—Esto me está costando mucho dinero, Marcos, me preocupa. — el hombre se recostó en el alto respaldo de su silla ejecutiva y cruzó los dedos de ambas manos como quien se prepara para orar, pero eso lo que menos pasaba por la cabeza de Alessandro Dolciani en ese momento. La Bolsa de Valores era un juego peligroso y él se había arriesgado demasiado. Siempre fue un estratega de los negocios, y le había ido bien. Astuto, inteligente, visionario, siempre trataba de ver más allá de lo evidente, había aprendido todo lo que sabía con su abuelo, Lorenzo Dolciani, patriarca de su familia y dueño de toda la fortuna de su imperio hotelero. Alessandro amaba a su abuelo con locura, había sido prácticamente su única familia al perder a sus padres siendo apenas un niño de doce años, y luego perder a su abuela por un infarto. Fue un abuelo amoroso aunque exigente y duro. Al entrar a la adolescencia el joven pensó que tenía el mundo a sus pies, pero muy pronto Lorenzo le dejó claro que no era un joven
Romma trabajó todo el día intentando concentrarse en la colección, y le dolía la espalda por haber estado inclinada sobre su mesa haciendo correcciones y buscando la perfección en cada detalle. Justo cuando se estiraba para volver a sentir sus extremidades, sonó su teléfono móvil y se sobresaltó, al mirarlo de reojo vió que quien la llamaba era Malik, pero ella no se sentía de ganas para verlo, de forma que lo dejó sonar hasta que cortó la llamada. Mientras pensaba qué haría esa noche, porque lo único que se le antojaba era tirarse en su cómodo sofá, a mirar una película, volvió a sonar el aparato y esta vez era su amigo Nicolás, “su Nicky” como lo llamaba. Una sonrisa asomó a sus labios y atendió la llamada. — ¿Quién incendió el bosque que las serpientes están saliendo? — dijo como saludo.“¡Acabo de llegar, tridente del diablo!” — respondió su amigo al otro de la línea— y necesito ver a mi amiga para contarle todas mis aventuras y desventuras”— No se diga más, ¿dónde y cuándo?
— ¡Hola, mami! — gritó desde la entrada de la casa Romma al llegar al hogar de su familia. — ¡Hola papi! ¿Hay alguien en casa?Era domingo por la mañana y cada vez que podía trataba de pasar los domingos con su familia. Eran unos casos perdidos, todos y cada uno de ellos y la veían como un bicho raro por su intención de mantener su vista fija en su carrera. Pero Romma los amaba, y la hacía feliz compartir sus excentricidades. Vestida con un short de mezclilla, playera y tenis blancos, caminó por la casa sin encontrar a nadie. Se fue directo a la cocina donde sin duda estaría Mariana, su madre. Era algo invariable.Venus, la perra de la familia salió a recibirla moviendo su cola excitada. La chica jugueteó un momento con Venus y continuó su camino con la perrita tras ella.Al entrar en la cocina, un olor confuso le llegó y supuso que su madre estaría en uno de sus experimentos culinarios. Algunos salían perfectos, pero otros eran simplemente incomibles, y por el aroma, podría apostar q
Malik y Romma se encontraban en la cocina envueltos en batas y preparando sándwiches para recuperar fuerzas luego de una tarde de placer. El hombre sacó refrescos del refrigerador mientras Romma rellenaba un pan con todo lo que había sobre la mesada.Reían y retozaban embadurnándose con mayonesa que luego lamían uno de la piel del otro, cuando sonó el timbre.Romma fue a abrir y se encontró con Nicky. Se abrazaron y luego de un leve beso en los labios, lo invitó a pasar.El amigo entró con su habitual parloteo, el cual silenció al ver a Malik en la cocina.Por alguna razón que Romma no entendía, Malik y Nicky no se soportaban. A Malik no le gustaba que fueran tan apegados e íntimos, y Nicky decía que su mirada le producía escalofríos. Que a través de sus ojos se veía un alma fría.Tan pronto se saludaron con un frio “Hola” de ambas partes, la sensación de incomodidad fue evidente en esa cocina. Malik comió algo y rápidamente dijo que iba a vestirse. Romma prefirió que fuera así. No l
— Hola, abuelo… ¿Qué tal todo? — saludó Alessandro con una gran sonrisa al anciano que se encontraba en un cómodo sofá en un lado de su oficina ubicada en el piso 25 de la Torre Dolciani, donde funcionaba su Grupo Empresarial y desde dónde podía supervisar cada decisión a tomar. Lorenzo confiaba plenamente en todos sus gerentes y subgerentes, porque eran seleccionados cuidadosamente, pero jamás apartaba su vista de águila de sus empresas. Era su centro de mando y su oficina era más cómoda que ostentosa. Una hermosa vista de la ciudad, especialmente aquel parque donde solía caminar Lorenzo con su difunta esposa Gianna, cuando llegaron muy jóvenes a ese país, sin nada más que un par de maletas, sueños, ganas de trabajar y casi nada de dinero. Se fueron huyendo de su país, Italia, a causa de que sus familias se oponían a su relación por antiguas reyertas y tan pronto tuvieron la edad para hacerlo, se casaron en secreto y dejaron atrás todo para comenzar en otro país. Nunca más tuvieron
Romma saltó delante de su mesa cuando escuchó el timbre del comunicador sobre su escritorio. Maldito aparato que un día le iba a provocar un infarto. Fue hasta él y presionó un botón. — Dime, Mina. Mina era su asistente desde hacía algunos meses y no le estaba yendo bien ajustándose a la forma de trabajar de Romma. — Tiene una llamada del señor Alessandro Dolciani. Dice que es importante y que usted le espera. — No recuerdo que…— repentinamente recordó aquel nombre y se sintió extrañada. Habían pasado ya varios días de aquella vez en el restaurante y pensó que jamás volvería a tener algo que ver con ese nombre. Pero ya le iba a poner el punto final a ese tema. — Pasa la llamada… y por favor, cambia el maldito tono de este aparato. No lo soporto. Apretó otro botón y habló al aparato. — Romma Estévez. ¿Qué desea, señor Dolciani? — Invitarle a cenar conmigo esta noche donde usted prefiera, si eso le hace sentir más cómoda. La voz que sonó del otro lado se escuchaba más profunda
Romma se presentó a su trabajo temprano, como cualquier día, y para mantener su cabeza lejos de lo que la agobiaba, trabajó sin descanso. Había ojeras en sus ojos al final de la tarde y sentía que el cuello se le partía y de sólo pensar que esa noche vería a Alessandro, se le erizaba la piel. No sabía en qué tipo de lío se estaría metiendo.Se encontraba en el taller dando toques a los trajes que se confeccionaban, cuando el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero, vibró. Lo sacó y tal como lo esperaba, era Alessandro.Respiró profundamente y atendió.— Alessandro…— dijo como único saludo.— Romma…— respondió el siguiéndole el juego— te espero en la planta baja. Y cortó.Ahora daba órdenes y ya no era tan encantador, fue lo que pasó por el pensamiento de la chica mientras se dirigía a su oficina. Abrió con su llave y recogió sus cosas y decidida, volvió a salir. Fue directa al ascensor, entró, marcó la planta baja y esperó. Al abrirse las puertas, allí estaba él, con un tr
Luego de trabajar toda la mañana, Romma fue a almorzar con Nicky en un lugar cercano a su oficina.Necesitaba contarle todo. Nicky iba a ser su único sostén es esa aventura y daba gracias al Cielo por tenerlo. No creía poder lograrlo sola.Mientras comían pizza y cerveza, lo puso al tanto de todo lo discutido y Nicky abrió los ojos a todo lo que daban y dejó escapar un gritito cuando le dijo lo del beso.— Bitch, mi corazón está latiendo tan fuerte ahora que creo que voy a quemar las calorías de esta comida sin ir al gym. ¿Cómo fue ese beso? ¡Qué envidia!— Nada del otro mundo, un simple beso… creo que es más la fama que la lana…— dijo despectiva.— Eso no es lo que dicen tus ojos, están brillando.— Porque estoy preocupada, hoy vamos a reunirnos y luego de eso, mi vida se va a poner de cabeza.— Disfruta la travesía, Rommy, no te niegues nada con ese maniquí, gózalo y saca el mayor provecho de esta aventura.— No me voy a acostar con él — replicó en voz muy baja pero firme.— Tú te l