31. Lo mejor de mí
El pulso se me disparó y las manos me comenzaron a temblar, pero luego de dar una bocanada de aire, deslicé mis dedos sobre la pantalla y me exigí a mí misma estar en calma. Solo entonces respondí.—Hola…—¿Te desperté? —preguntó. Podía sentir, pese a no estar juntos, esa brecha que se había forjado entre nosotros, por mi culpa. —No, no…, estaba a punto de llamarte —confesé. —¿En serio? —Y creí, por un segundo, el sentirlo feliz con mi anterior declaración. —Sí, te extraño muchísimo —murmuré. No dijo nada en segundos, segundos que se me antojaron demasiado incómodos. Y en ese momento, todos los recuerdos de la reciente tarde se proyectaron en mi cabeza, lo cual me hizo comprender que yo, solamente yo, estaba arruinando nuestra relación. La culpa y el miedo me atravesaron de lado a lado, ya que, si todo se llegaba a terminar, sería la culpable mayor.—Yo también a ti… —Cerré los ojos con fuerza, detestaba ser tan insegura—… ¿estás llorando? —cuestionó culpable. ¿Qué? Y no fue hasta
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