Ana sabía perfectamente a donde debía ir y en qué momento, no en vano había pasado la mayor parte de su vida en aquel frio y solitario lugar.
Llegó hasta la esquina del parque y se recostó disimulada mente en la cerca de madera que separaba el orfanato de la calle, y movió la tabla suelta por donde se escapaban las muchachas en las noches.
En escalofrío le llenó la espalda, llevaba dos años sin entrar ahí, y el aura tétrica del lugar permanecía intacta. Corrió hasta la ventana de su vieja habitación. Si tenía suerte, las muchachas deberían de estar en ese momento en el almacén como de costumbre, así que cuando abrió el pestillo desde afuera y abrió la ventana la habitación estaba en la total penumbra. Ana entró con el corazón bombeándole contra el pecho, muchos recuerdos negativos se acumularon dentro de su cabeza.
Corrió por el corredor muy pegada a la pared hasta que llegó a la pequeña ventana a nivel del suelo desde donde se podía ver hacia adentro y asomó la cabeza disimuladamente.
Adentro había por lo menos cuarenta muchachas entre los diez y los quince trabajando en mesas alargadas con un polvo blanco que Ana conocía perfectamente. Lo pesaban y lo empacaban disimuladamente en zapatos que metían en cajas.
Ana sacó su celular y tomó un par de fotos a través del cristal, luego corrió hacia el corredor trasero y asomó la cabeza por el borde donde logró fotografiar a una de las monjas del lugar recibiendo aun hombre, ambos estaban bastante armados.
Con un nudo en la garganta salió del lugar después de mimar un poco al perro vejo que pareció reconocerla y salió por la tabla vieja de la cerca que se movía. Solo afuera logró respirar con un poco mas de calma.
Cuando llegó a casa Luisa ya estaba durmiendo, y después de darse una ducha se acostó en su fría cama a contemplar las imágenes que había capturado.
Hacía apenas unos años ella era una de esas niñas que era obligada a empacar y esconder drogas.
En la fotografía donde aparecía la directora del orfanato con el hombre Ana había logrado capturar sus rostros a la perfección, dándose la mano y armados. Con la evidencia que tenía podía enviarlos a la cárcel, pero ella quería ir mucho más allá.
Entró a la página de In Premiere. Le gustaba revisar cada noche qué tipo de historias se publicaban en el periódico, sobre todo los artículos de Alexandra Tcherassi, la hermana de su jefe, la mujer siempre mantenía un mensaje feminista en cada una de sus publicaciones y tenía una forma de escribir cruda y realista. Navegó por la página y observó una publicación de Eduardo Tcherassi en donde hablaba sobre la corrupción en el país y Ana no pudo evitar notar la tremenda calidad que tenía el hombre para redactar, el profesionalismo y la habilidad para introducir al lector en su historia y hacelo sentir empatía por el tema, hacía que el lector se involucrara de verdad con la noticia y Ana entendió por qué el hombre tenía tantos premios; era comprometido, dedicado, tenía un gran talento.
Ana cerró los ojos y lo vio en su mente, lo imaginó sin camisa y se deleitó con los músculos hinchados y enrojecidos bajo la pálida piel. Abrió los ojos y dejó escapar una sonrisa, no podía dejarse llevar por esos pensamientos, él era su jefe.
Presionó el botón que decía: “tendencias” y cayó sentada en la cama de golpe, en primer lugar, estaba Álvaro Soler con la noticia del la corrupción del candidato a la alcaldía, tenía miles de comentarios y miles más de lecturas. Dejó el celular con rabia y se recostó en la cama. Hubiera hecho un berrinche como estaba acostumbrada, pero las palabras que le dijo Alexandra Tcherassi le llegaron. Si ella quería un puesto ahí, se lo tenía que ganar.
Al día siguiente llegó mucho más temprano al periódico, tanto que cuando las primeras personas comenzaron a pulular por el lugar ella ya tenía los uniformes doblados y los corredores impecables.
Después de navegar por horas en las fotos de los criminales más buscados de la ciudad no logró encontrar al hombre que estaba con la monja, así que tomó las fotografías que ya tenía impresas y se dirigió a la oficina de Alexandra Tcherassi.
En al camino se topó en uno de los pasillos con Álvaro, y aunque Ana intentó pasar de largo el hombre la detuvo de la mano.
—Espera, Ana, quería hablar contigo —ella se detuvo y lo miró a los ojos, el hombre tenía unas pestañas largas y unos labios bastante carnosos y rojos. Ana le aparto la mirada de la cara.
—¿Qué quieres? —le preguntó y él la soltó metiéndose las manos a los bolsillos.
—Quería decirte que ya no me burlaré más de ti y de tus monjas traficantes — Ana dio media vuelta, no tenía tiempo para perder con el hombre —espera —la detuvo —lo siento, entiendo que debe ser difícil no encontrar nada qué publicar.
—Yo tengo qué publicar —le dijo exasperada y él meneó la cabeza.
—Me refiero a algo más…interesante. Algo como la nota que subí anoche, ¿la viste? —Ana asintió.
—También vi que no eres tan buen escritor como presumes —el hombre abrió los ojos y meneó la cabeza.
—¿Tú que sabes? —Ana se cruzó de brazos.
— Escribir no es solo tener buena ortografía, hay que hacer que el lector se sienta implicado en la noticia, no contarlo como un chisme de barrio —el hombre la miró con suficiencia.
—La noticia tiene mas de un millón de lecturas —Ana se dio la vuelta y le dijo antes de doblar la esquina:
—Cualquiera es capaz de leer algo tan básico —Ana se rio cuando lo perdió de vista, la verdad había leído toda la noticia y aunque no era algo tan magistral como lo que escribía Eduardo Tcherassi, el hombre tenía lo suyo.
Cuando la secretaria de Alexandra le indicó que podía entrar, Ana se introdujo en la oficina un poco intimidada. La mujer estaba tras su escritorio de vidrio y tragaluces en el techo iluminaban la estancia.
—¿Para qué soy buena? —le preguntó y Ana caminó hasta ella dándole las fotografías y la periodista la miró con los ojos abiertos.
—¿Es verdad lo de las monjas? —Ana no contestó, únicamente señaló el rostro del hombre en la imagen.
—Necesito saber quien es él, ¿podrías ayudarme? —la mujer sonrió de lado.
—Tengo un amigo que te puede ayudar, y mi hermano se pondrá feliz —Ana se sonrió ampliamente.
—Su nombre es Gerardo Ríos —le dijo a Ana Alexandra Tcherassi después de un rato —mi amigo buscó su rostro en la base de datos y el hombre tiene antecedentes de violencia intrafamiliar y narcomenudeo. Ha estado entrando y saliendo de prisión desde que tenía quince y hace más de un año que encontraron su cadáver flotando en el río Medellín y ahí termina su historia —Ana se rio de lado, parecía que la historia de las monjas traficantes prometía ser más interesante de lo que pensaba.
—Muchas gracias, Alexandra —le dijo a la periodista recibiendo la carpeta con la información y la mujer la miró de los pies a la cabeza.
—Mi hermano siempre ha tenido un sexto sentido para reconocer diamantes —le dijo y se puso de pie para mirar la ciudad por la ventana —Reconoció en Elisa Valencia algo que no cualquiera había visto, una mujer determinada y valiente —volteó a mirar a Ana que permanecía sentada bajo el sol que entraba por el traga luz de la oficina —Cuando te contrató lo reñí, le dije que solo se había dejado embaucar por tu belleza y que no pensaba con claridad, ¿sabes qué contestó? —Ana negó, aunque sabía que era una pregunta retórica —que sabía que podías hacerlo, que había bajas probabilidades pero que tal vez lo harías. Él sabe muy bien qué es que nadie te escuche porque no eres nadie en el mundo ¿Podrás con esto sola? —Ana se puso de pie de un brinco con la espalda recta.
—Daré todo de mí para no perder esta oportunidad — Alexandra asintió con la cabeza.
—Si no metes la pata, conmigo tendrás una aliada —Ana asintió, y le agradeció con un movimiento de cabeza.
Cuando salió de la oficina de la mujer se sintió bastante más liviana, y lo primero que se encontró cuando llegó al primer piso fue la cara arrogante de Álvaro.
—Qué bueno que apareces, ¿podrías traernos dos cafés a Eduardo y a mí? Estamos discutiendo un tema importante, el mío bien frio — despareció por las escaleras antes de que Ana pudiera decir algo.
—Yo no soy una mesera —Susurró Ana mientras subía los cafés —¿Quién diablos se cree él? Ambos estamos en el mismo puesto y se cree superior.
Entró a la oficina con ambos cafés y una sonrisa de oreja a oreja. no pensaba dejar que Álvaro notara que le afectaba. Ambos hombres estaban sentados conversando sobre algo y Eduardo se sorprendió al verla llegar.
—Ana, que amable —le dijo cuando recibió su café frio y dulce.
—Es un gusto, jefe —le dijo y liego le dio a Álvaro el suyo. Cuando se disponía a salir Eduardo la detuvo.
—Hablaremos de un caso peculiar, ¿Nos quieres acompañar? —Ana lo miró, el hombre tenía una pequeña sonrisa en los labios y Álvaro abrió los ojos.
—¿Por qué? —preguntó y Eduardo se encogió de hombros.
—Ambos son periodistas de este periódico, sabes que le concierne —le dijo como única respuesta y Ana vio como el hombre se mordió la lengua, así que se sentó bastante emocionada a su lado.
—Bien —comenzó Eduardo —le contaba a Álvaro que In Premiere sigue en la investigación de los laboratorios Jábico con el programa CERBERO que denunciamos hace unos meses —Ana trató de ahogar un grito, era la noticia más importante que el periódico había tenido en su historia, y ahora ella podía ser parte de eso —Descubrimos que el programa era solamente un tráfico de personas y logramos descubrir a sus cuarenta miembros, pero la información que teníamos estaba desactualizada y cinco miembros más están libres, y ayer nos llegó una amenaza…
—¡Qué diablos! —gritó Álvaro y escupió el café que Ana le había traído por todo el piso de la oficina —te dije que mi café era frio —le dijo a Ana con rabia y ella se encogió de hombros.
—Lo siento, pensé que me dijiste que muy caliente y espeso —el hombre la señaló con el dedo.
—¿Tú le pediste que trajera el café? —preguntó Eduardo con el ceño fruncido y Álvaro asintió.
—Sólo le pedí un favor, y mira lo que hizo, lo hizo a propósito —Eduardo volteó a mirar a Ana y ella le apartó la mirada, siempre había sido una mala mentirosa —Trae un trapo para que limpies esto —le dijo el hombre a Ana y ella lo miró mal y con los ojos abiertos, pero Eduardo intervino.
—Ana no es una mesera ni una aseadora, es tu igual y te pido que la trates con el respeto que se merece —luego volteó a mirar a Ana —y tú mejor ve a responder los comentarios del periódico. Los quiero a los dos fuera, ahora —Álvaro se puso de pie y salió hecho una furia.
—Lo siento, yo no… —comenzó a decir Ana y el periodista la interrumpió.
—¿Te estoy pidiendo una explicación? —Ana negó despacio con la cabeza —entonces sal de aquí y has el trabajo para el que te contraté —Ana sintió como le ardió la punta de la nariz, siempre le ardía cuando tenía ganas de llorar, así que salió casi que corriendo de la oficina del hombre.
Mientras bajaba por las escaleras se reprendió a sí misma, había estado a punto de ser parte de una de las noticias de la década y su estupidez e inmadurez lo había arruinado todo. Se encontró a Álvaro en las escalera, el hombre se miraba la lengua en el reflejo de una ventana y cuando la vio cerró la boca.
—¿Viste lo que hiciste? —le preguntó y ella le apuntó con el dedo.
—Tú me trataste como si fuera una mesera, pero entiende que yo estoy a tu mismo nivel —el hombre se rio.
—¿El mismo? —le dijo, hablaba raro, seguramente por la lengua herida —Yo tengo siete años de experiencia y trabajé en uno de los mejores periódicos de este país —Ana avanzó hasta él, pero el hombre no retrocedió y cuando ella le habló sus narices casi se rozaron.
—¿Entonces por qué te fuiste de ahí? —estaban tan cerca que Ana pudo sentir la fragancia dulce del hombre y el sudor que le perlaba la frente, le miró los carnosos labios apretados. Él dio un paso atrás y le soltó una superficial mirada antes de alejarse escaleras abajo.
Ana se sentó pesadamente en la silla frente al computador, aún tenía rabia y ganas de llorar, ¿cómo es que era tan llorona?
Pasó el resto de la tarde revisando los miles de comentarios que tenía la publicación de Álvaro y cada uno la ponía más exasperada. Entre los comentarios de asombro y felicitaciones al periodista Ana encontró a varias fanáticas que proclamaron lo atractivo que era el hombre y ella eliminó un par disimuladamente, se dijo para sí misma que eran comentarios que no aportaban nada, pero ella sabía que era meramente por la envidia que le dio.
Un mensaje corto con un emoji de miedo llamó la atención de Ana y lo leyó: “¿Cómo In Premiere contrató a este periodista después de lo que hizo en El Colombiano? no tiene criterio, es amarillista y mentiroso, deberían revisar a quien contratan más detalladamente. Lástima que hubieran desaparecido misteriosamente todos los artículos” Ana abrió los ojos, sabía que el hombre no era un santo. Sacó su celular y disimuladamente sacó una foto del comentario mientras sonreía con malicia. Llegaría hasta el fondo de ser necesario.
Había llegado muy temprano ese día, y para antes del mediodía ya tenía hechos todos sus quehaceres y estaba atorada frente al computador buscando qué era lo que había hecho Álvaro Soler en el periódico EL Colombiano para que aquella persona lo tachara de mentiroso y amarillista, pero no lograba encontrar nada relacionado.A su celular le llegó un mensaje de texto donde la encargada de los recursos humanos la llamaba para firmar el contrato que la acreditaría oficialmente como periodista del periódico, y se puso de pie contenta y casi que flotó hasta la oficina de la mujer, pero la sonrisa se le borró cuando lo primero que vio al abrir la puerta fue la arrogante cara de Álvaro.—Lean atentamente antes de firmar, cualquier duda que tengan me comentan —Ana tomó su contrato y comenzó a leer detalladamente, era el primer contrato que firmaría en su vida y le habían dicho que debía leer bien antes de firmar.Cuando llegó a la parte del sueldo se mordió el labio, tenía la esperanza de que po
Eduardo se dejó caer en la silla con fuerza, ni siquiera se había dado cuenta que se había puesto de pie, pero esa muchacha tenía una habilidad especial para sacarlo de quicio, cosa que era realmente complicado. Alexandra se sentó en la silla frente a él que segundos antes había ocupado Ana.—Fuiste muy duro con ella —le dijo y él le abrió los ojos.—¿Justificas lo que hizo? —preguntó y su hermana negó con vehemencia.—Claro que no, pero se arrepintió de lo que estaba haciendo antes de que lo dijera —Eduardo se recostó pesadamente apretándose el puente de la nariz —ella ya no quería mostrar nada pero tú la obligaste —continuó la mujer y luego pateó la silla de Álvaro que permanecía en silencio —Y tú lo emporaste todo burlándote de ella. Ella tiene razón, ¿Cómo crees que se siente al ver que la única opción de entrar de lleno a este periódico es competir contra alguien que tiene tantos privilegios?—¿Insinúas que estoy haciendo las cosas mal? —le preguntó Eduardo y ella asintió.—Lo es
Ana sintió como su cuerpo se entumeció de inmediato, tan fuerte y con tanta violencia que los miembros se le quedaron paralizados. El grito que salió de ella le hirió la garganta y se quedó ahí parada por una fracción de segundo observando el cuerpo de su hermana que parecía estar inerte.—Luisa —preguntó en un susurro y vio como el cuerpo de la muchacha se movió un poco, y solo eso le bastó para que todos los músculos del cuerpo se encendieran como atravesados por una corriente eléctrica que la lanzaron de rodillas al suelo junto a ella —Luisa —le dijo y la muchacha apenas se movió, así que Ana saltó y encendió la luz, la sangre del suelo era de un color muy oscuro y cuando Ana puso la palma de la mano sobre el líquido notó que no era sangre, y cuando lo olió comprobó que no era más que jugo de mora. La mitad del alma regresó al cuerpo de Elisa, la jarra había rodado unos metros más allá y ella se arrodilló de nuevo frente a su hermana sacando el celular del bolsillo y llamando a una
Ana había intentado esa noche dormir lo que más hubiera podido, pero entre estar despertándose para comprobar el estado de su hermana y los nervios por lo que pasaría al día siguiente no pudo pegar el ojo ni por un segundo, así que cuando se levantó en la mañana para ir a trabajar tenía las ojeras diez veces más grandes que el día anterior. Tardó varios minutos en el espejo dejarse medianamente decente.—Te vez horrible —le dijo su hermana desde la cama y Ana dejó escapar el aliento —si no fuera por ese maquillaje asustarías a alguien en la calle —se burló y Ana le lanzó un trapo que le dio justo en la cara.—No olvides que aunque estés en cama puedes hacer tus deberes de la escuela —le recostó y la muchacha ladeó la cabeza con fastidio.—¿Ni muriendo puedo dejar de estudiar? —Ana puso el cuaderno sobre el regazo de la muchacha.—No, ni muerta —cuando salió de casa una llovizna insistente golpeaba la ciudad y tuvo que protegerse el rostro con el paraguas para evitar que el agua le qui
Las rodillas le temblaron, así que se agarró a las telas con fuerza con la mirada fija en el hombre que la miraba desde abajo. —¿Alguien ofrece trecientos cincuenta mil? —preguntó la mujer a través del micrófono y el hombre gordo levantó el cartel. —¡Quinientos mil! —gritó de nuevo Eduardo Tcherassi y toda la audiencia levantó un murmullo generalizado. El hombre gordo miró una última vez a Ana y luego meneó la mano en el aire. —¡Vendida al hombre de traje! —gritó emocionada la mujer ante el micrófono, debía estar que mataba de la emoción, ella se quedaba con el treinta por ciento de todas las ganancias de sus mujeres y por lo que había oído ella sería la venta más cara que habían hecho. Un grupo de mujeres salieron bailando al escenario y tomaron a Ana metiéndola en medio de un baile coreografiado, pero ella solo se dejó llevar como un alma en pena sin fuerza y voluntad. —¡Qué suerte tienes!—le decía una compañera —nunca había visto un hombre tan sexi, está divino —Ana no contestó
Ana se miró en el espejo esa mañana y se sintió terriblemente mal, como si un enorme camión le hubiera pasado por encima del cuerpo.Ya había pasado el fin de semana, cosa que agradeció, quería postergar el encuentro cos Luis Eduardo lo más que fuera posible pero ya era la mañana del lunes y no podía hacer más al respecto que enfrentar la situación. Eran dos adultos maduros que tenían que resolverlo como adultos, solo había sido un poco de sexo, y aunque las circunstancias hubieran sido muy diferentes a una noche de sexo normal, no debían verlo más allá de eso, o al menos eso era lo que pensaba Ana.Esa noche no había llorado mucho, no como estaba acostumbrada, pero sí lo suficiente para quitarse de encima todo el estrés y al otro día no parecía como un mapache por las ojeras que usualmente le aparecían después del llanto, así que para el lunes se encontraba físicamente bien, pero no podía dejar de sentir ese peso y el dolor en el cuerpo que le causaba el estrés.—Pareciera que vas a
Ana estaba sentada en la incómoda silla leyendo los comentarios del periódico, se sentía más activa y con energía. Aunque no tenía aún el dinero para pagar el hospital su trabajo en In Premiere parecía pasar por un buen momento, y si no lograba pagar a a tiempo, ¿Qué podría embargarle el hospital? No tenía nada a su nombre y su sueldo era tan bajo que ni siquiera se molestarían en tomarlo. Únicamente quedaría registrada en el sistema de las personas deudoras del país, pero, ¿qué importaba? No creyó querer sacar un préstamo en su vida, así que se sentía un poco más aliviada, y cuando el teléfono a su lado sonó y fue llamada a la oficina de recursos humanos las cosas no hicieron más que mejorar.—¿Me mandó llamar? —le preguntó a la mujer que apenas levantó la mirada para observarla completamente inexpresiva.—Su contrato será renovado —dijo y Ana no supo cómo interpretar esas palabras, ¿eso sería algo bueno?—Hace muy poco firmé el otro —dijo sentándose frente a la mujer y ella le tendi
Ana observó como Eduardo se ajustó el saco con inseguridad mientras miraba por la ventana. Ana se acercó al escritorio y golpeó con los nudillos el vidrio.—Todo es muy lindo —le dijo a Álvaro que permanecía con la mirada fija y el rostro serio sobre ellos —¿Vez? También me dieron oficina —le dijo y ahora si lo vio reír.—¿Interrumpo algo? —preguntó él avanzando y sentándose con confianza en la silla de Ana frente al escritorio y ella y Eduardo negaron con la cabeza.—Estaba a punto de comentarle a Ana qua amé su historia del orfanato, la publicaré en el periódico esta noche —Ana abrió los ojos mirando a Eduardo y él asintió —ya informé a las autoridades, descubriste un grupo bastante grande de micro tráfico liderado por Gerardo ríos que se hacía pasar por muerto para pasar inadvertido, ya debe estar en prisión —Ana sintió como una sensación cálida le invadió el pecho —te pasaré toda la información para que puliques mañana tú misma la noticia de la captura, tienes trabajo —Ana dio un