Esto se acabó...
Romma miraba a su alrededor y hacia el público presente en el Gran Teatro que llenaba todo el aforo. Ubicada en la primera fila junto a los otros invitados de honor, sentía cómo su corazón latía emocionado.Pronto subió al escenario el presentador y se dirigió al micrófono.Tras un corto discurso hizo las presentaciones de rigor y comenzaron con el acto.Se trataba de la Gala de entrega del Premio Nacional para el Diseño de Modas.Comenzaron a llamar a los ganadores de las menciones secundarias hasta llegar al premio principal.Romma escuchó que decían su nombre y de pronto, todo era una realidad que hasta ese momento, le parecía una ilusión, el producto de su fantasía.Mientras subía al escenario, se decía a sí misma que lo había logrado y sintió que había valido todo el esfuerzo.Recibió el premio de manos del director de escena y se movió hacia el podio que le indicaron, ante el micrófono.Cuando los aplausos cesaron, comenzó a hablar.—Esta noche, con este premio en mis manos, alc
El paso firme de aquella mujer dejaba ver la rabia que había en ella, aunque caminara con soltura, elegancia y mirando al frente, saludando a quienes se le cruzaban en el pasillo, bien con una sonrisa o con alguna palabra amable, en sus puños apretados se reprimía el deseo de gritar.Romma Estévez no era la mujer más cariñosa o amigable, pero jamás había tratado mal a ninguno de sus compañeros de trabajo y respetaba enormemente sus talentos y especialidades. Era competente y exigía lo mismo en quienes trabajaban con ella, implacable en los horarios de trabajo y en el cumplimiento a tiempo de los compromisos, no era la más querida de la empresa, pero si la más respetada diseñadora de toda la planta, y eso era suficiente para ella. Siempre decía: si todos a tu alrededor te quieren demasiado, creo que estás siendo demasiado permisivo o algo estás haciendo mal en tu trabajo, porque no se puede complacer a todos. Trabajaba sin descanso hasta lograr la perfección en lo que hacía, desde el d
—Esto me está costando mucho dinero, Marcos, me preocupa. — el hombre se recostó en el alto respaldo de su silla ejecutiva y cruzó los dedos de ambas manos como quien se prepara para orar, pero eso lo que menos pasaba por la cabeza de Alessandro Dolciani en ese momento. La Bolsa de Valores era un juego peligroso y él se había arriesgado demasiado. Siempre fue un estratega de los negocios, y le había ido bien. Astuto, inteligente, visionario, siempre trataba de ver más allá de lo evidente, había aprendido todo lo que sabía con su abuelo, Lorenzo Dolciani, patriarca de su familia y dueño de toda la fortuna de su imperio hotelero. Alessandro amaba a su abuelo con locura, había sido prácticamente su única familia al perder a sus padres siendo apenas un niño de doce años, y luego perder a su abuela por un infarto. Fue un abuelo amoroso aunque exigente y duro. Al entrar a la adolescencia el joven pensó que tenía el mundo a sus pies, pero muy pronto Lorenzo le dejó claro que no era un joven
Romma trabajó todo el día intentando concentrarse en la colección, y le dolía la espalda por haber estado inclinada sobre su mesa haciendo correcciones y buscando la perfección en cada detalle. Justo cuando se estiraba para volver a sentir sus extremidades, sonó su teléfono móvil y se sobresaltó, al mirarlo de reojo vió que quien la llamaba era Malik, pero ella no se sentía de ganas para verlo, de forma que lo dejó sonar hasta que cortó la llamada. Mientras pensaba qué haría esa noche, porque lo único que se le antojaba era tirarse en su cómodo sofá, a mirar una película, volvió a sonar el aparato y esta vez era su amigo Nicolás, “su Nicky” como lo llamaba. Una sonrisa asomó a sus labios y atendió la llamada. — ¿Quién incendió el bosque que las serpientes están saliendo? — dijo como saludo.“¡Acabo de llegar, tridente del diablo!” — respondió su amigo al otro de la línea— y necesito ver a mi amiga para contarle todas mis aventuras y desventuras”— No se diga más, ¿dónde y cuándo?
— ¡Hola, mami! — gritó desde la entrada de la casa Romma al llegar al hogar de su familia. — ¡Hola papi! ¿Hay alguien en casa?Era domingo por la mañana y cada vez que podía trataba de pasar los domingos con su familia. Eran unos casos perdidos, todos y cada uno de ellos y la veían como un bicho raro por su intención de mantener su vista fija en su carrera. Pero Romma los amaba, y la hacía feliz compartir sus excentricidades. Vestida con un short de mezclilla, playera y tenis blancos, caminó por la casa sin encontrar a nadie. Se fue directo a la cocina donde sin duda estaría Mariana, su madre. Era algo invariable.Venus, la perra de la familia salió a recibirla moviendo su cola excitada. La chica jugueteó un momento con Venus y continuó su camino con la perrita tras ella.Al entrar en la cocina, un olor confuso le llegó y supuso que su madre estaría en uno de sus experimentos culinarios. Algunos salían perfectos, pero otros eran simplemente incomibles, y por el aroma, podría apostar q
Malik y Romma se encontraban en la cocina envueltos en batas y preparando sándwiches para recuperar fuerzas luego de una tarde de placer. El hombre sacó refrescos del refrigerador mientras Romma rellenaba un pan con todo lo que había sobre la mesada.Reían y retozaban embadurnándose con mayonesa que luego lamían uno de la piel del otro, cuando sonó el timbre.Romma fue a abrir y se encontró con Nicky. Se abrazaron y luego de un leve beso en los labios, lo invitó a pasar.El amigo entró con su habitual parloteo, el cual silenció al ver a Malik en la cocina.Por alguna razón que Romma no entendía, Malik y Nicky no se soportaban. A Malik no le gustaba que fueran tan apegados e íntimos, y Nicky decía que su mirada le producía escalofríos. Que a través de sus ojos se veía un alma fría.Tan pronto se saludaron con un frio “Hola” de ambas partes, la sensación de incomodidad fue evidente en esa cocina. Malik comió algo y rápidamente dijo que iba a vestirse. Romma prefirió que fuera así. No l
— Hola, abuelo… ¿Qué tal todo? — saludó Alessandro con una gran sonrisa al anciano que se encontraba en un cómodo sofá en un lado de su oficina ubicada en el piso 25 de la Torre Dolciani, donde funcionaba su Grupo Empresarial y desde dónde podía supervisar cada decisión a tomar. Lorenzo confiaba plenamente en todos sus gerentes y subgerentes, porque eran seleccionados cuidadosamente, pero jamás apartaba su vista de águila de sus empresas. Era su centro de mando y su oficina era más cómoda que ostentosa. Una hermosa vista de la ciudad, especialmente aquel parque donde solía caminar Lorenzo con su difunta esposa Gianna, cuando llegaron muy jóvenes a ese país, sin nada más que un par de maletas, sueños, ganas de trabajar y casi nada de dinero. Se fueron huyendo de su país, Italia, a causa de que sus familias se oponían a su relación por antiguas reyertas y tan pronto tuvieron la edad para hacerlo, se casaron en secreto y dejaron atrás todo para comenzar en otro país. Nunca más tuvieron
Romma saltó delante de su mesa cuando escuchó el timbre del comunicador sobre su escritorio. Maldito aparato que un día le iba a provocar un infarto. Fue hasta él y presionó un botón. — Dime, Mina. Mina era su asistente desde hacía algunos meses y no le estaba yendo bien ajustándose a la forma de trabajar de Romma. — Tiene una llamada del señor Alessandro Dolciani. Dice que es importante y que usted le espera. — No recuerdo que…— repentinamente recordó aquel nombre y se sintió extrañada. Habían pasado ya varios días de aquella vez en el restaurante y pensó que jamás volvería a tener algo que ver con ese nombre. Pero ya le iba a poner el punto final a ese tema. — Pasa la llamada… y por favor, cambia el maldito tono de este aparato. No lo soporto. Apretó otro botón y habló al aparato. — Romma Estévez. ¿Qué desea, señor Dolciani? — Invitarle a cenar conmigo esta noche donde usted prefiera, si eso le hace sentir más cómoda. La voz que sonó del otro lado se escuchaba más profunda