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5. Enorme metida de pata.

Había llegado muy temprano ese día, y para antes del mediodía ya tenía hechos todos sus quehaceres y estaba atorada frente al computador buscando qué era lo que había hecho Álvaro Soler en el periódico EL Colombiano para que aquella persona lo tachara de mentiroso y amarillista, pero no lograba encontrar nada relacionado.

A su celular le llegó un mensaje de texto donde la encargada de los recursos humanos la llamaba para firmar el contrato que la acreditaría oficialmente como periodista del periódico, y se puso de pie contenta y casi que flotó hasta la oficina de la mujer, pero la sonrisa se le borró cuando lo primero que vio al abrir la puerta fue la arrogante cara de Álvaro.

—Lean atentamente antes de firmar, cualquier duda que tengan me comentan —Ana tomó su contrato y comenzó a leer detalladamente, era el primer contrato que firmaría en su vida y le habían dicho que debía leer bien antes de firmar.

Cuando llegó a la parte del sueldo se mordió el labio, tenía la esperanza de que por alguna razón la mujer se había equivocado al llamarla y que no era medio salario, pero ahí estaba bien escrito, con números y letras, solo la mitad del salario mínimo.

De reojo volteó a mirar el contrato que leía atentamente Álvaro, por suerte iba en la misma página que ella y Ana ladeó la cabeza disimuladamente.

—¡Qué? —gritó y los otros dos dieron un brinco.

—No mires mi contrato —le dijo Álvaro al ver la cara de Ana metida en su papel entonces lo apartó.

—Te van a pagar dos salarios mínimos —dijo ella y él se encogió de hombros —A mí solo la mitad de un mínimo —le dijo y él ladeó la cabeza.

—Es porque yo sí soy un periodista de verdad —Ana le volteó la mirada. La mujer de recursos humanos apenas y atendía a la conversación que tenía el par, así que Ana tomó un lapicero que estaba sobre la mesa y firmó el contrato sin terminar de leerlo, ya había visto lo suficiente.

Cuando subió a la oficina de marketing pateó el basurero frente a su computador y todos los papeles salieron volando, y pasó media hora recogiendo hasta la última viruta de lápiz.

Se sentó pesadamente en la incómoda silla. ¿cómo era posible que le pagaran tanto a él y tan poco a ella? No le parecía justo, sabía que él tenía más experiencia, y no le hubiera molestado que le pagaran más si no era mucha diferencia, pero literalmente tres veces más que a ella le parecía una exageración.

—No puedo aguantar seis meses así —se dijo para sí misma en vos alta —me alcanzará apenas para el arriendo, ¿y todo lo demás? —abrió los ojos —a menos de que no sean los seis meses.

Entró al computador y pasó media hora buscando el comentario que había leído el día anterior, y gracias a que tenía un usuario de alto mando en la página pudo extraer el número de teléfono de la persona y la agregó al chat de su celular. En el edifico Ana tenía poca privacidad, así que se encerró en el cubículo del baño y llamó. Después de un par de tonos la persona al otro lado contestó, era una mujer.

—Aló —contestó y Ana se aclaró la garganta.

—Hola, mi nombre es Ana Avendaño, soy periodista en el periódico digital In Premiere —Ana sintió como la mujer contuvo el aire.

—¿Pasa algo?

—Si, trabajo también en el área de marketing y redes y vi el comentario que puso sobre Álvaro soler en su noticia.

—¿Estoy metida en problemas? —preguntó la mujer alarmada y Ana negó con la voz.

—Para nada, solo quería que me contara más al respecto —la mujer al otro lado de la línea, que Ana pensó podría ser una muchacha, guardó silencio un rato.

—Bueno, eso pasó en Bogotá con el periódico El Colombiano —le dijo —¿Usted está en Medellín? —le preguntó y Ana le dijo que sí —bien, entonces le daré la dirección del directamente implicado —Ana memorizó la dirección y el nombre del hombre.

—Gracias —le dijo a la muchacha.

Salió del baño y tomó su bolso dispuesta a salir, pero se encontró con el mismísimo Álvaro en el ascensor y el corazón se le detuvo. Entró nerviosa y trató de no mirarlo a la cara, como si el hombre pudiera leer en sus ojos que conspiraba en su contra, así que se quedó callada y no lo miró. Álvaro llevaba una enorme caja de cartón llena de cosas que Ana no alcanzó a ver.

—¿Por qué tienes cara de horror? —le preguntó, pero ella no respondió — ¿estás enojada porque me dieron oficina y a ti no? —Ana volteó a mirarlo con la boca abierta, luego miró la caja, adentro había fotografías y libros que parecían ser de uso personal del periodista. Ana no respondió nada, ya iba a ver por cuanto tiempo le duraría a dicha.

Llegar en taxi hasta el lugar que le indicó la mujer le costó un ojo de la cara, así que esperó que todo valiera la pena. Entró al edificio y preguntó al vigilante el piso en el que trabajaba el hombre. Era un edificio viejo lleno de oficinas de alquiler para trabajadores independientes, que no tenía ascensor y poca iluminación. Ana llegó hasta el quinto piso y se detuvo en la puerta de madera que tenía inscrito: “Alveiro Faquini, abogado de familia” tocó un par de veces.

—Pase —habló un hombre al otro lado y Ana abrió la puerta. La oficina era un lugar húmedo y oscuro —¿En qué puedo ayudarla? —le preguntó el hombre al otro lado del escritorio, era un abogado entrado en los cuarenta, con el cabello canoso y unas profundas ojeras que contrastaban con el traje descolorido que tenía puesto.

—Mi nombre es Ana Avendaño —le dijo y él le tendió la mano, Ana la tomó, estaba fría.

—Usted ya leyó mi nombre en la puerta, dígame, señorita Ana, ¿en qué la puedo ayudar?

—Quería hacerle unas preguntas, trabajo para el periódico In Premiere —la sonrisa del hombre se borró lentamente de su rosto y la expresión se le ensombreció.

—Lo siento, no quiero tener nada con periodistas ni periódicos —le dijo y Ana levantó ambas manos.

—Tranquilo, le prometo que lo que usted me diga aquí no saldrá a la luz, esto no es para publicar le doy mi palabra —el hombre la miró de pies a cabeza.

—¿Es sobre Álvaro Soler? — Ana asintió.

—Llevo mucho tratando de investigar qué fue lo que pasó, pero no logré encontrar nada —el hombre se rio.

—Él movió hasta la última de sus influencias para que desapareciera esa mancha en su carrera, por eso no hay nada —Ana acercó el asiento más a él.

—¿Podría decirme qué pasó? —el hombre pareció poco convencido, luego bajó la cabeza y aspiró profundo.

—Yo era de los mejores abogados de la ciudad, allá en la capital, y él destruyó mi carrera —Ana se sentó en la punta de la silla bastante intrigada y él comenzó a contar la historia —hace unos seis meses estaba casado, pero mi esposa era…complicada, un día la descubrí con su amante en el estacionamiento de un motel y la enfrenté —le apartó la mirada a Ana y giró su asiento pare ver por la minúscula ventana —ella comenzó a golpearme porque la llamé zorra, me arañó y hasta me arrancó parte del labio.

—Lo siento — le dijo ella, no sabía más que decir, pero el hombre negó volviendo a mirarla.

—Ese apenas fue el principio, no sé cómo se filtraron imágenes de la cámara de seguridad, eran solo fotos en las que parecía que era yo el que la golpeaba a ella, y el maldito de Álvaro soler las publicó —se puso de pie y abrió un libro viejo, sacó los recortes del periódico y se los mostró a Ana —escribió que yo era un abusador, que siendo un abogado de familia le faltaba a mi ética y no sé qué miles de cosas más, pero no en vano yo era uno de los mejores abogados, señorita, él destruyó mi carrera y yo hundí la suya liberando los videos completos de las cámaras de seguridad —Ana miró los recortes, en primera plana se leía: “Famoso abogado de familia golpea brutalmente a su mujer” —  Él pidió disculpas públicas, pero ya era muy tarde, fue tachado de mentiroso y amarillista. Ambos nos fuimos a pique de ahí en adelante —le tendió otro recorte —esta fue su disculpa admitiendo el error y no sé qué más —Ana observó todos los recortes que el hombre le había dado.

—¿Me los puedo quedar? —el hombre sonrió de lado.

—Si es para terminar de hundirlo, sí.

Ana salió de la oficina con un vacío en el estómago, no quería terminar de hundir la carrera de Álvaro, lo único que quería era desprestigiarlo ante Eduardo y relegarlo un poco, con suerte ganaría puntos para ganarle el puesto.

Tomó otro taxi con el corazón acelerado.

—lléveme a In Premiere por favor.

Ana llegó al edificio apretando los recortes de los periódicos contra el pecho, se sentía ansiosa y algo muy dentro de ella le decía que no era muy buena idea, pero como periodista tenía que saber que no podía dejarse dominar por nos nervios.

La secretaria de Eduardo la anunció y le permitió entrar y cuando Ana ingresó a la oficina los tres periodistas estaban reunidos, los hermanos Tcherassi y Álvaro.

—Ana —le dijo Eduardo —te mandé llamar, pero no estabas.

—Lo siento, estaba buscando a fuera una noticia —él hombre asintió con la cabeza y le señaló los papeles que ella traía pegados al pecho.

—Es eso, ¿de qué se trata? —Ana miró a Álvaro que no la miraba por atender una uña y Alexandra asintió con la cabeza para que lo dijera, de repente le pareció que no era una buena idea.

—Es que…no es nada importante —su jefe extendió la mano para que le pasara los papeles.

—No importa, quiero ver en qué trabajas — le dijo parecía de buen humor ese día.

—¿Podía ser en privado? —le preguntó, ya no quería hacerlo, le pareció una mala idea, pero el periodista negó y siguió con la mano extendida.

—Tranquila, acá entre todos analizamos los casos, eso estábamos haciendo antes de que llegaras y por eso te mandé llamar, hay un caso que nos concierne a todos —Ana meneó la mano.

—Entonces discutamos ese —dijo tomando asiento —el mío puede esperar —Eduardo frunció el ceño mirando a Ana, había notado su semblante tenso y Ana odió que su lenguaje corporal fuera tan evidente.

—Dame esos papeles, Ana —le dijo en tono autoritario borrando la sonrisa de su cara y ella tragó saliva. Álvaro se rio de lado.

—Si es lo de las monjas traficantes entiendo por qué no quiere que nadie lo vea, a mí también me daría pena —Ana tragó saliva mirando a su compañero, sí, se merecía eso, así que le pasó los recortes a Eduardo que seguía con la mano extendida.

—Te equivocas, Álvaro, esto no es sobre las monjas, esto es sobre ti —le dijo y el hombre se irguió en la silla con los ojos abiertos. Ana volteó a mirar a Eduardo que leía con atención los recortes —mientras estaba leyendo los comentaros vi que una chica rechazaba que a Álvaro se le hubiera contratado después de lo que hizo, lo tachó de mentiroso y amarillista, así que me puse a investigar y encontré eso —levantó su celular en el aire —acá tengo grabado todo el testimonio del hombre que Álvaro difamó y que perdió casi todo su dinero y su trabajo —Alexandra caminó con paso rápido y se posicionó detrás de su hermano para leer los periódicos —se formó un silencio bastante incómodo, el corazón de Ana le golpeaba en los oídos con fuerza y notó como Álvaro se hundió en su asiento.

Después de un momento Eduardo le devolvió los papeles y la miró a los ojos con una intensidad que Ana no aguantó.

—Esto yo ya lo sabía —le dijo y Ana vio como Alexandra la miraba con decepción mientras se alejaba —¿Qué esperabas conseguir mostrándome esto? —Ana abrió la boca para contestar, pero luego la cerró, no estaba segura de qué quería.

—Pensé que, no sé, que podría….

—¡Podrías desacreditar a tu compañero de trabajo para poder ganarle el puesto? — Le gritó y Ana se puso de pie de un brinco —lo que acabas de hacer es sucio y desleal, Ana, no es ético ni mucho menos empático. Álvaro pidió disculpas por lo que pasó ¿acaso leíste las disculpas? —Ana miró los pales en sus manos. No lo había hecho —no, ni lo hiciste. Apenas te enteraste llegaste corriendo a contarme para que yo lo despidiera —Ana negó.

—No, yo no quería eso.

—¿Entonces qué querías? —el hombre estaba encolerizado y apretaba los puños y Ana también sintió rabia en ese momento.

—Yo quería un poco de igualdad —dijo —él tiene privilegios aquí, se supone que si estamos compitiendo debe ser en igualdad de derechos.

—Y lo único que se te ocurrió fue revivir algo que podía sepultar su carrera para siempre, ¿pensante en eso?

—Yo no quería eso —dijo Ana, ya la voz se le estaba rompiendo —yo solo quería una oportunidad.

—¿Y te la has ganado? —le preguntó el periodista y Ana no contestó. Alexandra miraba por la ventana tratando de ignorar la discusión y Álvaro se había hundido tanto en la silla que apenas era un ente con presencia —las oportunidades nadie las regala, Ana, se tienen que ganar, ¿crees que yo llegue a donde estoy pidiendo oportunidades? —le siguió gritando —llegué hasta donde estoy por que trabajé hasta al cansancio, con sudor y lágrimas, trabajando duro sin tener que pasar por encima de los —Ana le quitó la mirada, él tenía toda la razón, su intención no era del todo mala, pero si Eduardo hubiera sido otro tipo de periodista hubiera echado a Álvaro a la calle sin más miramientos.

—Lo siento —dijo ella abrazándose a sí misma y mirando al suelo.

—Un lo siento no basta — le dijo su jefe —quiero que te largues —Ana dio media vuelta y se fue, pero antes de que saliera de la oficina Eduardo habló —creo que no fui muy claro, quiero que te vayas de In Premiere, estás despedida —Ana lo miró con los ojos abiertos y el hombre no le apartó la fría mirada del cuerpo, así que asintió con la cabeza y salió cerrando la pueta.

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