¡Romma no puede enterarse de esto! ¿Lo entendiste bien?
Esa noche Romma se quedó hasta muy entrada la noche en su oficina intentando no pensar en lo que tendría que hacer. Las sugerencias de Nicky no le resultaban viables porque conocía a Sandro y era un hombre orgulloso a quien no le gustaba que interfirieran en sus decisiones. Si tenía una relación con esa mujer de su pasado, debía ser alguien importante para él. Seguía revisando diseños en proceso dando tiempo para decidir si seguiría los consejos de su amigo, hasta que el sonido de su móvil la sacó de su abstracción. Al ver la pantalla vio el nombre de Sandro y su corazón se agitó. Lo maldijo por causarle esas sensaciones y tras respirar un par de veces para recuperar la calma, atendió la llamada. —Dime. — respondió simplemente. —Necesito que hablemos. —No estoy segura de necesitar hablar nada contigo. —Yo sí creo que es necesario, estoy frente a ROMMA, te espero en el auto. Ya le dije a tu chofer que podía irse. —¿Cómo te atreves a hacer algo semejante? ¿Quién te crees que eres?
Desde su conversación, los esposos Dolciani enfrentaron los chismes mostrándose juntos y felices en todas partes, se los veía en fiestas, lugares nocturnos, restaurantes, haciendo paseos en canoa o en la playa, escapadas a fines de semana románticos y en todo evento al que fueran invitados. Las cámaras los perseguían esperando captar el momento en que se les escapara algún gesto o mirada que demostrara que su matrimonio no era el paraíso de amor que demostraban, pero la pareja jamás les dio el placer de poder publicar algo que no fuera felicidad marital. Procuraban pasar tiempo en casa, cada uno en su estudio privado ocupados en sus respectivos trabajos. Continuaban compartiendo la cama, pero se habían distanciado desde aquella noche cuando durmieran abrazados. Sin que lo conversaran siquiera, ambos sintieron que era una tentación muy grande mantener ese tipo de acercamiento y prefirieron no repetirlo para no crear incomodidades. Casi un mes había transcurrido desde el incidente y ya
Romma tomó la decisión de acercarse a Sandro, pero debió posponerlo porque Sandro se vio obligado a viajar por asuntos de trabajo por un par de semanas. Durante ese tiempo se sentía terriblemente sola en el apartamento. La presencia de Sandro le era necesaria y acostarse sola en la enorme cama le resultaba insoportable. Se había acostumbrado a sentirlo cerca de ella, a veces durante el sueño rozaba su piel y sensaciones increíbles volvían a su mente, recordándole aquella noche especial, cuando hicieron el amor sin restricciones, sintiéndose totalmente libres de expresar su deseo. Y ahí estaba esa noche, sola, con una taza de té en sus manos, intentando mantener su mente entretenida con la tv, aunque apenas podría precisar lo que veía. Su pensamiento volaba hacia él, a ese hombre que había logrado llegar hasta lo más profundo de su alma. Trataba de definir cómo comenzaría a acercarse a él, cuál sería la forma en la que le haría saber lo que sentía y por más vueltas que daba, no llegab
Romma decidió permanecer todo el día en su oficina y cuando salió, ya su asistente se había marchado, los pasillos estaban solos y silenciosos. Su chofer la esperaba abajo, pero ella se sentía renuente a ir al apartamento de Sandro. No sabía si había salido de viaje de nuevo, pero si no lo había hecho, prefería no encontrárselo allí. Tomó la determinación de que se iría a su propio apartamento. En ese momento le importaba un pito que el chofer extrañara esa decisión. Ya no había una apariencia para cuidar. Subió al auto y desde su lugar en el asiento trasero, le indicó al chofer a dónde irían sin tomar en cuenta la pregunta que se formó en el rostro del hombre. “Me da igual lo que pienses”. Volvió su rostro ignorando al conductor y se sumió en sus pensamientos. Al entrar a su antiguo apartamento, se sintió extraña. Apenas venía allí cuando requería algo de lo que había dejado. La señora del servicio lo mantenía arreglado y pulcro. Encendió las luces y toda la horrible realidad volvi
Romma miraba a su alrededor y hacia el público presente en el Gran Teatro que llenaba todo el aforo. Ubicada en la primera fila junto a los otros invitados de honor, sentía cómo su corazón latía emocionado.Pronto subió al escenario el presentador y se dirigió al micrófono.Tras un corto discurso hizo las presentaciones de rigor y comenzaron con el acto.Se trataba de la Gala de entrega del Premio Nacional para el Diseño de Modas.Comenzaron a llamar a los ganadores de las menciones secundarias hasta llegar al premio principal.Romma escuchó que decían su nombre y de pronto, todo era una realidad que hasta ese momento, le parecía una ilusión, el producto de su fantasía.Mientras subía al escenario, se decía a sí misma que lo había logrado y sintió que había valido todo el esfuerzo.Recibió el premio de manos del director de escena y se movió hacia el podio que le indicaron, ante el micrófono.Cuando los aplausos cesaron, comenzó a hablar.—Esta noche, con este premio en mis manos, alc
El paso firme de aquella mujer dejaba ver la rabia que había en ella, aunque caminara con soltura, elegancia y mirando al frente, saludando a quienes se le cruzaban en el pasillo, bien con una sonrisa o con alguna palabra amable, en sus puños apretados se reprimía el deseo de gritar.Romma Estévez no era la mujer más cariñosa o amigable, pero jamás había tratado mal a ninguno de sus compañeros de trabajo y respetaba enormemente sus talentos y especialidades. Era competente y exigía lo mismo en quienes trabajaban con ella, implacable en los horarios de trabajo y en el cumplimiento a tiempo de los compromisos, no era la más querida de la empresa, pero si la más respetada diseñadora de toda la planta, y eso era suficiente para ella. Siempre decía: si todos a tu alrededor te quieren demasiado, creo que estás siendo demasiado permisivo o algo estás haciendo mal en tu trabajo, porque no se puede complacer a todos. Trabajaba sin descanso hasta lograr la perfección en lo que hacía, desde el d
—Esto me está costando mucho dinero, Marcos, me preocupa. — el hombre se recostó en el alto respaldo de su silla ejecutiva y cruzó los dedos de ambas manos como quien se prepara para orar, pero eso lo que menos pasaba por la cabeza de Alessandro Dolciani en ese momento. La Bolsa de Valores era un juego peligroso y él se había arriesgado demasiado. Siempre fue un estratega de los negocios, y le había ido bien. Astuto, inteligente, visionario, siempre trataba de ver más allá de lo evidente, había aprendido todo lo que sabía con su abuelo, Lorenzo Dolciani, patriarca de su familia y dueño de toda la fortuna de su imperio hotelero. Alessandro amaba a su abuelo con locura, había sido prácticamente su única familia al perder a sus padres siendo apenas un niño de doce años, y luego perder a su abuela por un infarto. Fue un abuelo amoroso aunque exigente y duro. Al entrar a la adolescencia el joven pensó que tenía el mundo a sus pies, pero muy pronto Lorenzo le dejó claro que no era un joven
Romma trabajó todo el día intentando concentrarse en la colección, y le dolía la espalda por haber estado inclinada sobre su mesa haciendo correcciones y buscando la perfección en cada detalle. Justo cuando se estiraba para volver a sentir sus extremidades, sonó su teléfono móvil y se sobresaltó, al mirarlo de reojo vió que quien la llamaba era Malik, pero ella no se sentía de ganas para verlo, de forma que lo dejó sonar hasta que cortó la llamada. Mientras pensaba qué haría esa noche, porque lo único que se le antojaba era tirarse en su cómodo sofá, a mirar una película, volvió a sonar el aparato y esta vez era su amigo Nicolás, “su Nicky” como lo llamaba. Una sonrisa asomó a sus labios y atendió la llamada. — ¿Quién incendió el bosque que las serpientes están saliendo? — dijo como saludo.“¡Acabo de llegar, tridente del diablo!” — respondió su amigo al otro de la línea— y necesito ver a mi amiga para contarle todas mis aventuras y desventuras”— No se diga más, ¿dónde y cuándo?