3. Una oportunidad.
Ana llegó esa mañana de lunes más temprano de lo normal, tan temprano que el único que había en el edificio era el vigilante que le sonrió en cuanto la vio. Trapeó, llevó la ropa sucia y la trajo de nuevo limpia, la ordenó, respondió los comentarios con ímpetu y cuando terminó apenas era medio día.Llegó a la cafetería con paso decidido y, después de preguntar a la secretaria de Eduardo cómo le gustaba el café, le llevó un vaso grande, muy frio y dulce. Cuando asomó por las puertas del ascensor Álvaro estaba saliendo de la oficina del hombre y en cuanto la vio le sonrió, pero Ana no le devolvió la sonrisa, pasó de largo junto a él casi sin prestarle atención.—Vengo a traerle este café —le dijo a la secretaria que apenas la miró y asintió con la cabeza, pero antes de que Ana abriera la puerta se volvió hacia ella —lamento lo del viernes, no debí gritarte —la muchacha levantó la cabeza y le sonrió.—Tranquila, no importa, ya estoy acostumbrada —Ana quiso decirle algo, no estaba bien qu
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