Ana observó como Eduardo se ajustó el saco con inseguridad mientras miraba por la ventana. Ana se acercó al escritorio y golpeó con los nudillos el vidrio.—Todo es muy lindo —le dijo a Álvaro que permanecía con la mirada fija y el rostro serio sobre ellos —¿Vez? También me dieron oficina —le dijo y ahora si lo vio reír.—¿Interrumpo algo? —preguntó él avanzando y sentándose con confianza en la silla de Ana frente al escritorio y ella y Eduardo negaron con la cabeza.—Estaba a punto de comentarle a Ana qua amé su historia del orfanato, la publicaré en el periódico esta noche —Ana abrió los ojos mirando a Eduardo y él asintió —ya informé a las autoridades, descubriste un grupo bastante grande de micro tráfico liderado por Gerardo ríos que se hacía pasar por muerto para pasar inadvertido, ya debe estar en prisión —Ana sintió como una sensación cálida le invadió el pecho —te pasaré toda la información para que puliques mañana tú misma la noticia de la captura, tienes trabajo —Ana dio un
Álvaro había llevado a Ana hasta su casa entrando ya la noche, y se había despedido con un sonoro beso en la mejilla demasiado cerca del labio y Ana sintió que se le enrojeció la cara.—¿Crees que podamos salir de nuevo pronto? —le preguntó él y ella asintió, la verdad la había pasado bastante bien con el hombre, incluso la parte en la que le hablaba en el oído en la heladería, tal vez era lo que más había disfrutado, le había hecho descubrir una parte de sí misma que no sabía que tenía, un morbo raro y crudo que le aceleraba el corazón con solo pensarlo y eso le agradó.También disfrutó de levantarle la camisa al hombre para verle los abdominales y que él se pusiera tan rojo como un tomate, estaba claro que no era un completo depredador sexual sin sentimientos y que no le gustaba presumir su mayor atributo para conquistar.—El gimnasio me salvó la vida en una etapa difícil —le dijo cuando Ana le preguntó desde hacía cuanto entrenaba, pero él no le contó más allá de eso, parecía que a
Cuando la camioneta se detuvo Ana se lanzó sin mayor miramientos a la calle, con el corazón acelerado y las piernas temblorosas.—¡Esperen! —gritó desde lo lejos. La calle estaba llena de patrullas de la policía y un grupo de policías arrastraba a una de las monjas esposadas mientras unos diez niños se aferraban a sus hábitos en medio de llantos desgarradores evitando que subieran a la mujer al vehículo —¡Esperen¡ —gritó de nuevo Ana cuando vio que un policía comenzaba a quitar a todos los niños de manera poco delicada, la mayoría no tenía ni los diez años de edad. Los huérfanos más grandes observaban todo desde la acera como paralizados o intentando que los niños pequeños soltaran a la mujer que estaba siendo capturada.Cuando Ana llegó hasta el policía que estaba haciendo llorar a una niña de lo fuerte que le apretaba la muñeca lo empujó con tanta fuerza que el hombre perdió el equilibrio y cayó con las narices sobre el pavimento. Cuando se levantó miró a Ana con una furia abrazador
Durante el camino a casa Ana permaneció en silencio, las calles de la ciudad estaban solitarias y sumidas en una calma melancólica que la pusieron un poco más triste cada vez.—Ellos estarán bien —le dijo Eduardo frente al volante y Ana respiró profundo.—Es un cambio muy repentino —él ladeó la cabeza mientras apretaba los labios.—Lo sé, pero entenderán que es para bien, piensa, ya no tendrán que trabajar empacando y distribuyendo drogas, ¿Te arrepientes de haberlo hecho? —Ana se quedó pensando un rato ¿se arrepentía? Recordó su vida en aquel lugar unos años atrás, donde tomaba turnos dobles para que su hermana pudiera dormir la noche continua, y recordó también a Claudia y Lucía.—Yo tenía dos compañeras de cuarto —comenzó a contarle a Eduardo —ambas tenían diecisiete años y yo quince… —dudó un momento, era una situación de la que nunca había hablado con nadie, ni siquiera con su hermana, pero el periodista tenía un aire de seguridad tan palpable en todo momento que era fácil dejar
Álvaro se quedó mirando la camioneta hasta que se introdujo en el parqueadero y Ana no fue capaz de sostenerle la mirada, se sintió incómoda y tubo la irrefrenable sensación de querer bajarse y explicarle que no había pasado nada entre ellos.—Gracias por todo —le dijo él en cuando apagó la camioneta y Ana asintió con rapidez.—Tranquilo, gracias a ti —se bajó de un salto y caminó con velocidad para salir del lugar, pero Eduardo sacó la cabeza por la ventanilla y la llamó.—¡Ana, espera! —ella se volvió —tendremos una reunión importante a las diez, espero que estés —ella asintió y él la miró de pies a cabeza de una fugaz e imperceptible repasada que Ana alcanzó a ver, de seguro había notado el afán que le había invadido el cuerpo, pero no se quedó a averiguarlo.Cuando llegó a la recepción del edificio le preguntó a la muchacha por Álvaro y ella le informó que había acabado de subir al ascensor, así que Ana corrió por las escaleras con tacones y todo y cuando el aparato se abrió en el
Ana no sabía decir ni para sí misma si estaba yendo demasiado rápido con Álvaro, lo único que podía afirmar de su situación actual era que el beso que el hombre le había dado mientras bajaba el ascensor le había humedecido algo más que los labios. El hombre la había recostado en la pared y apenas en un par de minutos la tubo por completo a sus pies, anhelando de nuevo una pequeña caricia de lengua y sentir el calor de sus labios, pero cuando las puertas se abrieron en el primer piso y el hombre se alejó de su cuerpo Ana sintió que la invadió el frio. —Bien —dijo él deteniendo la puerta, tenía las mejillas enrojecidas al igual que los labios —¿Te quedas aquí? —Ana de verdad tuvo que hacer un esfuerzo por recordar a donde debía ir, todavía le temblaban las rodillas. —No, creo que tengo que ir a mi oficina —se rio de lado y Álvaro dio un paso atrás y le habló antes que las puertas se cerraran. — ¿Cuándo? —Ana tragó saliva. —Pronto —las puertas se cerraron y ella se quedó mirando el es
Ana llegó a la oficina de Alexandra Tcherassi y tocó un par de veces la puerta, su secretaria no estaba y le parecía de muy mal gusto entrar sin tocar, así que esperó a que la mujer le hablara al otro lado y así lo hizo.—Hola —le dijo ella apenas entró y Alexandra le sonrió mientras empacaba algo en una mochila —Eduardo me dijo que viniera a verte —Alexandra le sonrió de lado a lado y a Ana pareció intimidarle un poco aquella sonrisa.—¿Estás lista para una aventura? —Ana movió la cabeza afirmativamente, aunque no estaba muy segura a qué se refería.—Vamos a hacer algo un poco ilegal —le dijo la periodista tendiéndole la mochila —Bueno, más bien muy ilegal — vio salir a la mujer con paso decidido y la siguió torpemente y cuando la alcanzó en el ascensor le preguntó con un tono que intentó sonar casual pero que en realidad le salió ansioso.—¿Exactamente a qué te refieres con ilegal? —Alexandra se la quedó mirando un momento, como si calificara las cualidades de Ana para lo que estuvi
Eduardo tuvo que dejar las cajas en el suelo para ayudar a Ana a quitarse de encima el lazo que tenía colgando por todo el cuerpo. —¿Qué estaban haciendo? —le preguntó él y ella se encogió de hombros. —Que te lo cuente tu hermana, yo ya te he sacado de quicio varias veces —Eduardo bufó, parecía que le molestaban los misterios, después de que Ana lo pensó se le hizo muy lógico, por eso hacía lo que hacía —solo no me dio tiempo de quitarme esto de encima —después de que terminaron y Ana tenía el lazo perfectamente envuelto sobre el hombro instó al periodista que le dijera para qué la necesitaba, por alguna extraña razón Ana sentía que le iba a llamar la atención por algo y eso la puso ansiosa. El hombre se aclaró la garganta. —Quería preguntarte si no te molestaría que le diera unos regalos a tu hermana Luisa —Ana ladeó la cabeza y Eduardo levantó las manos de inmediato —no es lo que piensas, tranquila, solo… es que me pareció muy carismática y tiene talento para eso de las redes, me