Durante el camino a casa Ana permaneció en silencio, las calles de la ciudad estaban solitarias y sumidas en una calma melancólica que la pusieron un poco más triste cada vez.—Ellos estarán bien —le dijo Eduardo frente al volante y Ana respiró profundo.—Es un cambio muy repentino —él ladeó la cabeza mientras apretaba los labios.—Lo sé, pero entenderán que es para bien, piensa, ya no tendrán que trabajar empacando y distribuyendo drogas, ¿Te arrepientes de haberlo hecho? —Ana se quedó pensando un rato ¿se arrepentía? Recordó su vida en aquel lugar unos años atrás, donde tomaba turnos dobles para que su hermana pudiera dormir la noche continua, y recordó también a Claudia y Lucía.—Yo tenía dos compañeras de cuarto —comenzó a contarle a Eduardo —ambas tenían diecisiete años y yo quince… —dudó un momento, era una situación de la que nunca había hablado con nadie, ni siquiera con su hermana, pero el periodista tenía un aire de seguridad tan palpable en todo momento que era fácil dejar
Álvaro se quedó mirando la camioneta hasta que se introdujo en el parqueadero y Ana no fue capaz de sostenerle la mirada, se sintió incómoda y tubo la irrefrenable sensación de querer bajarse y explicarle que no había pasado nada entre ellos.—Gracias por todo —le dijo él en cuando apagó la camioneta y Ana asintió con rapidez.—Tranquilo, gracias a ti —se bajó de un salto y caminó con velocidad para salir del lugar, pero Eduardo sacó la cabeza por la ventanilla y la llamó.—¡Ana, espera! —ella se volvió —tendremos una reunión importante a las diez, espero que estés —ella asintió y él la miró de pies a cabeza de una fugaz e imperceptible repasada que Ana alcanzó a ver, de seguro había notado el afán que le había invadido el cuerpo, pero no se quedó a averiguarlo.Cuando llegó a la recepción del edificio le preguntó a la muchacha por Álvaro y ella le informó que había acabado de subir al ascensor, así que Ana corrió por las escaleras con tacones y todo y cuando el aparato se abrió en el
Ana no sabía decir ni para sí misma si estaba yendo demasiado rápido con Álvaro, lo único que podía afirmar de su situación actual era que el beso que el hombre le había dado mientras bajaba el ascensor le había humedecido algo más que los labios. El hombre la había recostado en la pared y apenas en un par de minutos la tubo por completo a sus pies, anhelando de nuevo una pequeña caricia de lengua y sentir el calor de sus labios, pero cuando las puertas se abrieron en el primer piso y el hombre se alejó de su cuerpo Ana sintió que la invadió el frio. —Bien —dijo él deteniendo la puerta, tenía las mejillas enrojecidas al igual que los labios —¿Te quedas aquí? —Ana de verdad tuvo que hacer un esfuerzo por recordar a donde debía ir, todavía le temblaban las rodillas. —No, creo que tengo que ir a mi oficina —se rio de lado y Álvaro dio un paso atrás y le habló antes que las puertas se cerraran. — ¿Cuándo? —Ana tragó saliva. —Pronto —las puertas se cerraron y ella se quedó mirando el es
Ana llegó a la oficina de Alexandra Tcherassi y tocó un par de veces la puerta, su secretaria no estaba y le parecía de muy mal gusto entrar sin tocar, así que esperó a que la mujer le hablara al otro lado y así lo hizo.—Hola —le dijo ella apenas entró y Alexandra le sonrió mientras empacaba algo en una mochila —Eduardo me dijo que viniera a verte —Alexandra le sonrió de lado a lado y a Ana pareció intimidarle un poco aquella sonrisa.—¿Estás lista para una aventura? —Ana movió la cabeza afirmativamente, aunque no estaba muy segura a qué se refería.—Vamos a hacer algo un poco ilegal —le dijo la periodista tendiéndole la mochila —Bueno, más bien muy ilegal — vio salir a la mujer con paso decidido y la siguió torpemente y cuando la alcanzó en el ascensor le preguntó con un tono que intentó sonar casual pero que en realidad le salió ansioso.—¿Exactamente a qué te refieres con ilegal? —Alexandra se la quedó mirando un momento, como si calificara las cualidades de Ana para lo que estuvi
Eduardo tuvo que dejar las cajas en el suelo para ayudar a Ana a quitarse de encima el lazo que tenía colgando por todo el cuerpo. —¿Qué estaban haciendo? —le preguntó él y ella se encogió de hombros. —Que te lo cuente tu hermana, yo ya te he sacado de quicio varias veces —Eduardo bufó, parecía que le molestaban los misterios, después de que Ana lo pensó se le hizo muy lógico, por eso hacía lo que hacía —solo no me dio tiempo de quitarme esto de encima —después de que terminaron y Ana tenía el lazo perfectamente envuelto sobre el hombro instó al periodista que le dijera para qué la necesitaba, por alguna extraña razón Ana sentía que le iba a llamar la atención por algo y eso la puso ansiosa. El hombre se aclaró la garganta. —Quería preguntarte si no te molestaría que le diera unos regalos a tu hermana Luisa —Ana ladeó la cabeza y Eduardo levantó las manos de inmediato —no es lo que piensas, tranquila, solo… es que me pareció muy carismática y tiene talento para eso de las redes, me
Ana trató de ayudar a limpiar a Álvaro de la mejor manera que pudo, pero el hombre había tenido que salir de la oficina con el saco envuelto en la mano y el pantalón húmedo y pegajoso, por suerte para él tenía en su oficina cambio de ropa y salió como un volador sin palo a cambiarse antes de que alguien lo viera.Ana pasó unos minutos tratando de organizar el escritorio y limpiando la silla con pañitos húmedos y cuando se sentó se quedó mirando la pantalla del computador un rato, sin ser capaz de asimilar del todo lo que había pasado, ¿enserio le había hecho un oral a su compañero de oficina? Si, lo había hecho y admitió que lo había disfrutado bastante, pero aún le quedaban muchas cosas por en entender el camino de descubrir su sexualidad.—Nahuel, ¿qué siente una mujer al tener un orgasmo? —se sintió avergonzada al preguntarle, pero se tuvo que recordar que era una máquina.—Estos son los resultados que encontré en la web —Ana escuchó atentamente cada palabra que le leyó el asistent
Ana había estado investigando el resto de la tarde, y por más loco que le hubiera sonado al principio terminó investigando artículos no relacionados con Jábico que hablaba sobre lobos gigantes y le sorprendió lo realistas que se veían los videos y las imágenes. Hasta que encontró un ideo de un hombre que aseguraba haber visto uno.—Nahuel, reprodúcelo — el video comenzó a reproducirse, era un hombre de pie junto a un bosque, tenía un claro acento colombiano, pero Ana no recordó en ese momento de donde era.—Yo lo vi —decía el hombre —era un hombre alto y muy blanco que apareció de la nada cuando un jaguar quería atacarme allá en el bosque, saltó hacía el frente y se transformó en un enorme lobo negro de al menos dos metros de altura que asustó al jaguar —el hombre hablaba con los ojos abiertos frente a la macara y Ana cerró la pestaña con rabia.—No puedo creer que lleve tanto tiempo investigando esto como para que terminen siendo absurdas fantasías de hombres lobo —tomó un lapicero q
Las manos de Eduardo se quedaron sobre la mesa cuando Ana quitó las suyas lentamente y le apartaba la mirada viendo por la ventana, sintió un vacío en el pecho al verle el rostro compungido del hombre, pero, ¿Cómo podía darle una oportunidad si ya lo estaba intentando con Álvaro? ¿qué clase de persona sería?—¿No? —preguntó y ella apretó los ojos, no quería darle la cara, se sentía contra la espada y la pared —mirame, Ana —ella lo hizo con esfuerzo y los ojos verdosos del periodista la taladraron —no me mientas, sé que te atraigo.—La atracción no lo es todo, yo decidí darle una oportunidad a Álvaro y no puedo retractarme ahora.—Si quisieras sí puedes, no deberías estar en una relación que no te llena solo porque él llegó primero —le dijo y Ana golpeó la mesa con la palma de la mano.—¿Cómo sabes que estoy en una relación que no me llena? Apenas comenzamos —Eduardo no contestó, parecía que tenía muchas cosas que decirle, pero prefirió guardar silencio, y fue la primera vez que Ana vi