Tras ser anunciada por su asistente, Alessandro recibió en su oficina la visita de Analía Caballer, quien como era normal en ella, se veía impactante en su ropa de diseñador y su estilo elegante y aristocrático. La hermosísima mujer, de abundante melena castaña, perfectamente peinada sin un solo cabello fuera de lugar, dejó su costoso bolso sobre la butaca frente al escritorio de Sandro y fue directamente hacia el hombre con los brazos extendidos, a lo cual él respondió con un abrazo.—¿Cuánto tiempo más piensas dejarme en el olvido, sin llamarme ni dar señales de vida, Alessandro Dolciani? —reclamó la joven haciendo gestos con sus preciosos ojos verdes. Aún con sus brazos alrededor del cuello de Sandro, y con su cuerpo pegado al de él como al descuido, mirándolo con coquetería, le hizo un puchero apretando sus labios color borgoña. — Es imperdonable que me tengas en este abandono. Ni siquiera una llamada…no te perdono. Después de haber pasado momentos tan especiales juntos, creo mere
Romma se encontraba aprensiva. Ese día iría a conocer al famoso “abuelo” de Sandro. Y de ese primer encuentro dependería en gran manera el desarrollo de los planes entre ellos. La lógica implicaría que ella tratara de resultarle simpática para que la visualizara como una posible candidata a nieta política, pero esa era la parte que le preocupaba a la joven. Nunca había hecho nada para simpatizar, y con su complicada visión de lo “conveniente” no sabía si sería capaz de mostrarse encantadora ante aquel señor. Sin embargo, ya estaba montada en ese bote, así que tocaba remar para no hundirse. El abuelo iba a conocerla, y pondría su mayor empeño es mostrarse cuando menos respetuosa, ya vería qué más podría conseguir teniendo el carácter que tenía y se le vino a la cabeza que, si su padre pudiera aconsejarla en ese momento, le diría con su típico desdén por la delicadeza: corre, hija, sal de aquí, mientras solo le desagradas. No te quedes lo suficiente para que te odie.Pero Lorenzo Dolcia
Era domingo, y como acostumbraba hacerlo, Romma visitaba a su familia y ese día lo haría con Alessandro. De esa manera, tratarían de ir haciendo en sus familias el espacio para su relación.Ya el hombre estaba advertido de las peculiaridades de cada miembro de ese grupo y cuando llegaron, afortunadamente, el aroma que salía de la cocina, era agradable, lo que implicaba que el experimento culinario de Mariana tenía probabilidades de éxito y el pobre no se vería obligado a fingir que le gustaba algo que todos odiaban.Al entrar a la cocina, donde ya todos se encontraban reunidos nadie se ocupó mucho de Romma, porque su atención estaba puesta en poner la enorme mesa para comer juntos, lo cual sólo les parecía una buena idea a ellos. Aquello era un manicomio de pasarse cosas unos a otros y ninguno advirtió la presencia de Sandro hasta que Nita, quien llevaba el cabello pintado de azul en ese momento, se volvió a preguntarle algo a Romma y lo vio de pie, al lado de su hermana.Sin mucha di
Los días transcurrieron con rapidez y el viaje a París sería al día siguiente. Esa noche, en casa de Romma, Sandro preparaba algo de comer mientras la chica hacía las maletas.—En París será una locura de trabajo, no puedo garantizar que tenga mucho tiempo para dedicarte, Sandro.—Que eso no te perturbe, siempre habrá algo para hacer en París para un hombre como yo.—Sí, puedo imaginarlo— respondió ella con una sonrisa irónica —Sólo no te dejes sorprender por una cámara, habrá muchas por todos lados persiguiendo a las celebridades que se amontonarán allí. Sé cómo son los hombres cuando la sangre deja de circular hacia el cerebro y se dirige a otra parte…—Tienes una mente muy sucia, mi amor. Me refiero a que yo también tengo negocios allí, suelo representar la empresa de mi abuelo en otros países desde que él decidió quedarse más cerca de casa. Así que aprovecharé y me reuniré con algunas personas mientras tú brillas en las pasarelas.—Creo que estaría mejor dicho “mientras hago que L
Al regreso de su viaje, fueron recogidos en el aeropuerto por el chofer que llevó a Romma a su casa. Sandro quiso ayudarla con las maletas, pero la chica insistió en que no hacía falta y se despidieron con un beso y la promesa de llamarse esa noche.Al entrar al piso, lo primero que hizo fue tomar su móvil y marcarle a Nicky para informarle de su llegada.Antes de que la joven pudiera terminar de vaciar la maleta, ya Nicky estaba cruzando la puerta. La buscó en la habitación y se abrazaron como si no se hubieran visto en años.—Te extrañé tanto, mi Bitchita.Romma, sin decir nada le mostró su mano derecha, donde llevaba el anillo de Sandro.Nicky soltó un gritito y se cubrió la boca con los dedos.—¡Ay, Rommy, ya te comprometiste! Lo quiero saber absolutamente todo, cuéntame cada detalle del momento.—Tampoco es que nos estamos comprometiendo de verdad…—No importa, déjame que viva el acontecimiento como si fuera real. No me irás a decir que sólo te lo entregó y ya.—Era lo lógico, pe
Romma se presentó en su trabajo esa mañana como lo había hecho cada día desde hacía seis años. Entró a su oficina seguida de Mina, quien traía los mensajes recibidos y algunas carpetas con el logo de Casa Monterrey en su exterior. Dejó todo sobre el escritorio de Romma y se volvió a mirarla, sin saber cómo decirle las veces que Leo había preguntado por ella durante los días anteriores. —Señorita, el señor Monterrey la ha llamado muchísimas veces, dijo que intentó comunicarse con usted, pero nunca respondió sus llamadas. —Mi teléfono estuvo apagado, no quería ser interrumpida. —¿Quiere que le avise que usted ya va para su oficina? —Tengo mucho trabajo pendiente, cuando me desocupe, ya lo veré. Por favor, Mina, llama a Taller y pide los prototipos que les pedí antes de irme a París, ya deberían estar listos. Y avisa a los técnicos de Calidad y a Textiles que tenemos una reunión aquí en una hora. ¿Me traerías un café, por favor? —¿Qué debo decirle al señor Monterrey cuando lla
Leo había permanecido recostado en su silla por horas, mirando a través de su ventanal, sin poder pensar en otra cosa que no fueran las amenazas de Romma. Durante días tuvo en su cabeza aquellas palabras que hubiera deseado poder desechar, pero que se balanceaban como una cuchilla de péndulo sobre su cabeza. Era cierto que su reputación en los medios era excelente como diseñador, pero no así como persona, y sabía que eso de lo que lo acusaba Romma, había ocurrido en muchas ocasiones con otros empleados, pero siempre había logrado amedrentarlos para obtener de ellos lo que deseaba, todos y cada uno se rindieron a sus amenazas para no arriesgar sus carreras. Y ahora venía esta jovencita y se atrevía a medirse con él, con el gran Leonardo Monterrey, amo y señor de la cumbre de la moda en todo el país. También era cierto que las cosas que ella pudiera decirle a los medios podría incentivar a otros a presentar sus reclamos y ese mundo era muy frágil ante las personas que hacían cosas así,
Se hicieron las presentaciones de rigor, y pasaron al salón a tomar un aperitivo. Romma observaba a todos y mantenía una actitud serena mientras iba conociendo a los demás. Y de todo el grupo, sólo le parecieron soportables Lorenzo y Francesca, la tía, que había sido muy amable y la recibió con mucho agrado. Un rato después, la atrajo hacia una parte del salón donde no estaba nadie más y le habló. —Me alegra sinceramente que Sandro por fin haya encontrado alguien que le haga sentar cabeza. Pensé que papá no iba a llegar a verlo. Supongo que tu trabajo te costó. —No realmente, Sandro y yo, sentimos lo mismo desde el primer momento, y al comenzar a salir, todo fluyó tan espontáneamente que fuimos los primeros sorprendidos al darnos cuenta de que deseábamos pasar nuestra vida juntos. Y aquí estamos. — se volvió a mirar a Sandro y sonrió levemente. Vio a Analía conversar con Franco y su madre los escuchaba atentamente. Un momento después se acercaron a donde Lorenzo, Sandro y Francisc