Connie había aprendido desde niña a guardar sus sentimientos, a comportarse dura y fría como si en verdad no le importara nada. La vida le enseñó que, en el mundo, en su mundo, solo sobrevivirían los más fuertes.—“¡No llores! Llorar no te va a servir de nada, cuando tengas ganas de llorar sonríe haz como si lo disfrutaras y verás que cuando te paguen se te olvidará porqué querías llorar “— Le decía su madre cada vez que lloraba suplicando que no dejara que sus clientes la tocaran.—¡Lárgate! Mi cliente me está esperando y no quiero hacerlo esperar— dijo con una mueca que asemejaba una sonrisa.—Connie, si tu quisieras yo podría… — Dijo Gabriel tratando de asimilar lo que estaba sucediendo, no podía creer que se había equivocado tanto.No, no había nada que asimilar, sus sospechas eran ciertas, no debió de haberse involucrado con ella, era una mentirosa, se hacía la inocente frente a él asegurando que solo bailaba detrás del cristal, cuando en realidad era solo una prostituta.—¿Tú
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