— ¡Hola, mami! — gritó desde la entrada de la casa Romma al llegar al hogar de su familia. — ¡Hola papi! ¿Hay alguien en casa?
Era domingo por la mañana y cada vez que podía trataba de pasar los domingos con su familia. Eran unos casos perdidos, todos y cada uno de ellos y la veían como un bicho raro por su intención de mantener su vista fija en su carrera. Pero Romma los amaba, y la hacía feliz compartir sus excentricidades. Vestida con un short de mezclilla, playera y tenis blancos, caminó por la casa sin encontrar a nadie. Se fue directo a la cocina donde sin duda estaría Mariana, su madre. Era algo invariable.
Venus, la perra de la familia salió a recibirla moviendo su cola excitada. La chica jugueteó un momento con Venus y continuó su camino con la perrita tras ella.
Al entrar en la cocina, un olor confuso le llegó y supuso que su madre estaría en uno de sus experimentos culinarios. Algunos salían perfectos, pero otros eran simplemente incomibles, y por el aroma, podría apostar que se trataba de uno de los segundos.
— Mamita, ¿te quedaste sorda? Vengo pegando gritos desde la entrada.
— Te escuché, pero igual ibas a venir hasta aquí, así que para qué molestarme…
— Eres un caso, mami. — besó la mejilla de la mujer — ¿Y mi papá? — tomó algo parecido a una oblea que estaba sobre un plato y lo probó. No estaba mal del todo.
— En su cueva, como siempre. Uno de estos días va a tumbar todo el servicio eléctrico de la ciudad con sus aparatos extraños.
— Déjalo que lo haga, no te preocupes. Nadie va a saber que fue él. ¡Papaaaaá! — gritó a través de la ventana de la cocina para que Alfonso Estévez la escuchara en el cuartito trasero del patio, donde se encerraba a “crear aparatos”.
Unos minutos después, su padre entró a la estancia y se acercó a su hija para abrazarla.
— ¡Mi preciosa hija! Que alegría verte.
Se abrazaron con afecto y el padre le ofreció café.
Se sentaron en la mesa donde Mariana luchaba con una masa de no muy buena pinta.
— ¿Tienes algo bueno para contarnos, hija?
— Nada de lo que ustedes consideran “bueno”, y por lo demás, trabajo y más trabajo.
— Y tu vida, ¿para cuándo la vas a dejar? — preguntó Mariana sin dejar de amasar aquella cosa.
— Mami, hoy batiste todos tus récords, creo que no han pasado ni dos minutos desde que entré. Para tu información, mi trabajo es mi vida, y es lo que necesito.
— Que equivocada estás, muchacha. Necesitas un hombre en tu vida, un esposo que te haga feliz.
— Ya tengo un hombre en mi vida, y me “da lo que necesito” — respondió sabiendo que con eso provocaba la lengua viperina de su madre.
— No seas vulgar, Romma, respeta mis canas.
— ¿Cuáles, si te las tiñes cada semana?
— Alfonso, habla con tu hija a ver si a ti te escucha.
— Mi gordita, eso no ha ocurrido nunca ni ocurrirá. Esta muchacha desde pequeña dijo lo que iba a ser. Así que te aconsejo que te resignes a que de este árbol, no vas a ver frutos.
— Cada uno peor que el otro.
— Ya que hablas de peores, ¿dónde están mis hermanas?
— Amalia debe estás en su habitación pintando corazones y Nita…cualquiera sabe dónde anda ese cuerpo, salió temprano porque iba a saludar al sol y no sé qué otras tonterías. Por ahí aparecerá cuando tenga hambre.
Continuaron conversando y luego llegó su hermano mayor, Al junior, con su esposa y sus dos hijos, cargando varias bandejas con comida. Les gustaba traer algunas cosas para compartir y comer en familia los domingos. Durante un momento hubo un pequeño caos de saludos, besos y abrazos, ya que Romma había pasado varios domingos sin venir.
Cuando volvió la calma, entró Amalia, y todo se repitió.
Todos hablaban a la vez, mientras ponían platos y cubiertos en la mesa.
Mariana observó a su familia satisfecha mientras buscaba una salsera. Tenía un esposo amoroso, y cuatro hijos increíbles, tan distintos uno de otro que parecían provenir de familias diferentes, y los amaba tal y como eran.
Se sirvió café, y se quitó el delantal lleno de harina que cubría su vestido.
Era una mujer pequeña, con algunos kilitos de más ganados en sus embarazos, piel morena y sonrisa dulce. Se sentía satisfecha de su vida familiar, sin embargo, algunas veces, su mirada se entristecía y nadie sabía por qué. Desde que se había jubilado de su trabajo como maestra de escuela inicial, mataba su tiempo libre tratando de crear platillos y postres, que no siempre salían muy bien. Aparentaba menos edad de la que tenía y nadie nunca atinaba a adivinar sus 56 años.
Alfonso y Mariana se habían casado muy jóvenes y formaron su familia, a la cual sostuvieron trabajando duro y haciendo economías para lograr darles estudios a todos sus hijos, aunque según Mariana, unos los habían aprovechado más que otros.
Al, su hijo mayor, era agente de bienes raíces y le iba suficientemente bien para sostener a su familia. Romma, era adicta a su trabajo, Amalia estudiaba aún para maestra, pero con su romanticismo perdido, sólo esperaba encontrar pronto el amor y casarse para tener su propia familia, justo la antítesis de su hermana mayor. Y Nita, diminutivo de Marianita, era estudiante de Artes, y como decía su padre, era una hippie escapada de los sesentas. Con una personalidad extrovertida, extravagante, pintaba su cabello con tanta frecuencia que ya casi nadie recordaba el color original. Pero era una chica buena, con sus defectos, como todo el mundo. Y el de Nita era su terrible gusto para escoger a sus novios. Generalmente sacados de su entorno “artístico” cada uno era peor que el anterior. Su madre sólo podía rezar por que superara pronto su etapa “bohemia”.
Pasado el mediodía, Romma se despidió de su familia y se fue a su casa.
Al entrar, se fue directo al baño y decidió consentirse con un baño de espuma. Se colocó audífonos y con una copa de vino y Queen sonando a todo volumen en sus oídos, se sumergió en su tina con los ojos cerrados y una toalla para apoyar su cabeza.
No percibió que alguien le hablaba hasta que unos dedos recorrieron su brazo izquierdo. Se sobresaltó al contacto y al abrir sus ojos, se encontró con Malik mirándola con una sonrisa en los labios.
— Vas a arrugar esa preciosa piel canela, mi amor…— le dijo el hombre mientras la observaba dentro del agua, donde se podía mirar su cuerpo en las zonas en las que la espuma había desaparecido — ¿qué tal si sales y me dejas secarte? — dijo con una sonrisa sugestiva.
— O podrías entrar aquí conmigo y pasar un rato agradable ¿no te parece una mejor idea?
Miró a Malik con aquellos ojos que lo enloquecían, y el hombre no se hizo de rogar. Comenzó sacándose el suéter azul de cachemira que llevaba con las mangas recogidas y dejó ver su cuerpo moreno, delgado pero fuerte, luego soltó su cinturón ante la mirada de Romma, quien no ocultaba que disfrutaba ver aquel espécimen de hombre desnudándose delante de ella.
Muy pronto Malik se encontraba disfrutando del contacto piel con piel y las larguísimas piernas de Romma que se enroscaban alrededor de él.
El baño se hizo muy largo hasta que decidieron pasarse a la cama donde continuaron disfrutando uno del otro, como lo hacían cada vez que se veían.
Malik Sammur era un fabuloso compañero de cama para Romma, disfrutaban sus encuentros y la chica se sentía en paz sabiendo que su amante tenía claro que eso era todo lo que iba a obtener de ella. Podía considerarse un gran partido, debido no solo a su apariencia, sino a su éxito como abogado asociado en una de las firmas legales más reconocidas. Era implacable en su trabajo y se le veía frecuentemente en periódicos que reseñaban casos importantes, en los que era conocido por ganar todos sus juicios. Sus clientes eran de lo más granado de la sociedad, porque no todo el mundo alcanzaba a pagar sus honorarios. Había logrado una excelente posición por mérito propio, y con Romma mantenían una relación sin compromisos, en la que ambos parecían estar cómodos, pero Malik en varias ocasiones le había sugerido a Romma pasar a un nivel más oficial en su relación.
La chica trataba de evadir esas puntadas tomándolo a broma o cambiando el tema. Y cuando no podía evitarlo, le decía simplemente que dejara la situación como estaba. Mientras se divirtieran, todo lo demás sobraba.
Malik tenía ascendencia árabe y por muy liberal que fuera, tenía una familia a la cual quería complacer llevando una esposa y sentía que Romma era la indicada para eso.
Abrazados en la cama, Malik acariciaba la espalda desnuda de Romma, que se había acostado sobre su abdomen y los brazos cruzados bajo su barbilla.
— Eres tan hermosa, Romma… quiero estar contigo para siempre.
— Claro que no, soy insoportable la mayor parte del tiempo.
— Me gustaría presentarte con mi familia como mi prometida.
— Malik, sabes que eso no va a pasar, soy alérgica a las relaciones serias, verdaderamente, me producen urticaria.
— Mi familia quiere verme casado y pienso que tú eres perfecta.
— ¿Y eso te parece suficiente razón para casarte? No estamos en el mismo plano. Lo siento, lo que tenemos es perfecto así para mí, y bajo ninguna circunstancia vas a convencerme de algo diferente. Eres mi delicioso Adonis árabe, disfruto un montón estos momentos juntos, pero no soy material para matrimonio. No pierdas tu tiempo. Y si lo que quieres es casarte para complacer a tu gente, hazlo, pero no conmigo. Si encuentras a alguien más, no dudes en decírmelo, te voy a desear que seas muy feliz y ya, no volveremos a vernos. Es todo lo que puedo ofrecer, no me interesa nada más que esto. Estoy felizmente casada con mi carrera.
— Un día voy a lograr convencerte.
— Mientras sigas siendo así de ricurita, sigue intentándolo, no voy a cambiar de opinión, pero como le pones tanto empeño al intento, me das mucho gusto — sonrió pícara mientras se incorporaba y se sentaba a horcajadas sobre él — ¿decías…? — se inclinó sobre el cuerpo del hombre y besó sus labios.
Malik y Romma se encontraban en la cocina envueltos en batas y preparando sándwiches para recuperar fuerzas luego de una tarde de placer. El hombre sacó refrescos del refrigerador mientras Romma rellenaba un pan con todo lo que había sobre la mesada.Reían y retozaban embadurnándose con mayonesa que luego lamían uno de la piel del otro, cuando sonó el timbre.Romma fue a abrir y se encontró con Nicky. Se abrazaron y luego de un leve beso en los labios, lo invitó a pasar.El amigo entró con su habitual parloteo, el cual silenció al ver a Malik en la cocina.Por alguna razón que Romma no entendía, Malik y Nicky no se soportaban. A Malik no le gustaba que fueran tan apegados e íntimos, y Nicky decía que su mirada le producía escalofríos. Que a través de sus ojos se veía un alma fría.Tan pronto se saludaron con un frio “Hola” de ambas partes, la sensación de incomodidad fue evidente en esa cocina. Malik comió algo y rápidamente dijo que iba a vestirse. Romma prefirió que fuera así. No l
— Hola, abuelo… ¿Qué tal todo? — saludó Alessandro con una gran sonrisa al anciano que se encontraba en un cómodo sofá en un lado de su oficina ubicada en el piso 25 de la Torre Dolciani, donde funcionaba su Grupo Empresarial y desde dónde podía supervisar cada decisión a tomar. Lorenzo confiaba plenamente en todos sus gerentes y subgerentes, porque eran seleccionados cuidadosamente, pero jamás apartaba su vista de águila de sus empresas. Era su centro de mando y su oficina era más cómoda que ostentosa. Una hermosa vista de la ciudad, especialmente aquel parque donde solía caminar Lorenzo con su difunta esposa Gianna, cuando llegaron muy jóvenes a ese país, sin nada más que un par de maletas, sueños, ganas de trabajar y casi nada de dinero. Se fueron huyendo de su país, Italia, a causa de que sus familias se oponían a su relación por antiguas reyertas y tan pronto tuvieron la edad para hacerlo, se casaron en secreto y dejaron atrás todo para comenzar en otro país. Nunca más tuvieron
Romma saltó delante de su mesa cuando escuchó el timbre del comunicador sobre su escritorio. Maldito aparato que un día le iba a provocar un infarto. Fue hasta él y presionó un botón. — Dime, Mina. Mina era su asistente desde hacía algunos meses y no le estaba yendo bien ajustándose a la forma de trabajar de Romma. — Tiene una llamada del señor Alessandro Dolciani. Dice que es importante y que usted le espera. — No recuerdo que…— repentinamente recordó aquel nombre y se sintió extrañada. Habían pasado ya varios días de aquella vez en el restaurante y pensó que jamás volvería a tener algo que ver con ese nombre. Pero ya le iba a poner el punto final a ese tema. — Pasa la llamada… y por favor, cambia el maldito tono de este aparato. No lo soporto. Apretó otro botón y habló al aparato. — Romma Estévez. ¿Qué desea, señor Dolciani? — Invitarle a cenar conmigo esta noche donde usted prefiera, si eso le hace sentir más cómoda. La voz que sonó del otro lado se escuchaba más profunda
Romma se presentó a su trabajo temprano, como cualquier día, y para mantener su cabeza lejos de lo que la agobiaba, trabajó sin descanso. Había ojeras en sus ojos al final de la tarde y sentía que el cuello se le partía y de sólo pensar que esa noche vería a Alessandro, se le erizaba la piel. No sabía en qué tipo de lío se estaría metiendo.Se encontraba en el taller dando toques a los trajes que se confeccionaban, cuando el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero, vibró. Lo sacó y tal como lo esperaba, era Alessandro.Respiró profundamente y atendió.— Alessandro…— dijo como único saludo.— Romma…— respondió el siguiéndole el juego— te espero en la planta baja. Y cortó.Ahora daba órdenes y ya no era tan encantador, fue lo que pasó por el pensamiento de la chica mientras se dirigía a su oficina. Abrió con su llave y recogió sus cosas y decidida, volvió a salir. Fue directa al ascensor, entró, marcó la planta baja y esperó. Al abrirse las puertas, allí estaba él, con un tr
Luego de trabajar toda la mañana, Romma fue a almorzar con Nicky en un lugar cercano a su oficina.Necesitaba contarle todo. Nicky iba a ser su único sostén es esa aventura y daba gracias al Cielo por tenerlo. No creía poder lograrlo sola.Mientras comían pizza y cerveza, lo puso al tanto de todo lo discutido y Nicky abrió los ojos a todo lo que daban y dejó escapar un gritito cuando le dijo lo del beso.— Bitch, mi corazón está latiendo tan fuerte ahora que creo que voy a quemar las calorías de esta comida sin ir al gym. ¿Cómo fue ese beso? ¡Qué envidia!— Nada del otro mundo, un simple beso… creo que es más la fama que la lana…— dijo despectiva.— Eso no es lo que dicen tus ojos, están brillando.— Porque estoy preocupada, hoy vamos a reunirnos y luego de eso, mi vida se va a poner de cabeza.— Disfruta la travesía, Rommy, no te niegues nada con ese maniquí, gózalo y saca el mayor provecho de esta aventura.— No me voy a acostar con él — replicó en voz muy baja pero firme.— Tú te l
Conforme transcurrían los días, la pareja se hacía más notoria y fue cuando Romma pensó en lo que debía hacer con Malik.El mundo entero se podría creer lo de su romance incipiente, pero Malik era otra cosa. Acostumbrado en su trabajo a siempre tratar de ver más allá, era capaz de mirar a las personas y saber si mentían o no. Y era realmente bueno en eso así que su plan debería ser excelente. Lo estuvo pensando y se lo comentó a Alessandro en su siguiente cita, cuando pasó por ella a la oficina para ir a almorzar.—Creo que deberíamos idear algo para que nos vea con sus propios ojos, porque Malik me conoce y sabe que los compromisos me producen urticaria, él mismo ha intentado durante los últimos dos años el llevarme con su familia y que acepte comprometerme. — contó Romma.— ¿Y por qué mantener una relación de dos años con alguien si no tienes intenciones de comprometerte?— No, porque él sabe muy bien que tengo mis objetivos bien planteados y ser una esposa, ama de casa y madre, no
—Jamás te voy a perdonar eso, Romma Estévez. — expresó Nicky ofendido. —No seas idiota, Nicky— desestimó la chica la expresión de su amigo, sin dejar de notar que por primera vez en mucho tiempo la llamaba por su nombre completo. En serio estaba ofendido. —¿Cómo puedes haber hecho eso con Malik y no permitirme el placer de estar presente? Una verdadera amiga no hace esas cosas. Ver eso me habría dado noches enteras de gusto al sólo recordarlo viviendo su propia oscuridad. Pero, por otro lado, me complace enteramente que ya ese ser haya salido de tu vida, no te convenía para nada. Contaminaba tu belleza personal, tu aura tan especial. —No digas esas cosas, Nicky, el pobre estaba tan mal. Odié hacerlo pasar por eso. —Yo estoy tan feliz que deberíamos salir a celebrarlo. Romma y Nicky conversaban en aquel loft de ensueño que habitaba Nicky y al que le gustaba llamar “su nido de sueños cumplidos”. Había sido lo primero que el joven adquiriera al comenzar a cosechar éxitos en su carrer
Tras ser anunciada por su asistente, Alessandro recibió en su oficina la visita de Analía Caballer, quien como era normal en ella, se veía impactante en su ropa de diseñador y su estilo elegante y aristocrático. La hermosísima mujer, de abundante melena castaña, perfectamente peinada sin un solo cabello fuera de lugar, dejó su costoso bolso sobre la butaca frente al escritorio de Sandro y fue directamente hacia el hombre con los brazos extendidos, a lo cual él respondió con un abrazo.—¿Cuánto tiempo más piensas dejarme en el olvido, sin llamarme ni dar señales de vida, Alessandro Dolciani? —reclamó la joven haciendo gestos con sus preciosos ojos verdes. Aún con sus brazos alrededor del cuello de Sandro, y con su cuerpo pegado al de él como al descuido, mirándolo con coquetería, le hizo un puchero apretando sus labios color borgoña. — Es imperdonable que me tengas en este abandono. Ni siquiera una llamada…no te perdono. Después de haber pasado momentos tan especiales juntos, creo mere