El paso firme de aquella mujer dejaba ver la rabia que había en ella, aunque caminara con soltura, elegancia y mirando al frente, saludando a quienes se le cruzaban en el pasillo, bien con una sonrisa o con alguna palabra amable, en sus puños apretados se reprimía el deseo de gritar.Romma Estévez no era la mujer más cariñosa o amigable, pero jamás había tratado mal a ninguno de sus compañeros de trabajo y respetaba enormemente sus talentos y especialidades. Era competente y exigía lo mismo en quienes trabajaban con ella, implacable en los horarios de trabajo y en el cumplimiento a tiempo de los compromisos, no era la más querida de la empresa, pero si la más respetada diseñadora de toda la planta, y eso era suficiente para ella. Siempre decía: si todos a tu alrededor te quieren demasiado, creo que estás siendo demasiado permisivo o algo estás haciendo mal en tu trabajo, porque no se puede complacer a todos. Trabajaba sin descanso hasta lograr la perfección en lo que hacía, desde el d
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