograr su amor, ella no se había entregado a él, era una cursilería, tal vez, pero había prometido a su madre que llegaría virgen al matrimonio, tal vez era una idea infantil ahora, y creyó que eso había dañado su relación con Hugh, pronto recibió un mensaje de texto, se apuró a leerlo, era un mensaje de Natalia, cuando lo leyó sintió que su corazón se estremecía
«Mira la red social, Hugh ha anunciado su boda con Milena Franz, lo siento, amiga»
Violeta se quejó de un severo zumbido en sus oídos, no podía ser real, si esa mujer Milena, era hasta ayer la prometida del difunto señor Hesant, ¿Cómo podían haberse enamorado en solo unos días? Un frío le dio temor, y entonces supo en su interior que ya no conocía a Hugh Hesant, observó la fotografía, estaban juntos, tomados de la mano, sonrientes, como si ella no existiera, mientras al pie de la foto publicada en F******k decían que se casarían en solo quince días, lágrimas calientes se derramaron por el rostro de Violeta, sintió mucha rabia, tomó la almohada y la mordió para ahogar su grito de rabia, sentía tanto odio, tanto despecho y frustración, Hugh no era más el hombre que ella creyó, no tenía respeto por ella, ni siquiera por su padrastro, que recién había muerto.
Escuchó que tocaron la puerta, y maldijo a quien tocaba, se negó a abrir, quedándose en completo silencio para que se fueran, pero el timbre siguió sonando de forma insistente, Violeta se puso su bata, limpió sus lágrimas, pero era imposible que su rostro se viera mejor, caminó de prisa a abrir la puerta del apartamento
—¡Voy! —gritó esperando que dejaran de tocar el timbre, abrió la puerta con rabia—. ¡¿Qué quiere?! —exclamó, pero cuando vio la imponente figura de ese hombre frente a ella, le miró con terror
—Hola —dijo el hombre de voz tan gruesa como masculina
Ella se puso pálida, era como ver a un fantasma
—Usted… ¡Usted está muerto! —exclamó y cayó al suelo perdiendo la conciencia.
Sebastián Hesant la levantó del suelo con rapidez, verificó que el severo golpe, no hubiese causado alguna herida en su cabeza, se convenció de que estaría bien y la cargó en sus brazos, decidió llevarla a la primera habitación abierta que halló, seguro de que era su recámara, la recostó sobre la cama y verificó su pulso, revisó en el cuarto de baño para encontrar pronto el alcohol, debía despertarla, pero decidió esperar, la observó bien, esa era Violeta Mayer la supuesta novia de su hijastro desde hace tres años, la observó bien, tenía una pinta de ingenua y jovialidad, tendría tan solo veintitrés años, tres años menos que Hugh, sabía casi todo de ella, excepto quien era en realidad, eso solo se descubría con el trato, él lo sabía bien, que nunca nadie conoce a otro, salvo en su peor momento. Era hermosa como la juventud en verano, esbelta, y con cabellos rizados de color miel, su piel era pálida, y un mohín de burla se formó en sus labios al pensar que necesitaba broncearse, reco
Sebastián tomó el alcohol y tomó un algodón, humedeciéndolo, luego lo acercó a su nariz, esperó por un breve momento, hasta que ella abrió los ojos, estaba confusa, aturdida, pero pronto cuando vio sus ojos marrones, se asustó mucho, ella se enderezó y se alejó moviéndose por la cama, Sebastián se acercó de rodillas sobre la cama, y cuando la sintió alejándose, de pronto la tomó de los tobillos, acercándola a él, quedándose encima de ella, pudo ver sus ojos de ese color entre verde y miel, sintió que su cuerpo latía, que el calor elevaba su temperatura —¿Es una pesadilla? —exclamó ella, con ojos llorosos, eso lo volvió a la realidad, abandonado cualquier sensación y se levantó, alejándose, Violeta se levantó y lo miró—. ¿Es verdad? ¿Usted está…? ¿Vivo? —Así es, estoy vivo, más vivo que nunca. —Pero… no entiendo, lo dieron por muerto, Hugh hizo un funeral simbólico… —Hugh sería capaz de enterrar a un perro en mi lugar, si con eso todo el mundo me diera por muerto, pero, no es así,
Rori veía a su hermana sufrir, estaba angustiado por ella, pero debía estudiar y trabajar como repartidor en la pizzería, su hermana estaba de vacaciones del despacho, y debía volver en dos semanas más a laborar, Rori esperaba que en ese tiempo mejorara y todo volviera a la normalidad. Al día siguiente antes de irse a la universidad, se despidió de su hermana, la vio tranquila, pero con el mismo ánimo triste, apenas Rori se fue, Violeta corrió a vestirse, se puso unos jeans y jersey, salió de prisa, necesitaba verlo con sus propios ojos, sin saber que la seguían muy de cerca, llegó a la mansión Hesant, y tuvo la fortuna de que al hacerlo, él estaba entrando con su auto a la mansión, se puso justo frente a él, retándolo, si Hugh decidía arrancar el motor podría arrollarla, pero se detuvo, bajó del auto, cerró la puerta y la miró fijamente, ella observó sus ojos verdes esmeraldas, ella se veía mal, pálida y triste, pero él no parecía ni arrepentido, ni sentimental —¡¿Qué quieres aquí?
Sebastián estaba cambiando su ropa, ya estaba listo para bajar, pero se detuvo, observando su reflejo en el espejo, dio un respiro profundo, pensando en él, ¿Quién era realmente? Hace tan poco tiempo estaba en ese bosque boreal de Islas del Sur, creyendo que estaba por encontrar su muerte, sobrevivió como pudo, fue en ese momento que bendijo que su padre lo hubiese enviado a estudiar a una escuela militar desde niño, de lo contrario, nunca hubiese resistido. Ahí advirtió lo bien forjado que estaba su carácter, ese que ni él mismo conocía. Pero, nunca pesó tanto la soledad como en esos momentos, todo lo que deseaba era volver a casa. Tenía apenas veinte cinco años cuando su padre le obligó a tomar un puesto gerencial en la gran Hesant Corp., recién egresado de la universidad, y su severo padre Kurt lanzó un memorándum, donde exigía que Sebastián fuera tratado como un simple empleado, nadie debía tenerle piedad, ni le debían favor por ser el hijo del dueño, pronto, todos los grandes ger
Cuando tocaron la puerta del departamento, Rori se apuró a abrir, se quedó perplejo al mirar a ese hombre ahí, abrió la puerta dejándolo entrar, era Sebastián Hesant, Rori lo observó de arriba abajo, era alto, de complexión media, vestido con un elegante traje, zapatos costosos, un Rolex de oro blanco, el cabello de color grisáceo, y unos ojos severos y grandes, con espesas pestañas, ese hombre si que era un verdadero billonario, un caballero en la extensión de la palabra, y no como el patán abusivo de su hijo —Buenas tardes. —Buenas tardes, señor Hesant, me temo que, si busca a mi hermana, ella no está. Sebastián no evitó quedarse turbado, pero lo aceptó de todos modos, él sabía sus pasos, para eso tenía a alguien siguiéndola, porque no le daría la oportunidad a Hugh de acercarse a ella y volver a lastimarla —Bien, debo volver más tarde. —Bueno, si quiere, puede dejarle el recado conmigo. Sebastián se detuvo, pensativo y observó al joven, había investigado un poco, sabía quien e
—Esto no, no es un matrimonio normal, aclaremos que eso no pasará —aseveró. —Descuida, Violeta, nunca he sido un hombre que obliga a una mujer, si eso es tu temor, pero, que quede claro, que yo solo llegaré hasta donde tú lo quieras. Ella frunció el ceño, con espanto —A ninguna parte, escúchelo bien, solo nos vengaremos, ellos recibirán su merecido, y nosotros haremos nuestra parte, cuando ellos vayan a la cárcel, usted y yo, nos divorciaremos. Él asintió con una sonrisa casi perversa. Pronto anunciaron que el juez había llegado y fueron hasta ahí, firmaron el acta de matrimonio, ella tembló antes de firmar, pero al final lo hizo, Sebastián firmó de prisa, y el juez los declaró marido y mujer —Puede besar a la novia. Sebastián y Violeta se miraron un segundo, ahí también estaba Niall Rezza su abogado legal, él estaba por fuera de la verdad, Sebastián temía sí el fuera un aliado o un traidor, así que, solo tomó el rostro de la joven que le miraba con estupor y besó sus labios, ap
Violeta abrió la boca con gran sorpresa como si se fuera una gran ofensa, uno de los guardias estaba por tomarla y sacarla lejos de ahí —¡Ustedes no saben lo que hacen! ¡No pueden echarme, no saben quién soy yo! —vociferó y sentenció, causando curiosidad en los invitados e irritando a Hugh, mientras Seraphyna reía a carcajadas, diciendo que era solo una loca —¡Tú no eres nadie! —exclamó Hugh rabioso —Él que no es nadie aquí, eres tú, querido —dijo en voz bien alta, mientras todos se quedaban perplejos Hugh sintió que enrojecía de coraje —Y, ¿quién te crees que eres? —La dueña de esta mansión, la dueña de todo, ¡Yo soy la señora Hesant! —exclamó, todos se rieron entonces, y Hugh también rio —¡Pobre estúpida! ¡Eres la dueña de nada! ¡Lárgate! —exclamó rabioso Los guardias intentaron tomarla, y ella quiso liberarse, sintió miedo, al ver que Sebastián no aparecían por ningún lado, preguntándose si aquello era una vil trampa, su corazón latió como si fuera un condenado a muerte, no
Los invitados fueron despedidos pocos minutos después, era necesario y todos lo entendieron, se marcharon pronto, Sebastián pidió a Seraphyna y a Hugh que lo acompañaran a su despacho principal para hablar. Sebastián tomó la mano de Violeta —Estás fría —dijo notando, ella asintió, aún se veía pálida, él sonrió —No temas, estaré aquí, hablaré con ellos, y luego nos iremos. —Pero… —ella titubeó, y él la llevó hasta el salón principal, la sentó y pidió que la atendieran bien —Señora Cyrus, ella es Violeta, mi esposa, de ahora en adelante la señora de esta casa, atiéndala como lo merece, mientras yo regreso. —¡Claro! Señor, me alegra tanto verlo con vida. Sebastián le brindó una cálida sonrisa y luego fue al despacho Apenas entró, Seraphyna volvió a abrazarlo, ya no quería soltarlo, por temor a perderlo de nuevo —No entiendo, padre, ¿Cómo es que sobreviviste? —Ya lo vez, hijo, no fue fácil, pero al final, enfrenté a la muerte y salí vencedor, ¿Estás triste? —exclamó Hugh se leva